Literatura

¿Los cien mejores títulos de la literatura universal?

En el periódico ABC cultural, y con muy buena intención, han editado una lista de “los 100 mejores libros de la literatura universal”, consultando a una serie de expertos en literatura y escritores reconocidos. Les han preguntado cuáles son, para ellos, los diez mejores libros, en orden de importancia, atribuyéndoles un valor que les ha permitido hacer la lista de los cien, según su puntuación. Ésta es evidentemente una forma de hacerlo, otra sería haberles pedido a cada uno directamente los mejores cien y en qué orden, puntuar y ver luego el resultado que, habría sido, sin duda, muy diferente del anterior.

También habría que considerar qué es exactamente buena literatura. Que estriba, pienso, no sólo en cómo sino también en qué se dice. Hay libros magníficamente escritos que enferman el alma, que la envenenan. Además es evidente que esta lista ha sido realizada, no por escritores o lectores de todas las lenguas (aunque se hable de “los mejores libros de la literatura universal”), sino por autores españoles en su mayor parte, lo que también es una limitación, que quizás debería haber sido humildemente expresada.

Aquí está la lista y el cómo ha sido formulada

http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-100-mejores-libros-literatura-universal-201806030125_noticia.html?#ns_campaign=mod-outbrain&ns_mchannel=abc.es&ns_source=organico&ns_linkname=desktop-tablet&ns_fee=AR23_1fila

http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-elaboro-lista-100-libros-imprescindibles-201806030126_noticia.html#ns_campaign=rot-se&ns_mchannel=loultimo&ns_source=noticia-cultura-cultural&ns_linkname=2-asi-se-elaboro-la-lista-de-los-100-libros-imprescindibles&ns_fee=7

El lector disculpará mi ignorancia, pues varios de estos títulos jamás los había oído ni mencionar y muchos no puedo valorarlos pues aunque sí haya leído referencias, me ha dominado la pereza existencial, y la atracción de otros. Ciertamente, de los libros que aparecen en esta lista, más de una cuarta parte, en menos de un cuarto de siglo habrán entrado por sus propios (de)méritos en la caverna del olvido permanente, por más que sean hoy best sellers, y una persona no sea considerada culta si no los ha leído o por lo menos hable de ellos como si tal, que es lo más frecuente.

Aunque la suma del conocimiento y de las letras universales sea como un bosque sagrado donde cada título es una de las hojas –más o menos grandes, delicadas, o bellas-de uno de sus árboles, cien títulos es una buena lista, darían para una excelsa formación, si los libros son excelentes, de verdad, y si no hubieran sido tan sólo leídos sino meditadas sus enseñanzas con dedicación, paciencia y esmero.

Desde luego nos ha extrañado no ver algunos títulos, quizás por las razones antes mencionadas, títulos cuyos ecos reverberan en el corazón de la Humanidad, escritos hace unos años  o varios milenios. Son Clásicos, con mayúsculas y letras de diamante.

Por ejemplo, cómo no está Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, asombrosa alegoría del vuelo y perfección del alma humana, o Luz en el Sendero, de Mabel Collins, cuyas máximas demarcan los peldaños de oro o luz solar-espiritual- que llevan a la total plenitud, seis páginas que en las futuras escuelas se aprenderá quizás de memoria; o Voz del Silencio, el mejor tratado de mística budista nunca escrito en una lengua occidental, según el Panchen Lama, maestro del Dalai Lama en la jerarquía tibetana.

Es una alegría, no esperada, encontrarnos con la Epopeya del Gilgamesh, la biblia mesopotámica durante más de mil años, pero ha sido imperdonable que no haya rastro ni del magno tratado filosófico del Bhagavad Gita, ni del Mahabharata o el Ramayana, las grandes epopeyas de la India, su gran tesoro nacional de literatura y religión. O de la epopeya finlandesa del Kalevala. Bien, el Calila y Dimna, pero quizás más hubiera merecido el libro del que extrajo sus conocimientos, o sea, el Panchatantra hindú. Magnífico que estén los Upanishads, los tratados metafísicos más sublimes de la historia humana, pero menos que estén en la posición nº 91 (o sea, que de todos los autores solicitados, uno o dos sólo habrán leído algún de sus 108 tratados). El Libro de la Salida del Alma a la Luz del Día –que llaman “Libro Egipcio de los Muertos”- debería estar en ella y entre los diez primeros títulos.

Desde luego me ha extrañado que no esté el Fausto de Goethe (¡ninguno de los pasos de este gigante!), ninguna obra de Kant –Crítica de la razón Pura o Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres-ninguna de Nietzsche –imperdonable que no esté Así habló Zaratustra-ni “El coloquio de los pájaros” de Farid ud din Attar ni las Enéadas de Plotino, dada de Ibn Arabi, de Al Gazzali, ni de Rumi ni Avicena, ¡triste ausencia! Como la del Collar de la Paloma de Ibn Hazm por no decir, claro está, el Corán o el Popol Vuh maya o la Leyenda de los Soles azteca, ni Ficino ni Pico de la Mirándola, ni Giordano Bruno, ni los poemas de Milarepa –aunque fueran traducidos-todos con joyas iridiscentes en la red mental que tejen sus palabras, en la música de su discurso. Ni el Evangelio del Buda de Paul Carus, obra sublime donde las haya, ni los apócrifos de Tomás y Felipe, ni uno de los poemas místicos más excelsos del siglo XIX, “La Luz de Asia” de Edwin Arnold.

De Dostoievsky hay cuatro, pero yo hubiera puesto entre los diez primeros al Idiota y no casi al final. Mil veces antes que la Metamorfosis de Kafka, habría elegido la de Ovidio, o su Arte de Amar, o las Heroidas, que no nos enraízan en todas las porquerías del inconsciente, sino que nos elevan con las alas del amor, y la belleza y nos ungen con la compasión de lo profundamente humano, sin necesidad de remover los detritus en descomposición en su fondo (por cierto, no hay ninguna obra de Freud, ni de Jung, ni de Sartre, experto en estas exudaciones existenciales escatológicas).

Y siendo los que han elegido autores de lengua castellana, no tiene perdón del Dios de las Letras (Thot egipcio, Hermes griego, Sarasvati o Ganesha hindú o Wenchang Huang taoísta ), ni tampoco del Alma Hispana, que no figuren en esta lista ni Rubén Darío (a quien tanto los autores del 98 como los del 27 consideraron el “príncipe de las letras”), con sus poemas de fuego, ni Amado Nervo, el más filósofo de los poetas, ni Pablo Neruda, con la amorosa respiración de su verso, ni Juan Ramón Jiménez, con su prosa y lírica cristalina, aunque nos alegra que se hayan acordado de los poemas de Miguel de Unamuno, tan recios y severos.  Nos alegra la presencia de Luis Cernuda, con sus poemas que fluyen como un manantial de aguas límpidas, pero han sido castigados  Valle Inclán, Pío Baroja, Concha Espina, Jose María de Pereda, y tantos otros excelsos todos. No hay nada de Ortega y Gasset, el rey-filósofo de la metáfora , ni de Emilia Pardo Bazán, nada de Azorín, ni de Miguel Hernandez… en fin, va a ser necesario recomendar a la gente que no lean tantas novelitas de Corin Tellado o semejantes y depuren los ingenios… obtusos, por ejemplo, después del tan orgiásticamente cacareado y pornográfico “50 Sombras de Gray”, vomitivo, o las fantasías eróticas de vampiros à gogo.

Y de acercarse a otras tierras y otros cielos, bien, eso sería pedir de más. Un poco de literatura alemana, un poco de inglesa y americana, y ya está. ¡Un solo autor portugués, Saramago! Si halláramos Los Lusíadas habría sido un lujo lusitano, si Los Maias o alguna otra obra de Eça Queiros bien lo habría merecido, o los vigorosos poemas de Guerra Junqueiro, tan admirados de Miguel de Unamuno, especialmente sus Oraciones a la Luz y al Pan, o los Sonetos de Antero de Quental, o los Cuentos de Miguel Torga. Felices los leeríamos en esa lista, casi huérfana en lo que se refiere al país hermano, del que prácticamente desconocemos todo los españoles. La poesía de Florbela Espanca, si estos jueces de las letras la hubiesen leído en portugués, bien sería reina, princesa de rango o dama principal en ella, pues alcanza categoría de Musa, algo que sólo se hizo, que yo sepa, con Safo, la poetisa del amor, autora que por cierto no está tampoco en esta lista. ¿Y de Fernando Pessoa?, ¿nadie se acordó?, aparece sólo en el título del libro de Saramago, en su heterónimo de Ricardo Reis.

Y la Historia en esta lista, casi ausente. Si no vemos a Plutarco (no solo por las Vidas Paralelas, sino por sus Moralia) ni a Herodoto, ni a Tácito ni a Tito Livio ni a Suetonio ni a Diógenes Laercio, alguna buena novela histórica debería debutarse en ella, o el Rienzi de Bulwer Lytton o alguna otra más moderna, o alguna autobiografía, aunque sea la de Charles Chaplin, que por cierto es muy interesante o “Mi vida” de Isadora Duncan que es admirable. Por lo menos Los Ensayos de Montaigne en algo redimen esta lacra.

 

Que no esté “Tierra de Hombres” o “Vuelo Nocturno” o “La Ciudadela” de Saint- Exupèry  ya es difícil de aceptar, pero ¿“El Principito”?, ¿en una lista de cien?. Señores, esta lista no nos sirve, desenfoca, desbarra y se deshace en minutos. ¿No está El Profeta de Khalil Gibrán?, ¿ninguna obra de Rabindranath Tagore?, ¿el Señor de los Anillos?, uno de los libros más bellos y leídos de la historia, lo que no siempre tan felizmente coincide.

De China, abandono total, debe ser una especie de política de asedio cultural, o ceguedad eurocentrista. No nos extraña que no esté el maravilloso “Viaje a Oriente: las Aventuras del Rey Mono”, porque requiere cierto bagaje, o el Romance de los Tres Reinos, que debería, como el anterior. Pero que no se hayan incluido las obras de Confucio, Mencio o de Lao Tse, es una ofensa o grave falta, tanto como que no estén las Meditaciones de Marco Aurelio ni las de Descartes, o el Gengi japonés del siglo XII de Murasaki Shikibu o el tratado del budismo zen Shobugenzo de Dogen o el teatro de Kalidasa, el Shakespeare de la India. Tampoco, de nuestra Europa hay nada de Byron, ni de Shelley, ni de Yeats, ni de Keats, no está el Zanoni de Bulwer Lytton ni el She de Ryder Haggard, ni el Drácula de Bram Stoker, ni de las obras excelsas, éstas de EEUU, de Robert E. Howard, todas las mencionadas pasadas una y otra vez al cine.

Si no hemos visto nada de Balzac, ni de Victor Hugo, nos nos extrañe así no ver tampoco nada de Zola. Y de este modo no nos sorprende que se hayan olvidado de Alfonsina Storni, como de Becquer, de Lope de Vega y Calderón, y tantos otros que nos avergüenza no ver entre varios desconocidos cuando no advenedizos.

Así  también no lloraremos al no ver “The Dream of Ravan” de autor anónimo, Isis sin Velo y Doctrina Secreta, o Cuentos Ocultistas de H.P.Blavatsky, el Ankor el Discípulo o el Alquimista de Jorge Ángel Livraga, todos ellos merecerían estar entre los primeros de la lista, y no dudo que en el futuro lo estarán.

 

Jose Carlos Fernández

Almada, 3 de Junio del 2018

1 comentario en “¿Los cien mejores títulos de la literatura universal?”

  1. Excelente análisis, tiene toda la razón Sr. Fernández. Hay joyas de la literatura que no figuran en la lista. Personalmente me conformo con los clásicos aunque lo los hayan considerado, ellos son luminarias para avanzar por caminos interiores y exteriores hacia la Luz de la Verdad.

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