Arte

Henrique Medina y los retratos del alma

Retrato de “novia de Viana”, pintado en 1957
Retrato de “novia de Viana”, pintado en 1957

En una visita a la moderna Brácara Augusta romana, hoy una de las ciudades joya histórica del Alma y las tierras portuguesas, me deparé, casi por casualidad con una exposición de este pintor lusitano, en el Museu Medina, instalado en el Seminario de Braga y junto al Museo Pío XII. Digo “por casualidad”, pues había sido convidado por mi amigo Henrique Cachetas para ver un oratorio modernista, en este mismo Seminario, construido en madera en forma de barca invertida, y con unas pinturas actualísimas de los “Siete Días del Génesis”. El lugar me llamó la atención y me pareció que guardaba en la concavidad de sus “manos de madera”, el anhelo por lo sagrado; las pinturas no tanto. Un poco desencantado, quisimos visitar unas ruinas y hallazgos arqueológicos en este mismo Seminario. Cualquier excavación o trabajo urbanístico realizado en esta ciudad romana garantiza encontrar huellas del otrora Imperio, pues la vida de esta sede episcopal, como la de Locus Augusti (la actual Lugo) es sólo una continuación cristiana y superposición del antiguo trazado de la ciudad y vida de los antiguos bracarenses, sin las interrupciones que encontramos en la mayor parte de las ciudades antiguas. Pero estaban a punto de cerrar y nos recomendaron visitar este Museo Medina. En mi desconocimiento, imperdonable, nada había oído ni leído de él, y cuando nos explicaron que era un autor moderno, fallecido sólo hacía poco más de 25 años (Qué poco tiempo en la Historia de la Pintura!), sonreí despectivo para mis adentros, pues rara vez el llamado “arte moderno” (que por cierto, lo es cada vez menos), satisface mis anhelos estéticos (la sed de belleza del alma), y me parece casi siempre una burla infame –y por veces obscena y repulsiva- al espectador interesado. Y el que esté libre de algún tipo de prejuicios que “tire la primera piedra”. No puedo dejar de recordar la anécdota mencionada por un antiguo amigo, que trabajaba en la instalación de equipos de aire acondicionado. Queriendo montar o reparar uno en un museo de arte moderno, cuyo nombre no recuerdo, y habiéndose olvidado traer herramientas necesarias en ese momento, dejaron una red metálica enrollada en el suelo durante algunos minutos. Cuál sería su sorpresa al ver varias personas absortas comentando la belleza y profundo significado de tal obra artística, que en su simplicidad evocaba cómo todas las fuerzas del universo y la razón están entretejidas en una red n-dimensional, doblada sobre sí misma. Aunque mayor sorpresa sería aún la de los eruditos comentadores cuando, tal como iba, vestido con el mono azul del trabajo, la agarró sin ningún tipo de consideración y la puso al hombro sin ninguna delicadeza estética, y se la llevó sin más, diciendo que le disculpasen, pero que la necesitaba para montar el aire acondicionado del local.

Como dije antes, sonreí despectivo, por ignorancia y prejuicio y pensé que era inútil gastarse algunos euros y tiempo en tal autor. Y sin embargo, “algo” como una voz o una certeza interna me dijo, casi me obligó a entrar en dicha exposición. ¡Y gracias al Cielo que así fue, pues qué maravillas de belleza, qué milagros de creatividad (en su sentido etimológico de “digno de admiración”), me hallaba frente a la obra del, quizás, el mejor retratista del siglo XX!

Henrique Medina nació el 18 de agosto de 1901 en la ciudad de Oporto, y falleció en Esposende, 87 años después, tras haber viajado y vivido fuera de su tierra natal y amada, recorriendo el mundo con sus pinceles y paleta de colores, llamado siempre por la aristocracia de nobleza, de poder o de dinero.

Hijo de madre portuguesa y padre español, su progenitor era fotógrafo al servicio de la familia real. Desde los tres años no había manera de separarlo de los lápices y cuadernos, y con 10 elaboró un retrato de su abuela, tan perfecto para su edad que ésta, de la mano, le llevó a la Escuela de Bellas Artes de Oporto, quienes le admitieron, saltándose los reglamentos de edad. Pues carece de sentido una ley que no admite la excepción de una Ley superior.

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En el año 1919 es convidado para seguir estudiando en París, con los maestros Cormón y Berardo, obteniendo siempre menciones honoríficas en sus distintos trabajos. Siete años después es de nuevo convidado por familias aristocráticas de Londres, y allí, en un estudio propio, y durante diez años pintó a personajes ilustres de este país. Su fama se extiende por todo el mundo, y es llamado a Roma para pintar a Mussolini (en aquel entonces uno de los Jefes de Estado más admirados del orbe), y a varios de los caracteres más notables del momento.

De ahí es otra vez convidado a Brasil donde pinta a figuras representativas de la sociedad, como por ejemplo, al escritor Carlos Malheiro Dias. Luego a Buenos Aires, para instalarse en Nueva York. Actores importantes de Hollywood poco menos que lo “raptan” para convertirlo en su pintor personal. Retrata, entre otros, a Linda Darwell, Greer Garson, Ann Miller, y también a grandes sopranos-actrices del Séptimo Arte norteamericano: Lily Pons, Galli Gurci y Jannete Mac Donald. Y en la película de 1945 “El Retrato de Dorian Gray”, es su obra la que representa, con todo el poder de su juventud aún inocente, al después libertino protagonista, finalmente arrepentido.

Traba amistad con Einstein, a quien retrata, y con Walt Disney, el genio de la más poderosa industria artística de su siglo, y quizás del milenio. Es penoso que nadie haya entrevistado a nuestro pintor portugués sobre las conversaciones que pudo entablar con Walt Disney. ¡Qué electricidad creativa correría del uno al otro, yendo y viniendo, genio del retrato uno y “rey” de pintores, músicos, actores y de todo tipo de artistas el segundo.

Después de siete años en la “ciudad del arte nuevo” vuelve a Europa para continuar inmortalizando a las figuras ilustres o, simplemente ricas que se lo piden, recorre Suecia, Dinamarca y España, vuelve a Inglaterra, y debido a la Segunda Guerra Mundial, a Brasil de nuevo, y otra vez a Estados Unidos.

En Portugal retrata a cinco presidentes de la República (el heroico Sidonio Pais entre ellos), al cardenal Cerejeira, al premio nobel de medicina Egas Moniz (el infame creador de las lobotomias, a quien por sus monstruosos métodos deberían haberle retirado el premio, premio así infamado, como el nobel de la paz por el último presidente americano) en 1950; al compositor Claudio Carneiro (en 1921) y al dictador y político Antonio de Oliveira Salazar, en 1939 (paradójicamente vencedor, con el 41% de los votos, del concurso realizado en el año 2006 de los 100 personajes más grandes de la historia portuguesa; claro, al ser elegido, un silencio funerario y mediático se extendió por el país y toda la pompa y platillo con que habían casi martirizado antes a los espectadores desapareció como por arte de encantamiento, no haciendo ningún elogio ni fiesta al vencedor, convertido en dicho concurso, y a pesar de muchos, los guardianes del status quo, en “el portugués más ilustre de la Historia” según voto democrático)

En 1974 se retira a Esposende, región miñota, no para descansar ni dejar de pintar, sino para hacerlo en comunión con la Naturaleza, y para retratar a campesinos y pescadores, y a mujeres de todas las edades y caracteres, que fijaba con poder casi taumatúrgico en sus lienzos. Ahora no era ya el retratado quien pagaba al pintor, sino este al retratado, por desnudar su alma y sus gestos, y a veces sus cuerpos, ante la mirada de águila de Henrique Medina.

Sorprenden sus paisajes, en estilo impresionista; parece que el alma del lugar llama a la nuestra, convidándola para que se aventure en su misterio y hechizo. Este pintor, llamado por el país de los retratistas, Inglaterra, con 26 años para hacer retratos; una vez preguntado al respecto, dijo que si ahora pintaba también la belleza de los paisajes es porque sabía pintar retratos, pues, decía que, quien pinta retratos puede pintar lo que quiera ya. Fiel enseñanza platónica, la faz humana es el espejo de la Naturaleza entera: La cabeza es la Acrópolis del cuerpo humano, dice Platón en el Timeo, el símbolo de su Alma, como el resto del cuerpo es semejante al carro que la porta. Y si el ser humanos es el microcosmos del Universo, su macrocosmos, en la cabeza reside como símbolo, sugerencia e indicio el enigma de la creación: quien penetra en el misterio de la faz, y por tanto, del alma humana penetra en el misterio del Alma de la Naturaleza.

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Cuando se retira a la que ahora es su Casa Museo en la calma Esposende, continúa su labor creadora, y en una entrevista a la televisión portuguesa (RTP), con 86 años, vibrando con el secreto de la divina juventud, la del Alma (pues no cesó de trabajar hasta el fin de sus días), dice que no está cansado, y que pinta con más entusiasmo aún, porque no son muchos los años que ya le restan, y su obra es la que queda. ¡Y proféticas fueron sus palabras!

El 30 de noviembre de 1988 fallecía el gran retratista portugués, en Esposende: no se casó con ninguna mortal, pues desposó con pasión el arte, y, como dijo, sus hijos fueron sus cuadros. Y “sus últimos años de vida representan una dádiva tal al País [a Portugal], un sentimiento patriótico que debemos destacar; una lucha permanente por un arte superior, cercano a la sencillez del pueblo y de los grandes de la Tierra. Henrique Medina marca las líneas maestras de su pintura con mirada de águila y una solidez de principios y de contenido estético que son sólo propios de los grandes artistas y de los seres superiores”.

Varios meses después, la RTP (Radio y Televisión Portuguesa) emitió en homenaje un documental de casi una hora sobre Henrique Medina. Magnífico homenaje -perdido hoy, por desgracia en las brumas del pasado- dirigido por Adriano Nazareth y en el que el mismo pintor, durante el programa, pinta a la vista del ojo de la cámara, con pincel maestro, una naturaleza muerta.

En él, Robin Raid, haciendo la presentación de nuestro pintor, dice que “tiene el enorme talento de penetrar en el alma, realzando todo lo que en ella hay, como pocos artistas han sido alguna vez capaces; es que sus retratos son profundamente humanos, y el Maestro Medina tiene la delicada percepción de captar todas las características del tema para la forma. De hecho, sus cuadros son conocidos como cuadros del alma”

En este mismo documental, el profesor español Pedro Rocamora le compara a Velázquez, en su vivo realismo, en su sensibilidad y vigor creativo portugués y español:

“La pintura de Henrique Medina es una lección de sensibilidad y de grandeza. Hay en toda su obra como un temblor del alma del artista, que se conmueve frente a la belleza. Pero hay a la vez algo así como el vuelo de un águila que se remonta a la altura, llena de fuerza y de poderío. Ese es el gran secreto del arte: conseguir la transfiguración de la belleza. Y en esa empresa el maestro Henrique Medina coincide con otro pintor de fama universal nacido en estas tierras de España, con Velázquez. Pero yo siempre que hablo de Velázquez, recuerdo su ascendencia lusitana. Velázquez era hijo de una madre portuguesa. Creo que muchos de los secretos de la pintura velazqueña están en ese alma lusitana que había dentro de su pintura. Y a la vez, yo creo que la grandeza de la pintura de Henrique Medina está en un contacto remoto con nuestro litoral mediterráneo, porque un antepasado de Henrique Medina era español. Digo todo esto porque para mí, Velázquez desde España y Henrique Medina en Portugal cumplen en la Historia de la Pintura Universal , una misión de dos almas gemelas y las dos dan a la pintura un universalismo que antes no tenía. Henrique Medina hace ahora de nuevo que la pintura portuguesa tenga una presencia en el mundo y esa presencia de la pintura portuguesa en el mundo se debe a este pintor, Henrique Medina. Es un milagro del arte, es, ante todo, un lujo de Portugal. No solamente es una gloria del arte lusitano, sino que es un lujo de Portugal, un símbolo de cómo la vida del arte portuguesa se expande por todos los meridianos de la Tierra, y la aventura de los viejos navíos portugueses, que ya no surcan los océanos, ahora los surca la belleza del arte, de la pintura de Henrique Medina, que está en todos los rincones del mundo, que está en los museos de Sudamérica, en América del Norte, de Europa, de Europa del Norte, de Escandinavia; es una pintura universalista y ahí está la grandeza fundamental de este arte mágico, de este arte de una inspiración casi sobrenatural: Esto es nada más que un poco de lo que podríamos decir de esta obra fabulosa, extraordinaria, de esta obra que parece que devuelve a la Pintura un fondo de eternidad que estaba como adormecido. Pero es solamente el genio quien da eternidad a la pintura. Cuando todos nosotros hayamos desaparecido de esta historia terrenal, de este mundo, quedará sobre la tierra, el testimonio del arte más perfecto y más bello, como expresión auténtica de la hermosura de vivir, la obra del pintor portugués Henrique Medina”

Su vida fue siempre seria, reglada, sobria, consagrada por entero al trabajo, buscando el alma de lo retratado. Nació para pintar, vivió pintando, y cuando ya no pudo pintar más, simplemente siguió su senda en lo invisible, como había seguido su intuición y su talento en esta tierra. Aunque vivió en París en su juventud, en plena Belle Epoque, nunca hizo vida bohemia, ni quemó en amoríos de un día su enorme energía creativa. Desde la infancia manifestó que lo que quería hacer en la vida era retratos, y aunque aprendió de grandes maestros en el arte, las Academias no le impusieron yugos ni estilos, y aunque realista, no podemos decir que pertenezca a ninguno de los “ismos” de su siglo, y menos de los modernismos en que el arte europeo, y luego el mundial se precipitó, y que él siempre vio, no como una evolución del arte, sino como su degeneración.

En una entrevista dice que no le gusta pronunciarse, de ningún modo, sobre sus colegas, pero que “vivimos en una época desastrada, y la pintura modernísima es la perfecta historia de el rey está desnudo pues no hay nada, e incluso hay cuadros en que nada hay en el lienzo, y cuando se pregunta al autor, éste dice que : esto representa lo que cada uno quiera ver ahí”, y luego esos cuadros los compran idiotas que quieren y pueden gastarse una fortuna en ellos.

Cuando le preguntan si Picasso, contemporáneo suyo, le dice algo, responde que no, que nada. Cuando se le insiste en que éste demostró ser, cuando lo quería, un excelente pintor “clásico”, y que después siguió otras corrientes nuevas, dice que no es así, que en lo “clásico” era del montón, como cualquier otro estudiante francés de la época, y que precisamente, porque vio que en ese camino nada tenía que decir, exploró otras vías. Que poner un ojo en una esquina del lienzo y otro en la opuesta es o haber perdido el juicio o querer que otros lo pierdan, lo que es peor aún moralmente hablando. Del mismo Dalí dice que “su pulso es firme” y que pinta muy bien, pero que aprovechó sus excentricidades para divulgar su fama; y que él prefiere pintar la naturaleza, bella como es, y el rostro humano, expresando su carácter. Dice que pinta lo natural de un modo realista, porque lo bello debe ser representado tal cual es, y que hay tanta belleza en la Naturaleza, que no hay fin en lo que de ella podamos descubrir o queramos representar, y que por ello no tiene ningún interés irse o perderse en lo abstracto. De sí mismo dice que es un pintor realista, y que “la vida y la verdad que yo tengo el don de dar a los cuados, ése es el que debo aprovechar, mis cuadros salen del lienzo, tienen una vida, una psicología que todos pueden percibir”

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Y cuando le preguntan por la evolución de su estilo, sin ningún tipo de falsa modestia, o sea, con verdadero y natural orgullo, dice que “la evolución en mi arte es que es cada vez más profundo, tengo el don de dar relieve a las cosas, y luminosidad, esta es la condición esencial”. Dice también que “el desnudo es lo más bello que hay en el mundo, el desnudo es para el pintor, como dijo Paul Valery como el amor para el poeta (…) Esta sensibilidad de la forma la tengo desde muy pequeño”.

Y sobre esto mismo, en el documental de la RTP antes mencionado, una voz sin rostro dice que: “Los desnudos de Medina seducen por su delicadeza espiritual, solemnidad y el recogimiento de los personajes. La conjunción armoniosa de la mujer, el jardín, las flores y los campos ofrece un poder visual de contemplación que emana de la identidad existente entre la juventud y la primavera. Todo es frescura y simplicidad en estos cuerpos delicados y esbeltos, de actitudes graciosas rodeados de espejos y que irradian sugestiones y delicias de sensible pureza y encantamiento.”

Por veces pinta desnudos posando entre sus propios cuadros de desnudos, en su taller de pintura. Pinta así un rayo de lo Eterno Femenino, la belleza de quien se ve bella al espejo; se propone fijar en sus lienzos caracteres fuertes y a la vez delicados, sonrientes, y, sin embargo, melancólicos, con “miradas y expresiones radiantes de espiritualidad y liquidez”; explora como todo gran pintor lo hace, el lenguaje de las manos, llena sus lienzos de flores; dice que usa el efecto de la luz para ver dónde es más bella la persona, cómo, en qué aspecto y perspectiva. Le impresiona la belleza y gracia femenina, que parece aún más viva en sus cuadros; pero también el carácter, el genio, la fuerza de voluntad que delinea rasgos y miradas, gestos y poses.

Dice que su intuición “era suficiente para observar antes de pintar, y así fue toda mi vida, observar, y después viene la inspiración para hacer lo que debo de aquella personalidad”. Dice que siempre fue muy tímido, pero que “lo que dominaban mi timidez y miedo es la certeza de lo que voy a hacer”.

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Por desgracia, las exposiciones de pintura, en su tierra natal portuguesa, no han merecido la suficiente atención de los media, porque lo que ahora se considera arte, es las más de las veces prestidigitación intelectual sin ningún ribete estético. Hoy mismo, salvo para los muy cultos o los especialistas, es un desconocido. Basta ir a youtube y teclear su nombre y el material documental que hay sobre él, en su totalidad no ha sido visitado más de 500 veces (unos 150 cada uno de los más importante, ¡una vergüenza!). Y sin embargo, muchos de los que asistían a sus exposiciones, como refiere el mismo pintor con sano orgullo en una entrevista, salían con lágrimas en los ojos, ante la magnitud de la belleza expuesta. ¡Y qué difícil es hoy, al visitar una exposición de uno de los pintores contemporáneos reconocidos por las decadencias y los libros de texto, llorar de emoción diciendo así gracias a tanta belleza!

Pero tengamos paciencia, pues como decía Platón, el alma que aún ve, ve la belleza, y si no deja de ser fiel a sí misma, sigue sus caminos.

¡Gracias, Henrique Medina!

 

Jose Carlos Fernández

Almada, 4 de Septiembre del 2014

1 comentario en “Henrique Medina y los retratos del alma”

  1. Hola muy buenas, tengo un libro de Henrique Medina a la venta, contiene mas de 50 láminas de obras de arte verdaderas, una biografía y la firma de Henrique. Si a alguien le interesa podría escribirme un correo a erpotro222@gmail.com

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