Historia

Dientes humanos de hace diez millones? Un nuevo mordisco a la Teoría Darwinista de la Evolución

No hace muchos años, la teoría darwinista sobre el origen pitecoide del ser humano, teoría aún convertida en dogma, presentaba un árbol evolutivo con perfiles claramente delimitados. El hombre provenía del Neandertal, éste del Homo Erectus (800.000- 1.7 Millones de años, antes llamado Pithecanthropus u Hombre de Java), el mismo del Homo Habilis (1.4 y 1.9 Millones de años) y éste del Australopitecus.

Con los estudios del ADN el Neandertal se nos cayó del árbol, o se quedó colgado de una rama lateral y extraña (aunque con lianas a la rama humana, como es el carácter pelirrojo de muchos individuos). Asimismo, el Kenyanthropus, hallado en el 1997, con rasgos casi modernos y otros de gorila, parecía un tronco nuevo y diferente, pero al final fue “firmemente” encajado. Antes, el hallazgo en Etiopía de un esqueleto casi completo (40%) de nuestra Eva primera o primate, a quien llamamos Lucy hizo retroceder el horizonte, o mejor, adentrar las “raíces” humanas hasta los 3 Millones de años. Otros hallazgos de Australopithecus, todos en África y todos con diferencias, enraizaron aún más el género homo[1] llevándolo hasta los 4 Millones de Años. Los fósiles de 17 individuos (la mayoría dientes, aunque también algunos fragmentos de brazo y la base de un cráneo y una mandíbula) nos hicieron conocer al Ardipithecus Ramidus. Ramidus no porque fuera por las ramas, ni se cayera de ellas. Al contrario, “ramid” significa en lengua etiópe “raíz”. Pues era el primer bípedo, el más antiguo, hallado en 1992, y se le atribuyó una antigüedad de 4.4 millones de años. Pero la sorpresa total nos la dieron, por un lado el Homo Fluorensis, semejante a los homínidos de hace 2 ó 3 millones de años, pero que había sobrevivido en Australia, quizás hasta épocas históricas –como los ya extintos “tasmanios” y que tanto llamaron la atención de Darwin, exterminados por los ingleses-o en todo caso hasta hace menos de 50.000 años. Y luego por otro lado el Sahelanthropus Tchadensis, hallado en el año 2001, con rasgos que no se parecen a los de ningún homínido anterior, pero que es bípedo. Resultó que ya no era un homínido, sino un hominino. El problema es que se le daba una antigüedad mayor que a los grandes simios, con hasta 7 millones de años. O sea, que según esta versión, el eslabón perdido caminaba como el hombre actual, luego se subió a los árboles, imagino que como mecanismo de adaptación, para ver más lejos y se le arqueó la espalda. Y luego se volvió a caer –en una época de sequía, quizás –y para ver de nuevo a distancia, en medio de la sabana africana. La evolución –que más que una teoría se convierte en el sujeto casi personal de un predicado- de nuevo lo enderezó, después de haber gestado, claro está a muchos de sus simios antropoides hermanos, primos o sobrinos.

De todos modos no había por qué alarmarse, con un poco de buena voluntad y elasticidad de cintura, todo lo nuevo podía ser integrado, adaptativamente en el árbol de culto de los darwinistas, tan sagrado para ellos como el Yggdrasil para los vikingos.

Uno cosa sí era segura, el hombre, homínido u hominino, había nacido en África, y desde ahí se expandió hacia el Norte y luego el Oriente y también hacia Europa. Aquí estaría el Homo Antecessor, con 800.000 años y los fósiles de Atapuerca de 300.000 años como ejemplo de ello.

Pero no, nada seguro hay en esta vida. En un antiguo lecho del río Rin (en el oeste de Alemania), un equipo liderado por Herbert Lutz, del Museo Natural de Mainz, ha encontrado dos dientes (un canino y un molar) fosilizados, a los que se atribuye 9.7 millones de años de antigüedad!!! El canino sería semejante al de los Ardipithecus y Australopithecus africanos, sólo que con 4 ó 5 millones más de antigüedad. La publicación no se ha hecho en una revista científica, sino en un sistema de “colegio invisible”, o sea, de comunicación “inter pares”: el único modo de enfrentar un paradigma que golpee como un martillo o sofoque como una espesa red de telarañas. De modo semejante actuaron Galileo Galilei o Robert Boyle, los padres de la Física y la Química respectivamente. Y aun así el descubrimiento de los dientes se hizo hace más de un año  y aún así nada habían dicho. El temor a la Inquisición científica que si no te quema en carne sí en efigie y puede –ya lo ha hecho infinidad de veces- arruinar completamente la vida -como lo hizo con Benveniste, el investigador de la memoria del agua-imagino que ha tenido que ver con esta espera prudente. Vamos a ver qué sucede ahora.

El problema de este hallazgo sorprendente es que “llueve sobre mojado”. Hace sólo unos meses, en septiembre del 2017, se han descubierto unas huellas humanas en Creta en un estrato geológico al que se atribuye 5.7 millones de años de antigüedad. Y “humanas” significa aquí de un bípedo con un pie semejante al del hombre, o sea de una forma indudablemente humana, especialmente en los dedos de los pies y en el dedo gordo. Diferentes, por tanto, a las huellas de Laetoli, en Tanzania, de 3.7 millones de años de antigüedad que sí son huellas de homínidos.

Aunque más desconcertantes aún -¿y quién tiene explicación para esto?- son las que se encontraron en el río Paluxy, en Texas, en el año 1908, y en las que se ven corriendo juntos un dinosaurio y un hombre de unos cuatro metros de altura, a juzgar por el tamaño de la huella. Éstas evidentemente la Ciencia no quiere ni mirarlas, es mejor enterrar la cabeza bajo el suelo, si uno ve un fantasma, es mejor actuar como si no lo viera. Ya después uno se dirá a sí mismo que ha sido víctima de una alucinación. Además, lo que no puede ser, ¡es imposible!

Aunque de todos los “imposibles”, el que más, la huella de pie humano (¿puede ser un capricho de la naturaleza, es posible aceptar esto?) impresa sobre un afloramiento vertical de granito, hallada en 1912, en M.Paluzzi, en Sudáfrica, con 1.2 metros de tamaño, o sea, que podría haber correspondido a un gigante de unos siete metros.

También a finales del siglo XIX muchos científicos decían que Stonehenge era un capricho de la naturaleza, que era, según decían, capaz de hacer los encajes articulados de unas piedras con otras.

Evidentemente nuestro paradigma está caduco y no admite más tensiones, rupturas y sobresaltos. Y rodeándonos por todas partes como cocodrilos ávidos de sangre racional, los “creacionistas” nos disparan con sus locuras y negaciones de todo lo que no esté en la Biblia, el Corán y los Vedas (cada creacionista con su libro, claro está) o en algún otro Libro Sagrado interpretado, como siempre al pie de la letra. Y desde luego no incluyo, de ningún modo, a los teóricos del Diseño Inteligente en ninguna de estas categorías (como muchos, hábil y manipulativamente hacen), pues aunque con sus imperfecciones humanas, es la teoría evolutiva más filosófica de todas, aunque no sepamos la Inteligencia de qué, o de quién, y aún cómo se mantiene esta mecánica perfecta de la Naturaleza.

Almada, 13 de Enero del 2018

Jose Carlos Fernández


[1] No estoy usando esta palabra en el sentido científico del término como Taxonomía de Reino-Filo-Clase-Orden-Familia-Subfamilia-Tribu-Género-Especie, sino en un sentido más general.

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