Prólogo libro «Reyes, poetas y sabios de Portugal»

Reyes, sabios y poetas de Portugal, volúmen I

“Deus quer, o homen sonha e a obra nasce”  (Dios quiere, el hombre sueña y la obra nace). Estos versos de Fernando Pessoa, conocidos y amados por todo portugués  iluminan bien el propósito de todo escritor, o incluso de todo artífice, en cualquiera de los ámbitos de la acción humana: ciencia, arte, sociopolítica y aún mística. Y desde luego ilustran bien el sueño, la aspiración del autor de estas páginas.

Casi todos los textos que forman este libro han ido apareciendo durante doce años en diferentes revistas, virtuales o en papel, por ejemplo en la revista Nova Acropole, algunos ven la luz ahora por vez primera. Responden a una idea, y a un anhelo, llamar a las puertas de lo que es eterno en el alma humana; mover la atención hacia, evocar símbolos, personajes, poemas vibrantes del alma de Portugal para que su música despierte, vivifique y haga recordar y ser a las nuestras como portugueses, de nacimiento o de adopción, de sangre o de alma.

Los filósofos griegos dijeron que es en las profundidades donde se hallan los tesoros. A las profundidades descienden los que buscan las perlas marinas; los fondos abisales se iluminan con una sinfonía de luz, de color y misterio; al recuerdo de lo que verdaderamente somos y queremos , de lo que alimenta nuestra identidad, a las raíces vamos si queremos enfrentar los vientos del presente y las tempestades del futuro; en la fría y dura tierra duerme la semilla, recordando lo que será, cuando en el invierno, todo parece que se detiene y muere. Sí, como decía el profesor Jorge Angel Livraga (1930-1991), maestro e inspiración continúa de quien escribe estas líneas, en el pasado hay tesoros que ni los mismos dioses nos pueden arrebatar, en sus pliegues invisibles palpitan las simientes, la vida de un tiempo nuevo. En la mitología griega, Hades era “el invisible”, el rey de los tesoros ocultos y lo permanente, y como Plutón, el guardián de las riquezas.

Como Jano, el dios de dupla faz, el primero en ser invocado en los rituales romanos, debemos saber mirar hacia el pasado si queremos considerar bien el futuro. En la iconografía clásica se representa a la Prudencia como un anciano que ve al mismo tiempo el futuro y el pasado reflejado en un espejo. Quebrar la relación con el pasado, dejar de buscar mágica inspiración en él, aliento, firmeza, orgullo, incitación a la fidelidad, a la responsabilidad; es quebrar la columna vertebral que nos sostiene, es improvisar, es fantasear, es caminar en círculos, es creer haber  llegado a puerto cuando aún estamos navegando. Es  dejarse llevar por el canto de sirenas, ser víctima de espejismos, como le sucedía a los náufragos que desesperados, bebían el agua del mar, y secas las neuronas, enloquecían, y buscaban nadando islas que no existen,  hasta morir exhaustos,  o buceaban hacia el fondo del mar, donde,  claro está, se ahogaban.

Pero en este libro no queremos buscar ni ver ese pasado de Reyes, Poetas y Sabios, como si fuera un animal disecado, un pasado muerto, estéril. Lo deseamos y lo buscamos vivo, susurrante en nuestra imaginación, vivo como un imán que une y convoca… e imanta trayendo a nuestros oídos las voces del cielo y a nuestros miembros el vigor del infinito, que estos reyes, poetas y sabios supieron evocar. Como Hércules cuando bebe de la luz de las infinitas estrellas de la Vía Láctea, hay en nuestro Cielo de Portugal suficientes estrellas para que amamanten nuestras almas y les devuelvan el vigor, la luz, la esperanza, el verdadero patriotismo que surge de las conquistas y hazañas del alma, de sus intuiciones y belleza en común con nuestros coterráneos. No del patriotismo que excluye, del patriotismo que odia, del patriotismo que confunde y fanatiza, que masifica y deforma las mentes, pues ese no es realmente patriotismo. El verdadero patriotismo es el que nos permite, juntos de la mano, caminar hacia un futuro más luminoso, pues es como una bandera que se adelanta y guía nuestros pasos, y no como una bandera a la que hacemos pedazos para vestir nuestras vergüenzas e incapacidades.

Este libro quiere ser el primero de una serie, pues muchos héroes, sabios y poetas hay en Portugal que desde ese pasado eterno nos quieren susurrar su belleza, sus misterios y hazañas, sus consejos y aliento.

Y de entre todos los que se destacan en este primer libro, figura en letras de oro el personaje de Don Dinis, pues fue a la vez rey, poeta y sabio. Es el rey que completó la frontera portuguesa, que soñó sus aventuras de ultramar, que protegió a los templarios y guardó sus tesoros y conocimientos –parte de ellos, al menos- creando la Orden de Cristo. Sus versos enamoraban; sus resoluciones eran aceptadas como la voz y sentencia de los sabios en los conflictos diplomáticos de otros países; su firme bondad amparó y protegió a un pueblo, con leyes que le devolvieron la esperanza y la alegría; su conocimiento y providencia trajo a este país la primera Universidad en Coimbra. Su mismo nombre de Don Dinís, es no sólo el de San Dionisio, sino del mismo Dios del Entusiasmo y la Civilización. Su sepulcro en Odivelas debía ser lugar de peregrinación, como lo es de serena reflexión los jardines de su palacio en Sintra.

Él pues, el primero, y después de él tantos otros, os saludan a todos aquellos que os vais a adentrar en este pasado vivo, en  este pasado eterno, y cargado de tesoros y promesas.

 

Jose Carlos Fernández

Almada, 17 de marzo del 2016