Literatura

Prólogo de la obra teatral «Ibn Qasi, el rey iniciado del Algarbe»

Portada de la obra teatral "Ibn Qasi, el rey iniciado del Algarbe", de José Carlos Fernández
Portada de la obra teatral «Ibn Qasi, el rey iniciado del Algarbe», de José Carlos Fernández

 

Existen personajes que bien podemos llamar “talismanes de la historia”. Personajes como Juana de Arco, en Francia, Rienzi en Italia, el Gran Capitán, en España o el héroe fundador de la patria portuguesa Alfonso Henriques.

Otros lo fueron y lo son, pero han permanecido enterrados durante siglos, gracias a una campaña de desinformación hábilmente dirigida. Este es el caso de Ibn Qasi, un profeta, un rey, un místico y poeta, un servidor de los designios del Cielo.

Pero la verdad es persistente, muy persistente, y siempre hay almas idealistas que prendados amorosamente de uno de sus amorosos rayos, siguen y siguen su luz como el hilo de Ariadna en el Laberinto de los olvidos y mentiras. Pueden pasar las generaciones como un viento abrasivo que todo lo deshace, y todo retorna, como decía Baltasar Gracián, a la Caverna de la Nada. El hilo de Ariadna de la verdad es irrompible y antes o después, como la verdad es lo único que no halla la contradicción en su propio seno, los rayos de una verdad, llegado su tiempo, despuntan con luz de aurora.

La política de los almohades quiso eclipsar, desesperadamente, el mérito de sus actos, hacer de él un truhán, cuando el recuerdo de todos los beneficiados de su vida y obra decían lo contrario. La nueva ideología cristiana se sintió incómoda con el pacto entre el rey católico Alfonso Henriques y un pagano infiel, en definitiva; y fue dejando que su figura se desdibujase o quedara sepultada en Cronicones que nadie consultaría.

Pero como dijo el filósofo Giordano Bruno, cuatrocientos años antes: “Las raíces amputadas que germinan, son cosas antiguas que reaparecen, son verdades ocultas que se descubren, es una nueva luz, que después de una larga noche, despunta en el horizonte”

El profesor Adalberto Alves sintió el rayo de esa verdad y ha rescatado de las brumas del pasado la majestuosa y sabia presencia de Ibn Qasi, el rey Iniciado del Algarbe: es un toque de clarín. Es necesario ahora, imitando la ceremonia siempre nueva del amanecer, evocar una y otra vez sus gestas, sus enseñanzas, su ejemplo de vida, su mística tan amada y comentada por Ibn Arabí, el Maestro Máximo del sufismo, los diálogos imaginados con sus discípulos, los muridinos; y convertir el palco de un escenario teatral en mágica evocación de la benévola figura de Ibn Qasi, no menos aleccionadora hoy que en los tiempos de su amistad con el primer rey de Portugal.

 

Jose Carlos Fernández

Córdoba, 31 de marzo del 2016

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