Ponencia de José Carlos Fernández para el Coloquio «La Paz y la búsqueda de la felicidad».
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Resulta paradójico, una ironía, o incluso un sarcasmo, que en el mismo Día Mundial de la Paz, el gobernante de Rusia esté ordenando una movilización de todos los reservistas quieran o no, para arrojarlos a las fauces de una guerra que casi nadie en su país desea, una guerra nacida de quién sabe qué pesadillas y locura, o peor, de huida hacia adelante, o de qué intereses oscuros e inconfesables («follow the money», ya sabemos), en que veremos varios países lucrar del sufrimiento de los pueblos, vendiendo por ejemplo sus stocks de armas al más puro estilo de El Padrino… y dentro de la legislación internacional. Ya lo decía Platón hace dos mil cuatrocientos años, en su libro sobre la inmortalidad del alma, el Fedón. Dice así:
«¿De dónde nacen las guerras, las sediciones y los combates? Del cuerpo con todas sus pasiones. En efecto, todas las guerras no proceden sino del ansia de amontonar riquezas y nos vemos obligados a amontonarlas a causa del cuerpo, para servir como esclavos a sus necesidades.»
Poca gente sabe que las bombas de Hiroshima y Nagasaki fueron lanzadas, no sólo porque Estados Unidos quería no simplemente la rendición del Japón, sino su rendición incondicional, incondicional, fuera cual fuera el precio. Bien, el problema era ese, el precio, las arcas de la guerra estaban totalmente exhaustas y humillar con esta rendición incondicional sería imposible ya ni con soldados ni con logística, por lo que la rápida solución era evidentemente, probar el juguete que tan pacientemente y con tantos engaños habían construido, y luego seguir construyendo más y más y más, haciendo explotar ya en periodo de paz el equivalente, y sin contar las pruebas subterráneas, a 7400 bombas de Hiroshima de 15 kilotones. Y esto sólo EEUU. Y de los efectos de las mismas sobre la atmósfera y sobre el campo magnético de la Tierra, mejor no hablar… por no empezar a preguntarnos por el origen de los cambios climáticos.
Aunque el tema de esta comunicación no es la guerra, sino la paz, ¿dónde, cómo, cuando y por qué? Y no nos satisface el lema romano de Si vix pacis para bellum, «si quieres la paz, prepárate para la guerra», por lo menos en el sentido actual que se da a esta máxima, pues esto ha llevado a países que carecen de lo más básico, o sea, en que literalmente se mueren de hambre, y sin ninguna dignidad humana, pero exhiben orgullosos sus armas atómicas, como los lobos sus colmillos a sus propios congéneres o a extraños.
Y es que el clima mental y emocional es tan exasperante, que el discurso es arrastrado hacia la temática de la guerra. Pero no, insistamos, llevemos nuestra intención, nuestra alma misma, a lo más sagrado que puede alcanzar, su más bello logro, su más legítima conquista como ser racional, y que no vemos ni en el reino vegetal ni animal, la PAZ. ¿Es posible la PAZ? ¿La PAZ en nuestro propio interior, con quienes nos rodean, con la naturaleza, con la vida, y con la muerte misma, que según todos los filósofos es el verdadero retorno a la Paz sin condiciones para las almas prudentes y que supieron mantenerse suficientemente puras y no sucumbir a las dificultades ni precipitarse fuera del Camino ante los escollos de la vida? La PAZ, que esa sí es sagrada, es bella, es feliz, honra a todos, enemiga de la violencia y de cualquier tipo de opresión, que diviniza lo que toca, como un rocío del cielo, que humaniza a los animales salvajes mismos, arrancándoles su furia, como en el mito de Orfeo cuando pulsa su lira mágica. LA PAZ, que debe ser conquistada, como los horizontes al subir a las cumbres de las montañas; LA PAZ que nos llama incesantemente, pues forma parte de nuestra esencia misma; la PAZ en que nos reconocemos los unos a los otros; la PAZ, que nos hace saber el qué, el quién, el cómo, el lugar y la naturaleza de cada uno, pues como dice el filósofo de la Academia, en medio de la vorágine y la agitación nada sabemos de nada; en medio de la tormenta lo único que podemos hacer es mantenernos a flote, no podemos fijar el rumbo con la Estrella, es necesario una paz suficiente para saber a dónde vamos, qué nos llama y hacia dónde. Como dijo el maravilloso texto místico Luz en el Sendero:
Del Seno del Silencio que es la paz, una voz resonante se elevará. Y esta voz dirá: «Hace falta algo más: tú has recogido, ahora tienes que sembrar». Y sabiendo que esta voz es el silencio mismo, obedecerás.
Mantente ajeno a la batalla que empieza, y aunque tú pelees, no seas el guerrero.
Busca el guerrero y deja que pelee en ti.
Y antes ha afirmado:
DESEA ARDIENTEMENTE LA PAZ
Platón nos enseñó que toda violencia (germen de la locura) nace de la ignorancia, y esta es consustancial con el egoísmo, que nos impide ver y vivir nuestra naturaleza y la de lo que nos rodea, respetándola. El verdadero saber, no contaminado por el egoísmo ni el miedo, traza siempre el camino en dirección a la paz, que sólo puede vivir en el renio de la pureza, si no, no es paz, simplemente es ausencia de conflicto no desatado aún. Y a veces confundimos putrefacción e inercia con paz. El amor es también la gran fuerza que nos arrastra hacia la paz, aunque para ello sea necesario enfrentar el dolor, pues no vive la paz donde vive el miedo, y el miedo es hijo del odio, y el odio es vencido por el amor, como la oscuridad por la luz.
LA PAZ, ¿DÓNDE? En el silencio de tu corazón, en la plenitud de tu conocimiento, en el descanso del buen trabajo, en la ausencia de egoísmo, en la bondadosa atención al otro, en la humildad que nos hace abrirnos ante el misterio de la vida y aún pasar de la luz a la sombra para que esta a todos llegue. En el respeto a la libertad del otro y de sus derechos naturales, legítimos. En la fidelidad a nuestros pactos y compromisos. En la conciencia del deber cumplido, pues jamás puede haber paz donde el deber te reclama. En el pan bien ganado, pues el amasado con el sufrimiento ajeno, como dice Mafalda, la riqueza que se amontona al hacer harina de los otros, jamás llevará a la paz, sino a la desolación, a la angustia y a la desesperación.
LA PAZ, ¿CÓMO? A través de la guerra interior a todo tipo de sombras en el alma, de toda fantasía y subjetividad alucinada. La PAZ en la justa medida, pues como dijeron los Siete Sabios Griegos, todo lo que no llega a la misma o la traspasa es generadora de violencia; por lo tanto, la PAZ en el silencio que permite oír y ver esa medida, y comprender su naturaleza y finalidad misma, su armonía esencial, como dice el tratado Voz del Silencio:
«Antes que el Alma pueda ver, debe haber alcanzado la Armonía interior, y los ojos carnales han de estar ciegos a toda ilusión. Antes que el alma pueda oír, es menester que la imagen (el ser humano) se vuelva tan sorda a los rugidos como a los susurros, a los bramidos de los elefantes furiosos, como al zumbido argentino de la dorada luciérnaga. Antes que el alma sea capaz de comprender y recordar, debe estar unida con el Hablante silencioso, de igual modo que la forma en la que es modelada la arcilla, lo está al principio con la mente del alfarero. Porque entonces el alma oirá y recordará. Y entonces al oído interno hablará LA VOZ DEL SILENCIO» (que es la Sabiduría o Voz que emana de la Paz misma).
LA PAZ, ¿CÓMO?: A través del sacrificio, queriendo enfrentar las dificultades y problemas, no eludiéndolos, a través de la comprensión, pues el Cielo, como dicen los Evangelios, tiene muchas moradas, y la música que hace cada alma es maravillosamente diferente, y hay que ser un idiota para querer oír el ruido de lo masificado e inauténtico. Pues no hay Paz sin Autenticidad, ya que nada genera más violencia que no ser fieles a nosotros mismos e ir disfrazados con máscaras de indiferencia por la vida.
LA PAZ, ¿CUÁNDO?, aquí, ahora, hic et nunc como decían los romanos, pues la que no nazca del corazón por muy grande que sea, es un gigante con pies de barro. Como dijo el poeta tamil Tiruvalluvar, no da fuego ni luz aquello que no se hace de buena voluntad.
LA PAZ ¿CUÁNDO?, en la cumbre de las realizaciones de lo que el destino y el alma y la vida y el deber quieren de nosotros, nunca antes. Los egipcios llamaban a esta PAZ final, La-Gran-Paz-en-Alerta-Perpetua, y la representaban por el cetro de Anubis que les permite a los Dioses vagar en las tinieblas del mundo. La PAZ es el término de los trabajos, el retorno a Casa, el fin del viaje de Ulises cuando llega a ÍTACA y expulsa del palacio a los falsos pretendientes.
LA PAZ, ¿PARA QUÉ? Porque no podemos vivir sin paz, o sin esforzarnos en hacernos merecedores de ella, y siempre supimos eso y lo sabemos ahora. Porque sin Paz, en el sentido metafórico, la cosecha está arruinada y no es posible la siembra. Ella es además el rocío de clemencia del Cielo sobre la Tierra, del Espíritu que todo lo abarca sobre los corazones humanos, que todo lo esperan. La PAZ para ser realmente TÚ, Él, YO y NOSOTROS, para que la conjugación del verbo de la existencia no sea truncado, para que la Lira del Alma y el viento de la vida continúen con esa música que nos hermana con todo lo que vive… y suspira por la PAZ.
Almada, 21 de septiembre de 2022
Fenomenal, tan profundo como lleno de amor. Quizás haya sido lo mejor que he leído en bastante tiempo, y leo mucho! Gracias