Literatura

Profecías de Julio Verne en su libro «París en el siglo XX»

 

Hace varios años, leyendo un artículo sobre Julio Verne, y sobre la obra que ahora comentamos, quedé muy impresionado por la descripción que hace de los establecimientos comerciales, que serían tan lujosos como palacios, en una época en que estos eran simplemente el lugar donde se exponían las mercancías, sin mayores pretensiones, y se podía comprar lo que uno necesitaba y quería. “Tan lujosos como palacios”, y tan grandes como catedrales diríamos hoy, en que los centros comerciales se han convertido en las nuevas “catedrales del siglo XXI”, y donde se congregan los fines de semana las nuevas multitudes, no para rezar a Dios, ni para solucionar los asuntos de la Res Pública. Cuán mejor sería intentar entrar en comunión con la naturaleza, o con el alma del prójimo.

¡Qué misterio el del tiempo! Desde cierta perspectiva sólo existe el presente, el pasado es sólo recuerdo y el futuro imaginación; y desde otra el único ilusorio, fugaz, es el presente, pues el pasado es inmóvil y permanente y el futuro espera cargado con sus mil frutos dulces y amargos.

Y si por la memoria nos adentramos en las galerías del pasado, laberínticas y palpitantes del rastro de vida que por ellas pasó; con la imaginación penetramos fantasmales atravesando como en sueños las puertas cerradas del futuro. Esto es lo que acontece al genio científico, al profético y también al visionario que muestran paisajes desconocidos. Y no sabemos si es que ven el futuro, y, o, excitan la imaginación de quien después recorrerán dichos caminos. Otras veces las Profecías, como las atribuidas a Malaquías reinaron tan poderosas sobre el imaginario colectivo, que aquellos que querían ser Papas, o que eran nombrados como tales, asumían los escudos y emblemas descritos  en su libro, para legitimar su ascenso o para dar visos de credibilidad a su usurpación.

Julio Verne  (1828-1905) ha sido uno de los grandes visionarios científicos del siglo XX, y con sus libros, uno de los autores más traducidos de la historia de la literatura. A veces parece como si hubiese viajado al futuro, tomado notas rápidas y borrosas, y con ellas después escrito sus novelas. Pensemos, si no en Viaje a la Luna o 20.000 Leguas de Viaje Submarino. En sus más de 100 libros, el literato que siguiendo su estro poético no quiso ser letrado avivó en sus contemporáneos sueños y anhelos que luego se convirtieron en realidad.

Uno de sus manuscritos olvidados, “París en el siglo XX” durmió un siglo y medio y fue, curiosamente editado, no ya en el tiempo que había profetizado, sino después. La acción se desarrolla en el París de los años 60 del siglo XX y el libro apareció a la luz en el año 1989. Evidentemente, al leerlo no podemos sino sonreír como haríamos con cualquier otra descripción vista en retrospectiva, aunque escrita como profecía. Pero si intentamos ponernos en la visión y conocimientos del año 1863 en que fue escrito, es realmente sorprendente y admirable.

Por ejemplo,  Julio Verne anuncia en este libro el motor de combustión y la sustitución de la carroza, con los caballos fuera, por el coche moderno, con su potencia expresada en caballos, dentro. El tren de alta velocidad por las alturas, como en Japón, y el suburbano aparecen descritos, e incluso alude a un sistema de propulsión por golpes de presión de aire y deslizamiento aprovechando los electroimanes. Curiosamente en los años 60 aún no habíamos comenzado la Era de la Informática y se vivía en el auge de la Era Industrial, que es la que con tanto detalle figura. Un mundo industrializado, con todo tipo de comodidades materiales, pero donde la estupidez embota las almas y una indefinible angustia es el resultado de que nadie pueda desarrollar su verdadera naturaleza y destino, al ser víctimas de la masificación.

El mundo financiero –en la obra de Julio Verne- ha clavado sus aceradas garras sobre todos los aspectos de la vida, especialmente en la educación universitaria, como sucede, por ejemplo hoy en Estados Unidos. El dinero es la medida de todas las cosas y el estigma del triunfo o del fracaso.

Algunas de las afirmaciones de Julio Verne  son geniales: Todo el mundo sabía ya leer y escribir (algo casi impensable en 1863), pero nadie lo hacía. No había hijo de artesano ambicioso o de simple campesino que no deseara una plaza en la administración, y el Estado comenzaba a sucumbir bajo el peso de tantos funcionarios. La instrucción dejó de ser el natural medio de despertar las almas y de que el joven se reencontrase así consigo mismo para ser una forma de “construcción”, no de carácter, sino de información asimilada para ser una pieza más de esa maquinaria económica. Los estudios científicos y técnicos habían convertido en una reliquia del pasado los humanistas: el latín y el griego eran lenguas, no sólo muertas, sino enterradas y la retórica había desaparecido de las aulas. Prevé los diferentes anillos de las líneas de metro, tal y como rodean hoy mismo cualquier gran ciudad, y los trenes pasando cada diez minutos y cargados de miles de pasajeros cada vez. Toda la ciudad se hallaba iluminada eléctricamente y más de cien mil farolas encendían sus luces a la vez, las tiendas eran visibles a lo lejos iluminadas con mil colores. Esta, que ni siquiera nos llama la atención de lo acostumbrados que estamos, es una profecía admirable.

Y respecto al transporte ordinario, no sólo prevé, como dijimos, la existencia del coche individual, sino que incluso adelanta su forma: Era una máquina fácil, simple y manejable; el conductor (que llama “mecánico), sentado en su lugar, manejaba un volante de dirección; un pedal, bajo el pie, permitía que alterase inmediatamente la velocidad del vehículo . Y respecto a la fuerza invisible que la dirige, el ya mencionado motor de combustión. Dice: Esta máquina, inventada en 1859, tenía, como primera ventaja suprimir la caldera (de la máquina de vapor), el fogón de la sala y el combustible (el carbón). Un poco de gas de iluminación, mezclado con aire e introducido bajo el pistón y encendido por una chispa eléctrica[1], producía el movimiento; algunos puestos de gas establecidos en diversas estaciones de vehículos, proporcionaban el hidrógeno necesario, y poco después algunas mejoras permitieron suprimir el agua destinada a enfriar el cilindro de la máquina. No estuvo muy desacertado, pues el motor de combustión interna, casi idéntico al que describe, fue inventado en 1867 por Nicolaus Otto.

Hombres mecanizados que trabajan en una burocracia kafkiana[2], una época cuyo único ideal es el éxito, social, económico, mundano, y en que el inglés va sustituyendo al francés como lengua franca. Una sociedad en que el ser humano se haya alienado y en vez de forjar las máquinas según sus necesidades, es él quien se transforma y adapta según las máquinas que inventa, convirtiendo así su humanidad en esclava de las mismas: ¡qué sabios los filósofos alejandrinos cuando aún conociendo tanta mecánica hicieron un uso tan discreto de las máquinas, qué independencia de carácter y mesura es necesario tener para utilizar bien las máquinas y que estas no dirijan tu vida, y mecanicen nuestra forma de pensar y percibir al mundo y a los otros!

Describe el correo electrónico o email: Y sin embargo, la telegrafía eléctrica haría disminuir singularmente ese número de cartas, ya que nuevos inventos permitían en aquel tiempo que el remitente tuviera correspondencia directamente con el destinatario; se mantenía así el secreto de la correspondencia [bien, eso más o menos] y todos los negocios más importantes se trataban, de este modo, a la distancia.

La fotocopiadora y el fax: la telegrafía fotográfica permitía realizar la reproducción de cualquier documento, manuscrito o dibujo, y firmar letras de cambio o contratos a cinco mil leguas de distancia.

La importancia y actualización instantánea de la bolsa: las variaciones de los valores de cotización en el mercado libre aparecían escritas directamente en los paneles colocados en el centro de las Bolsas de París, Londres, Frankfurt…

El consumo creciente de papel, hasta proporciones de locura[3], y en esto se quedó corto, pues no tuvo en cuenta la importancia del papel en la publicidad. Dice, por ejemplo, que Francia gastaría 300 mil toneladas de papel en los años 60, y de hecho, en el 1990 gastó 8835 mil toneladas (casi 30 veces más de lo anunciado, lo que ya en aquella época sería monstruoso y un desastre ecológico).

El problema del crecimiento, la aglomeración y la falta de espacio vital: Conseguir casa era, en aquel tiempo difícil, en una capital demasiado pequeña para sus cinco[4] millones de habitantes, así a fuerza de ensanchar las plazas, abrir avenidas y multiplicar los barrios, era una amenaza la falta de terreno para construcción de viviendas particulares. Y así quedaba era muy apropiada la afirmación que corría de boca en boca de que en París ya no hay casas, sólo calles.

En su profecía literaria, en el París del siglo XX ya no hay guerras, pues el poder de destrucción de las armas es enorme, y nadie se atreve a iniciar un conflicto; y ya no hay soldados, pues no hay enfrentamiento cuerpo a cuerpo y los militares son técnicos. Es evidente que Julio Verne pensó sólo en Europa y no en todos los otros países que iban emergiendo en el horizonte de la historia y que en su época eran nada más que colonias o tierras sin ningún protagonismo en el rumbo de los acontecimientos. Y sin embargo, es de nuevo agudísimo cuando dice que las invasiones no serían ya militares, sino económicas, arruinando y comprando al país enemigo o rival (se saltó el paso de la invasión ideológica que primó durante la segunda mitad del siglo XX en la llamada “guerra fría”). Cómo vamos a luchar contra aquellos a quienes hemos vendido nuestras tierras, aguas y gestión de las mismas, todo tipo de empresas, etc… o sea, que hemos vendido nuestra independencia y libertad, algo semejante a decir que hemos vendido el alma, por solazarnos, como cerdos en el barro en nuestra sociedad de consumo. Julio Verne describe los peligros de tal invasión económica: Los ingleses, los rusos, los americanos [ahora deberíamos cambiar estos nombres o añadir otros], no han invertido ellos sus billetes, los rublos y dólares invertidos en nuestras empresas comerciales? El dinero no es enemigo del plomo y una bala de algodón no sustituye a una cónica! Pero piensa en esto, Jacques, ¿por qué los ingleses, usando de un derecho que nos niegan, se convierten poco a poco en los propietarios de los latifundios de Francia? Poseen inmensas tierras, casi regiones enteras, no conquistadas, sino pagadas, ¡lo que es más seguro! No se ha hecho nada por evitarlo, dejamos que lo hicieran!

Y algo aún más admirable, las guerras ya no se hacen por la honra de los países, sino como una empresa lucrativa. Hoy conocemos bien ese negocio: Destruimos tu país, tus puentes, tus empresas, tus carreteras, y luego nos pagas los gastos de la guerra y la reconstrucción, y además te ponemos un presidente que sea un títere o un hombre de paja para seguir con nuestros negocios.

Julio Verne fue también un visionario al describir la pérdida de feminidad de las mujeres (y también por tanto de masculinidad en los hombres), el culto a los cuerpos adolescentes y de la “belleza” anoréxica que martiriza nuestra actual sociedad, que al no mirar al alma, lo hace en el espejo deforme, esperpéntico del barro del mundo y sus formas cadentes y renovables:

La forma cariñosa de andar de la Parisina, su apariencia graciosa, su mirada espirituosa y tierna, su amable sonrisa, su cuerpo de formas ajustadas y encantadoras al mismo tiempo a dado lugar a formas largas, delgadas, áridas, descarnadas, macilentas, estiradas, en fin, a una desenvoltura mecánica, metódica y puritana. El aspecto se maleó, su mirada se hizo austera y las articulaciones se anquilosaron (…), el paso se hizo más largo; el ángel de la geometría, otrora tan pródigo en sus curvas más atrayentes, confinó a la mujer al rigor de la línea recta y de los ángulos agudos. La francesa se hizo americana, habla gravemente de asuntos serios, encara la vida con dureza, cabalga sobre el dorso estrecho de sus ropas [está insinuando, quizás porque no se atreve a decirlo claramente, que la vestimenta masculina y femenina, sería muy semejante, por no decir igual, llevando las mujeres pantalones, algo impensable en la Francia de Julio Verne]

Revela también, con inteligencia lúcida, el porvenir de la familia, para nosotros ya actualidad o pasado: En una época en que la familia tiende a ser destruida, en que el interés privado empuja a cada uno de sus miembros por caminos diferentes, en que la necesidad de enriquecerse a cualquier precio mata los sentimientos del corazón, el matrimonio me parece de una heroica inutilidad; en otro tiempo [habla desde el París del siglo XX], según los autores antiguos, todo sucedía de otro modo; hojeando viejos diccionarios quedarás asombrado al encontrar ahí palabras como hogar, casa, vida doméstica, interior, compañía de mi vida, etc., pero esas expresiones desaparecieron hace ya mucho tiempo con las mismas cosas que representaban. Ya no se utilizan.

Es quizás mejor que el editor de Julio Verne, Hetzel, quedara disgustado con esta obra, pues así atravesó sin dejar huella la segunda mitad del siglo XIX. Y casi todo el siglo XX, y hemos podido mirar el futuro en retrospectiva y comprobar cómo los dioses de hoy se convierten en las pesadillas del mañana… y viceversa… y la rueda de la vida gira, haciendo crecer, con dolor y angustia, las galerías y posibilidades del alma humana.

 

José Carlos Fernández

Lisboa, 12 de octubre de 2012


[1] Con el detalle que da, casi podríamos afirmar que Julio Verne es el inventor del motor de combustión, le faltó nada más hacer un plano y patentarlo.

[2] Tal y como dice el artículo sobre este libro, Paris au XX siecle de la wikipedia francesa.

[3] Y que gracias a Internet y al uso reciclado está por fin disminuyendo.

[4]Cifra ajustada, aunque realmente se quedó corta, pues París, en 1960 tenía no cinco, sino siete millones de habitantes.

14 comentarios en “Profecías de Julio Verne en su libro «París en el siglo XX»”

  1. Muy interesante tu artículo, José Carlos… Es increíble la visión anticipada que muestran los genios; ¿simple clarividencia? (a pesar de estar tan denostada por los científicos de carril) o acaso capacidad de ver entre líneas y en profundidad la historia. Estoy convencido de que la gran mayoría, incluso teniendo delante lo que ocurre no pueden verlo porque forman parte del escenario, de los decorados, y son actores inconscientes de ese presente…

  2. Hola
    Me ha encantado leer su extenso comentario al libro de Verne.
    Lo he conseguido con alguna dificultad, pues está descatalogado. Lo he comprado en Iber Libro.
    Soy una enamorada de la obra de Verne y esta novela es increíblemente importante. Qué lástima que no se
    pueda comunicar más.

  3. Verne pudo configurar una sociedad en decadencia moral ante el vertiginoso avance tecnologico. Habla de analfabetismo funcional: «nadie lee pese a que todo el mundo sabe leer», se prioriza personal competitivo que no necesariamente sean teoricos. La mujer no se ve como persona sino como un objeto publicitario: el modelaje («mecanica y puritana»). Se comprende el sobresalto de su amigo editor al leer semejante obra, le parecio una vision cuasi apocaliptica de la sociedad en el siglo XX y de la actualidad. Cualquier parecido o semejanza con la realidad no es coincidencia.

  4. Estuve en un colegio interno y leí libros de julio verme, en uno escribió que se congela y al cabo de no se cuantos años despierta y esistia un tren que circulaba por un túnel que corría a muchísimas velocidad sin motor, por aire a presión.

    1. Tengo que añadir a lo anterior citado, que cuando estuve en el colegio interno fue en el año 1945 , hoy tengo 82 años, y fue cuando en un libro leí lo del túnel donde circulaba el tren por aire a presión a través de un tunel.

  5. … Buenas tardes.
    Hace mucho tiempo que oí hablar de esta obra de Julio Verne y, también, de como predecía el giro de El hombre contra sí mismo. Tampoco nuevo en la mentalidad occidental, canival de sí misma, depredadora de aquellas que la preceden.
    Mas siempre quedan reductos, como expresiones cuánticas, de un interior latente e inevitablemente inmortal, de este, El Holmbre, por ser antes de Todo, o después de Nada, Ser Humano.
    Y, así, late imparable su Espíritu. Ese que ante El Caos se revela por pura supervivencia, re-girando hacia dentro y por viendo que hacia fuera no hay más camino que aquel de la rueda que rueda en círcular trayectoria.

    Me ha encantado leer lo leído. Por contenido y por continente.
    Un sincero saludo.
    Álvaro.

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