Con motivo de las celebraciones del Día Internacional de la Mujer, el escritor José Carlos Fernández ha escrito una serie de textos poéticos para evocar siete de los arquetipos femeninos presentes en la mujer. Los textos fueron presentados en una actividad conmemorativa a cargo del grupo de poesia «Florbela Espanca» de la asociación Nova Acrópole Lisboa que realizó una performance en la Estufa Fría de la capital lusa.

A continuación se desglosan, junto con una imagen de la realizada por las voluntarias de Nova Acrópole Lisboa para esta celebración.
PRIMER ARQUETIPO: LA ARTISTA
Uno de vuestros poetas dijo: “Ah, quién tuviera una Musa de Fuego para escalar los cielos de la invención!”
Veo en el cielo todas las formas de perfecta y eterna belleza y mi ímpetu creador no desmaya en querer plasmar esta armonía aquí en la tierra. Porque esta armonía en las acciones que brotan del fuego de mi mente, de mi corazón y de mis manos, es dar belleza al mundo. Y dando belleza, le damos esperanza. Porque la belleza, como afirmó Platón es la divina veste de la verdad y del bien, y como dijo otra de vuestras filósofas y poetisas, una artista de alma y pensamiento: “Conseguimos la fortaleza a través de la Belleza, tan bella, tan grande, tan infinita que cubre con su piadoso manto todo el Universo. Es necesaria mucha fortaleza para descorrer estos velos y ver lo Bello.”

El alma de la Tierra convierte en flores el centelleo de las estrellas, y en fuego el aliento del Dragón que anima el mundo entero. Ella es, como Naturaleza, mi gran inspiradora, y quiero hacer lo mismo. Para eso nos dio Prometeo el don de los dioses, para crear, para transformar la materia y convertirla en dócil servidora del espíritu, para crear en donde vivimos las maravillas del cielo. Crear nos convierte, o mejor, nos devuelve la condición divina que hemos sepultado con el barro del mundo. La perla mística se ha convertido en cieno. Crear es hacer que vuelva a la luz, que resplandezca con su eterna belleza. Crear es devolver la vida eterna, despertarla en la materia y darle cuerpo, un soporte que puedan percibir los sentidos, y sólo después la inteligencia verá y recordará lo Real con su ojo interior que estaba casi dormido. Crear es dar a luz, traer a la luz del mundo lo que vive en la luz celeste.
Oye las voces armonizadas en el Oratorio de Navidad de Saint Saens, ¿no despiertan en tu alma coros celestes, la música de las esferas? Canta tú mismo, ¿no oyes al alma que expresa los misterios de su ser? Canta unido a otras voces, a almas como tú prisioneras de la tierra, ¿no sientes que eres parte de la gran vida que amable te rodea? ¿no sientes tu responsabilidad frente al todo del que formas parte? Con la belleza te armonizas, en la armonía retornas a la unidad, y así vives, aunque sea un solo instante, el misterio de la gota en el océano, de la chispa en la llama, de tu vida en el Aliento Universal… y así sabes, otra vez, recuerdas, que eres inmortal.
Esculpe el mármol, en el ímpetu del martillo y el cincel obedeciendo tu voluntad creadora y la imagen mental que elevas a los vientos de la vida como un estandarte, haces nacer en la tierra un hijo de tu alma, tú mismo lo estás forjando, con tu amor, con tu necesidad de cielo, y la obra no es hoja seca que las circunstancias arrastran, eres tú mismo, el rastro de fuego de tu alma en el tiempo y el espacio, en la materia.
Modela la arcilla, el fuego eléctrico que recorre los nervios mueve tus dedos y da la forma de tu pensamiento a lo que allí se va gestando. Si ese pensamiento es espejo del ritmo y la geometría de cristal de lo que nunca muda y siempre espera, y si tus manos son ya expertas, ahí está una imagen del cielo, una llama de verde esperanza en la tierra, una antorcha del sentido de la vida, una luz en tu Sendero… y en el de los otros.
Escribe los versos que los ángeles te susurran, en el misterio de las letras que se unen, en las imágenes de sus significados, en las formas mentales que la sintaxis expresa, en la música de su ritmo en que la Musa danza, y que de ella viene; vas abriendo una ventana a lo infinito, y con la magia de la belleza, la luz del saber penetra en las cavernas del mundo, y allí prende un fuego, alegre heraldo de lo que fuera de la prisión espera.
Mira, ¡oh hombre!, con tu ingenio y extrayendo de la naturaleza sus tinturas, o fabricándolas, puedes evocar en una tela y con tus pinceles el verde azul de los mares, y la blancura de la nieve y de las nubes, con sus grises y sombras, la sonrisa de plata de las estrellas o los rojos resplandores del fuego. Puedes, con tu regla y compás, o directamente, darles las proporciones que Dios le ha dado a las formas vivas, y con tu imaginación, y con las leyes de la perspectiva, trasladas al lienzo la belleza de todo lo que te rodea, percibida con los ojos del alma. Y en un corto espacio, y proyectado en un plano, y con el punto en movimiento de tu lápiz o pincel, y penetrando con tu inteligencia en los misterios de la luz, te haces como Dios, creando: eres un ARTISTA. Y en el retrato eres capaz de que veamos el alma inmortal de quien está detrás. Y a través de esta imagen, como un doble, el alma de quien dejó esta tierra o está lejos nos ve, nos mira, ¡has creado una ventana al más allá! ERES UN ARTISTA
Pinto, esculpo, canto, modelo, escribo, recreo en la tierra los Jardines del Cielo, oro, diserto, reflejo en el teatro los dramas de la vida y en el discurso sus significados, bordo, danzo, construyo, invento.
¡SOY LA ARTISTA QUE VIVE EN TI!
SEGUNDO ARQUETIPO: LA GUERRERA
La Guerra es la madre de todo lo que existe. Así lo siento y así lo vivo. Todo nace del fuego y se convierte en fuego, y en todo lo que vive en su más pura armonía, en su corazón arde una forma del fuego. Y cuando arde, quema y da luz, consume y transforma, purifica. Ahí está la tensión y el encuentro de los opuestos, ahí está la guerra. La interior, que nos permite avanzar y ser cada vez más de luz. La exterior, que todo lo cambia y permite que nada se estanque y se pudra, que hace que ardan las semillas del karma y los frutos del egoísmo.
El Rojo es mi color, el corazón de Marte. Y este ojo ardiente en el cielo el símbolo de mi Casa de Ardiente Eternidad.

Todo lo que vive se esfuerza, lucha, vence y muere. Vivir es crear y triunfar, y no hay triunfo, y nada creamos sin combatir contra la adversidad, contra las dificultades. Vivir es abrirse paso entre las sombras, con una espada en llamas. Vivir es aspirar, anhelar, y a nada podemos aspirar sin la espada desenvainada y en alto, viva y dispuesta a la lucha. Vivir es dejar que el guerrero en ti despierte y comande, avance y quiebre las defensas del enemigo. Vivir es luchar contra el miedo y vencerlo, y morir sucumbir a sus frías dentelladas, a su abrazo de hielo, a sus nieblas de dudas corrosivas. Todo está dispuesto si nuestro ánimo lo está, y nada más bello que la muerte con honor, al servicio de lo que es bueno, noble y justo.
Yo soy la Guerrera, la que nunca se conforma, la que quiere más y más. La que lucha y cabalga y quiere desposarse con un horizonte que siempre avanza. Mi vida es una flecha con ojos, veloz hacia el blanco. Mi alma es una espada en llamas, no dejando que nada la aprisione y agitándose para liberar a los prisioneros de sus miedos y temores. Mi fuego no es el fuego helado de la sabiduría que permite ver, inmóviles y centelleantes como estrellas, la esencia de todo. No, mi fuego es ardiente, quema y luego conforta, ampara y abriga, es el fuego del amor que todo lo abraza y convierte en luz y vida. Mi voluntad es una rueda de hierro que nada detiene, y mi tiempo un relámpago en medio de la noche. Mi paciencia es insondable como el mar, y en ella viven todas las batallas ya libradas, todas las victorias y todas las derrotas convertidas en una sola voz, en solo murmullo, y en una oración de blanca espuma que la orilla besa y al silencio regresa.
Cuando todos duermen yo vigilo, y en lo alto de la fortaleza acecho como un halcón en la distancia ebria de amor por los que cuido, ebria de amor por las batallas. Soy como la leona que cuida a sus crías, y mi guerra es para proteger la vida, o para destruirla, si se perdió a sí misma.
El rey es rey por mi espada y mi fidelidad, por defender sus murallas, y abrir los caminos a su orden y justicia, a su cortejo triunfal. Vale quien sirve, servir es un honor. Mi libertad es obediencia y mi sacrificio plenitud, pues nada me ata, y mi canto y alegría hacen retroceder las sombras. Mi fe son rojas llamaradas, mi firmeza una roca inexpugnable y mi constancia la luz y oro de un Sol que nunca cesa.
Donde todos huyen yo avanzo, cuando todos dudan, yo afirmo, y en la noche y el silencio mi alma crece y reencuentra la pureza que renueva, para las batallas del mañana.
En las situaciones críticas y en las dificultades todos los ojos se vuelven hacia mí, pues ellas son mi vida y alimento, y es en su oscuridad y amenaza que mi alma relampaguea. Rescato a los seres perdidos en la niebla, deseco los pantanos de la negación, atravieso como un rayo los abismos de la ingratitud dejando en ellos un rastro de fuego, y destruyo las murallas de la insensibilidad y el egoísmo que aprisionan dentro las almas. Abro camino violentamente para que corran de nuevo las Aguas de la Vida, golpeo la roca y en ella nace un manantial, devuelvo la esperanza, y el canto de las batallas es un eco de la danza de los mundos.
Mi Hacha de Hierro duro y negro abate golpe a golpe los bosques de la maldad y la indiferencia cómplice y dejo que el Sol de la Verdad y la Justicia penetre con sus rayos hasta el último rincón, pues yo soy quien entra al Laberinto y vence al Minotauro, que al verme sabe que llegó su hora.
Guerra contra las mentiras.
Guerra contra la maldad y la injusticia.
Guerra contra los fantasmas del sueño y las larvas del pasado.
Guerra contra la esclavitud de las almas.
Guerra contra los vampiros que beben nuestra sangre, nuestra vida.
Guerra contra los miedos que nos paralizan y devoran nuestra humanidad.
Guerra contra las drogas y hábitos que nos estupidizan y convierten en babosas.
VICTORIA SOBRE TODO CUANTO IMPIDA EL PASO DE LA LUZ Y DEL AMOR
PORQUE YO SOY, ¡LA GUERRERA!
TERCER ARQUETIPO: LA EDUCADORA
Guiar hacia la Luz, guiar hacia el orden y la armonía, ayudar a comprender la naturaleza y a transformar el mundo, guiar los esfuerzos del alma por florecer, por dar su mensaje de belleza, enseñar la experiencia del pasado, y mostrar los obstáculos, enseñar a dominar y hacer justicia con todas las naturalezas -mineral, vegetal, animal, racional-que visten al alma humana e intentan apoderarse de ella, transferir los valores de la cultura y la civilización en que vivimos, enseñar a amar y respetar a los padres, a la familia, a la ciudad en la que estamos, a la tierra que nos ha hecho nacer, a la bandera que encarna el alma de la patria, enderezar hacia la virtud el camino a veces rebelde y tumultuoso de quienes me han sido confiados. Este es mi deber, esta mi misión, esta mi naturaleza y mi amor, porque soy… LA EDUCADORA.
Educar es permitir que la naturaleza más noble se exprese, salga a la luz, impere lo mejor sobre lo peor, trayendo cada uno al mundo su mensaje de voluntad, amor e inteligencia propio, el sello de su ser inmortal. Educar no es querer que el cardo se convierta en rosa ni la rosa en cardo, no es forzar naturalezas, no es hacerlos a todos iguales, y como en el mito de Procusto, cortar los pies o la cabeza de los altos, y estirar mortíferamente a los más bajos para ajustarlos todos a una misma medida, no es promover la igualdad mediocre, sino la excelencia de cada uno, aquello que le hará consciente, feliz y útil como ciudadano y como persona, ante sí y ante los otros, digno continuador de su pasado, semilla de esperanza futura.

Aristóteles dijo que la educación tiene raíces amargas y frutos dulces. Pues amarga y dolorosa es la estancia en el capullo de la futura crisálida, hasta que ella se libera de su cárcel y atanor de transformación y abre las alas y vuela, entrando en una dimensión nunca antes sospechada, pero a la que pertenecía por herencia. Así sucede con el alma cuando encarna en la materia, y llegado el momento debe sufrir la bella tortura de su metamorfosis, que le permite salir del sepulcro y volver a ser ella, con su capacidad de vuelo.
Yo recibo a las almas niñas, las acojo en mi seno, les doy calor, las protejo de las inclemencias y de los golpes del mundo, de sus vientos apestados, las nutro con esa leche que es como la luz de las estrellas, la de la enseñanza, hasta que, metafóricamente hablando, ellas puedan “cazar sus mismas presas y comer directamente la carne de los dioses”, o sea traer a la tierra ideales eternos y comulgar con ellos.
Las guío de la mano y las canto en sus rondas infantiles; y las enseño en sus juegos y aventuras, y las hago soñar perfección cuando duermen, al embelesarlas con mis nanas; creo los vínculos, como los eslabones de una cadena de amor con todo lo que en el mundo de las almas, ya están unidas a ellas, pero de otra manera, luz en luz: con sus padres y hermanos, con sus maestros, con el alma de su ciudad, con su cultura y con su historia, con su patria, con toda la humanidad, y con todo lo que vive, haciéndolos sentir que forman parte de una gran familia en la que todos buscan la felicidad y hay que respetar sus naturalezas sin traicionar la propia, lo mejor de nosotros mismos. Susurro en sus oídos verdades eternas que las hagan despertar del sueño en que viven, y recordar, pues al nacer bebieron del elixir del olvido, pero el amor las hará saber de nuevo quienes son. Primero con el cuento, luego con la aventura, luego con el deber, y luchando contra la adversidad, ya en la plenitud de sus fuerzas, van siempre aprendiendo, lo que les voy enseñando, desde fuera y desde dentro de sus almas mismas. Y cumplidas sus deudas con el mundo, les enseño a entrar de nuevo en lo invisible, en el reino en que los lotos permanecen siempre abiertos y nada cambia ni muere.
Les amparo y abrigo cuando niños, pero cuando ya se mantienen firmemente en pie, les enseño la verdad, para que corran alegres y prudentes hacia ella. Les apunto el camino, pero ellos deben dar los pasos y recorrerlo, incluso les advierto de los peligros y les doy armas mágicas para vencerlos, pero son ellos quienes deben enfrentarlos, pues la primera enseñanza después de los sueños infantiles, es que deben confiar en sus propias fuerzas. Dios ayuda a quien se ayuda y es mi misión que crezcan vigorosos para que sean, no la sombra de nadie ni de nada, que sean siempre ellos mismos.
Porque yo soy LA EDUCADORA.
CUARTO ARQUETIPO: LA SACERDOTISA
El mundo real es invisible, intangible. ¿Vemos los pensamientos? Y sin embargo, son ellos los que conducen nuestra vida, junto con las emociones. ¿Vemos estas, vemos la compasión, la ternura, el temor, etc.? no, lo que vemos son sus efectos ¿Vemos las virtudes, la constancia, el valor, la prudencia, vemos la ecuanimidad, la grandeza de ánimo, el sentido de la medida, el entusiasmo? No, es en el gesto que se expresan, y en las obras, que dejan en la vida un rastro de fuego. Sentimos estas virtudes como peldaños que nos acercan al reino divino, como las piedras de un puente para llegar a la plenitud y a la perfección, a la felicidad sin retorno. ¿Y los Ideales, a quienes podemos llamar Dioses?, o los Arquetipos que Platón menciona, como estrellas fijas en nuestro cielo interior, ¿son los sentidos materiales quienes los ven, tocan y oyen? No. Y sin embargo, todo lo que he mencionado vive en nuestra conciencia, la luz de nuestro interior lo ve y lo siente, lo registra, le da vida, lo hace nacer. Hace que Arquetipos, Ideales, Virtudes, Pensamientos, Sentimientos y Emociones vivan en nosotros y nosotros en ellos. Y hay un fuego espiritual que recorre toda esta escala, y haciendo arder lo más denso se eleva hasta lo infinito, y hace que lo infinito viva aún en la materia, agitándola. Y el fuego material, con su luz y calor, con su eterna danza alegre, con el hecho de ser inagotable -pues como dicen los sabios con la llama de una humilde lámpara podríamos encender todos los fuegos del mundo- es el símbolo y la imagen en la tierra de este fuego espiritual.

El Agua es también su símbolo, pues desciende desde el cielo, y su canción de vida la oye la tierra, que recibe su santa presencia con santos perfumes. Y como el fuego todo lo consume para elevarlo a una nueva dimensión, el agua todo lo disuelve, para que la vida así se perpetúe.
Yo soy la Sacerdotisa. Del Espíritu que debe llegar y despertar en los corazones, y de la naturaleza que debe florecer sonriendo al Amado. La sacerdotisa del Fuego y del Agua, del espíritu y la vida, que se hermanan. Soy la pontífice, el puente que permite que el ser humano, y las sociedades sientan la presencia de los Dioses, y que sean estos el “pan nuestro de cada día”, la bondad, la belleza, la justicia, la verdad, que nos den fuerzas para convertir esta selva que es el mundo en un jardín. Comulgamos con los Ideales o Dioses en su carne y en su sangre, en su naturaleza misma y en el entusiasmo que despiertan, en el fuego de su espíritu, en su pan y en su vino
Soy la sacerdotisa, que a través de la ceremonia y el rito, armonizo a los seres humanos con la Naturaleza y con sus Dioses. Y hago encarnar las potencias del cielo en la tierra. Y, con la magia y el lenguaje de los gestos, de los símbolos y las figuras, de las potencias naturales y sus vínculos, y de las palabras de poder, creo las formas mentales en que los dioses pueden morar, hago una “casa en la tierra” para ellos. Y así las sociedades son civilización, y se mantienen cohesas y en concordia, y no caen en el abismo de la nada; y así las personas viven y sienten su origen celeste, mantienen vertical su dignidad, como el fuego, y no caen en la animalidad, no se convierten en bestias que se despedazan para sobrevivir o para satisfacer sus pasiones.
Soy la Sacerdotisa, la que mantiene el Fuego encendido, en el hogar, en los templos, iluminando así y dando vida aquí y ahora a los Dioses, en el corazón del ser humano. Pues a pesar de la historia de crímenes de la humanidad, mientras el fuego esté encendido, con su amor maternal, con su bondad eterna… mientras el fuego esté encendido, hay ESPERANZA.
Soy la SACERDOTISA DEL FUEGO.
QUINTO ARQUETIPO: LA MÍSTICA
Hay un río interior que murmura, canta y hace florecer las rosas del alma, y cuando sus aguas se detienen, y somos sólo un cauce seco, todo es muerte y desierto, la vida perdió su sentido, quedamos prisioneros en las arenas movedizas que nos tragan. Ese río celeste es Dios y quiero beber en sus aguas puras, quiero bañarme en ellas. Quiero llegar a su manantial y ser otra vez cielo y luz, y quiero ir con sus aguas hasta el corazón de todos los que sufren y darles consuelo, derramar mi alma y la de Dios en ellos, en ellos morir y renacer como el río que funde sus aguas con las de un mar de amargura y así lo endulza. Quiero llegar a Dios, que es Unidad, quiero fundirme con él, quiero ser un cáliz místico donde él se vierte, y hacer su voluntad, ser su misma voluntad. Perderme en el mar de su amor, dejar espacio a la vida, a Su vida, y hacerme cada vez más pequeño, y más pequeño, hasta ser un átomo, o una chispa perdida en su Luz.
Ay todos los que sufren, si supieran cómo Dios los ampara, si supieran que ese dolor los hace puros y a Él los lleva. Y aunque se sientan solos, sin abrigo ante el frío de sus vidas, Dios es su fuego y abrigo.

Y como en el silencio todas las voces se funden, una a una, así sus almas están en Dios. Y como en la noche todos los perfiles se desdibujan y se desvanecen en su amoroso abrazo Dios es antes, es después, es ahora, y sus vidas son un sueño para despertar en él.
Santa lluvia, háblame del Amado, con tus arpegios de cristal.
Santo fuego, dime con tu luz y calor como él vive en el corazón de cuanto alienta, y que pueda en él quemarme como en ti, fuego, se quema la madera, y liberarme de todo lo que no es Él, de todo lo que no es Luz, Amor y Vida.
Santas brisas, abrazadme con su amor y bondad en las que nadie está nunca solo y perdido.
Santo Sol, que vea a través de tu ojo abierto en los cielos, y en la bendición de tus rayos el misterio de tu nombre y sacrificio para dar vida al mundo, tu sangre derramada, para que todo viva y respire, para que todos, buscando la felicidad, te busquen, en verdad y sin saberlo, a ti.
Santas estrellas, que vuestro centelleo de plata en las noches sea una sonrisa de esperanza, una llamada a Él.
Santas almas humanas, cesar en vuestras luchas y miserias, dejad de perder el tesoro del tiempo que os ha sido dado, y volved a Él los ojos, sentirle como el Gran Imán que a todos nos llama, encaminad a él vuestros pasos, consagradle vuestro corazón, y haced lo que su voluntad inspire u ordene en vuestro silencio.
Santa tierra, sé paciente con nosotros, que aún no lo hemos encontrado, y en la furia animal de no hallar el sentido, nuestro camino es impío, nuestras pisadas ofensas, y nuestras manos y corazones están sucios y ensucian tu bendita presencia, la gracia y belleza de todo lo que en ti vive. Y te estremeces, como una madre, herida por la violencia y crímenes de sus hijos, que de ella reniegan.
Santa noche y santa soledad, tráeme de nuevo al Amado, vierte tu rocío de belleza y bondad en mi corazón, tu elixir de inmortalidad con que pueda socorrer a todos los que sufren, sin saber por qué, y amar a todos los que odian, porque nunca abrieron las ventanas a tu Luz.
Por ti quiero errar en el desierto sin fin, por ti morir de sed, por ti lacerar esta carne que es prisión y es tumba.
Por ti quiero hablar a las multitudes confusas, y dirigirlos hasta la Espada en Llamas, cuya sola presencia verticalizará sus almas, y sentirán de nuevo la dignidad de ser Hijos de Dios, hijos de su Voluntad y de su Amor.
Por ti quiero morir en los otros para que ellos puedan vivir. Luz prisionera en su ignorancia, esperando siempre en la hora de su despertar. Y así, cuando abran los ojos, sabrán que no están solos, que hay una luz que les habla de ti, y hacia ti los conduce. Santas lágrimas, sangre del alma, de los que te han reconocido detrás de las máscaras.
Por ti quiero ser martillo que forja sus voluntades como espadas, y ser yunque que recibe los golpes, lecho de su forja, y fuego que las hace dóciles a tu amor, y aguas frías en que gritan para ser, para levantarse firmes y dispuestas al combate. Pues “las espadas forman parte de los Decretos de Dios”, y cada alma humana debe ser como una espada en alto, recta, y fiel en su servicio y juramento. Y yo seré el alma de esa espada, y su amiga, y la dama del caballero que la porta, y su voz, y su sueño y esperanza, y su luz, y la tierra en que penetra para él orar, y el cielo al que ella fecunda para luchar, y la estrella que baña con su luz su afán y su metal, y los murmullos de los bosque sagrados en que él reposa, y el horizonte hacia el cual cabalga.
PORQUE YO SOY LA MÍSTICA
SEXTO ARQUETIPO: LA INVESTIGADORA
Todo lo que sucede sucede por una causa. Y toda causa en este mundo es efecto de otra anterior en un río de causas y efectos que llamamos armonía del mundo. Pero existen causas horizontales, en el mismo plano en que se origina el efecto y causas verticales, aquellas de las que el efecto es expresión, símbolo. La búsqueda de estas causas, el amor a aprender, el seguir las huellas de la sabiduría en el laberinto de la existencia, el Hilo de Ariadna en el Laberinto, responder a las preguntas de la Esfinge, o sea de la Naturaleza, este es mi afán, esta es mi naturaleza, mi vocación, porque soy LA INVESTIGADORA.
Y no sólo la Naturaleza es importante, también la Historia lo es. Todo lo que sucede es importante, y todo lo que nace en y de la mente y el corazón humano es importante. Todo esto enriquece el alma, la llena de resplandores que la guían en la oscuridad, le hace ver sus propios tesoros internos, hace retroceder sus sombras y miedos. Un filósofo dijo: “Que nada humano te sea ajeno”, las huellas de lo mejor del alma humana nos guían en el propio camino de la vida y en el camino interior.

Soy LA INVESTIGADORA, vivo en todos aquellos que quieren aprender, que quieren descubrir la verdad oculta mas allá de las apariencias. Mi deseo de saber es insaciable como el fuego, pues todo puede arder, todo puede convertirse en luz. Hay miles de preguntas que esperan respuesta. Hay miles de respuestas que abren a nuevas preguntas, y así el sentido de la vida va abriendo sus alas y vuela, como un dragón de fuego.
Arte, Física, Química, Botánica, Zoología, Literatura, Historia, Filosofía, Lingüística, Psicología, Economía, Política, Derecho, Astronomía, Matemática, Fisiología, Medicina, Geología, Iconografía y Simbología Arcaica, Música, Antropología, Arquitectura, Religiones Comparadas, Estética, Retórica, Dialéctica y decenas de ciencias y saberes puros o aplicados más.
Y aún las ciencias más ocultas, que revelan los secretos trascendentales de la naturaleza y los poderes del alma humana: Matemática y Geometría Sagrada, Magia Ceremonial, Antropogénesis, Cosmogénesis, Alquimia, Astrología y todos los saberes que expresan la ley hermética: “Así es arriba como es abajo”, así en el Cielo como es en la Tierra, así en el infinito que nos rodea como en el infinito que abarcamos.
Vuestro saber, en el siglo que vivís ha avanzado mucho, pero se estancó en posiciones materialistas, en la rigidez, y en el rechazo a investigar aquello que os arranca de posiciones preestablecidas, de vuestros rígidos y obsoletos paradigmas. Y está en peligro de muerte, pues casi toda investigación sirve hoy a intereses mundanos, y es alimentada en el horno del egoísmo, y debe dar cuentas a quien paga, no a la verdad. Si os apartáis de la humildad, de la búsqueda de la verdad, del amor a la sabiduría, del respeto a la naturaleza y a la vida, de las intuiciones del alma, del sentido de trascendencia, vuestro conocimiento se estanca, pudre y muere y acabaréis por no creer ni saber nada, o por dejaros llevar por todo tipo de fantasías estupidizantes. El saber nace de una contemplación, que los griegos llamaron teoría, y llegar a esta es un esfuerzo heroico; no es una simple opinión que queremos verificar, hija de nuestro mundo psíquico turbulento. Es una estrella en lo alto y la ciencia nos enseña a abrir los ojos y verla, transforma nuestra vida, la ennoblece, la dignifica, nos da la luz y objetividad de saber los pasos que damos y cómo podemos seguir adelante. El conocimiento es una antorcha que nos da calor, que nos ampara, que nos permite ver, que aleja las sombras del miedo de nuestro corazón, es una roca sólida sobre la que construir, en vez de las arenas movedizas de la ignorancia.
El alma quiere naturalmente aprender y hace preguntas; el niño, sin prejuicios aún, quiere naturalmente saber y hace preguntas sobre todo lo que le rodea. En nosotros vive, como un poder del alma del mundo, la necesidad de saber y encontrar la verdad, de seguir los vestigios que nos pueden llevar hacia ella. Déjame que te acompañe, deja que te lleve de la mano por este camino, vivo en ti como necesidad de aprender, porque soy LA INVESTIGADORA.
SÉPTIMO ARQUETIPO: LA MUSA
Habéis alguna vez oído la Música de las Esferas. Un filósofo griego os dijo que si no la oís es porque está siempre ahí, desde que nacisteis, como si hubieseis nacido y vivido siempre al lado de una gran cascada que no veis. No podéis sumarla ni restarla, amplificarla o disminuirla, lo que significa que sin elemento de contraste, la identificáis con el silencio.
Así, en todo momento os rodean músicas sublimes, bellezas inefables, enseñanzas inmarcesibles, que parecen surgir del silencio, y que soy yo que las hace nacer en vuestro corazón, o las susurra en vuestro oído. Porque soy LA INSPIRACIÓN, la MUSA.

Los griegos hicieron de las Musas hijas de Zeus, el Espíritu, y la Memoria. Las nueve cantoras celestes, un coro dirigido por el Dios Apolo, la Luz. La poesía, lírica y la heroica, la tragedia y la comedia, la oratoria, la danza y la ciencia y arte de los astros, la historia y la música. Y dijeron que el flujo celeste de cada una de ellas venía de una de las nueve esferas delimitadas por el movimiento de los planetas, y las estrellas fijas, con distinta velocidad de giro y distintas proporciones en sus distancias y movimientos.
El alma, en el mundo está como dormida, muerta, como una momia en un sarcófago, y la única voz que le da vida es la mía, la voz de la Inspiración, el centelleo de los Ideales en la caverna de esta dimensión material.
Por INSPIRACIÓN el alma sabe que no está sola, que infinidad de almas la acompañan en este curso infinito, y que con todas ellas, de un modo u otro, hay un vínculo, una capacidad de respuesta, una resonancia, como una voz que a otra responde.
Por INSPIRACIÓN responde a todo lo que es bello, bueno y justo, vibrando como una cuerda musical que es pulsada por vientos invisibles. Por INSPIRACIÓN, y como a la luz de un relámpago, reconoce lo que es verdad, y a esto lo llamamos intuición.
Por INSPIRACIÓN siente los efluvios del amor y acepta el sacrificio de estar crucificada, y aceptar el destino, esa Némesis vengadora, la quintaesencia del dolor y la limitación misma, la única que la puede hacer pura y le devuelve la armonía perdida.
Por INSPIRACIÓN siente que puede danzar y volar, y estar aquí y allí en un instante, y evocar con sus gestos y movimientos la misma danza de los mundos, y celebrar la alegría desbordante, sin límites que es la voz y dolor de todo lo que nos rodea.
Por INSPIRACIÓN sabe que puede decir discursos que darían vida a las piedras y curarían todo tipo de enfermedades, discursos que harían estremecer el corazón de la existencia mismo, alejando todas las sombras como la niebla se disipa con los rayos matutinos. Y oír y sentir los mensajes del fuego, y qué dicen las estrellas, qué las hojas de los árboles agitadas por los vientos, y el canto de los pájaros, qué murmura la tierra en su fértil silencio, y qué el beso del agua, y la sabiduría infinita, insondable de un solo rayo de luz, círculo de eternidad que abraza el universo entero.
Por INSPIRACIÓN comienza a interpretar los mil símbolos de la vida y las situaciones que ésta genera más armónicas o menos, y a sondear los misterios del corazón humano. El drama de la vida le va haciendo penetrar en su santuario, paso a paso.
Yo soy la Musa, tu INSPIRACIÓN, la luz y belleza de todo lo que amas, tu vida, tu honra, tu gracia, tu honestidad misma. Tu verdadera amiga y tu verdadera amada, la que nunca te abandonará si no te abandonas, tu ángel, tu esperanza y paz hoy y quien te acompañará mañana más allá de los portales de la muerte. No me posees y sin embargo te seré siempre fiel. Si no sigues mis pasos siempre te espero, triste y anhelante. Y juntos de la mano, sabemos que podemos conquistar el mundo y avanzar por otros caminos invisibles hacia donde se fundan en dos para siempre nuestras almas, como dos llamas de fuego en una, como la voz, al fin, en el silencio.
José Carlos Fernández
8 de Marzo de 2020
