Entre las reglas budistas de un debate, una de ellas afirma que si el otro no escucha lo que dice, o defiende absurdos, o niega lo que es evidente, no tiene sentido continuar tal debate. Existe la expresión, “diálogo de sordos” o “no hay diálogo posible con un loco”.
Hay debates que son como diálogos de sordos, las posiciones son como el encuentro del agua y el aceite, no hay escucha mutua.
Plinio, el militar y naturalista romano del siglo I d.C. dice que uno de estos debates –y que continuó hasta la Caída del Imperio Romano-era sobre si la Tierra era redonda o no. Dice también que este debate definía si la persona era culta o no. A saber, todas las personas cultas sabían que era esférica, por argumentos geográficos, trigonométricos, astronómicos –sombra circular de la Tierra en la Luna- etc. Argumentos que las personas incultas eran incapaces de seguir o aceptar. Estos argumentos no eran persuasivos, eran determinantes, decisivos, pero no aceptables por los que no querían hacer el esfuerzo de seguirlos, o por aquellos que tenían prejuicios religiosos que le impedían aceptar la verdad, simple, como ella siempre es.
Por ejemplo, en el siglo III, IV y V d.C., personas de gran cultura y erudición, capaces de seguir estos razonamientos, se negaban a aceptar sus conclusiones por razones religiosas sectáreas, en este caso cristianas. Aquí el problema se hizo serio, porque arrastraron a multitudes, quienes acabaron negando la esfericidad de la Tierra… y luego prohibiendo todo texto de conocimiento que argumentase científicamente tal (por ejemplo, las obras de Eratóstenes de Cirene, del siglo III a. C. ), luego todo libro “pagano” o que no llevase el “imprimatur” de la época (también los textos de Orígenes fueron censurados, aún cuando fuera cristiano); y luego toda afirmación en las calles de la ciudad, que podía convertirse en pena de muerte para quien tuviese la osadía de hacerla u oírla. La llama del saber clásico se apagó, la ignorancia de la Edad Media devoró, como un ácido cáustico, toda ciencia seria sobre la naturaleza, retrogradando a las gentes a un nivel lítico (sin capacidad, si quiera de elaborar cerámicas), salvo en minúsculos núcleos de minúsculo saber.
Personas cultas que se negaron, rotundamente a oír o aceptar los argumentos decisivos de la esfericidad de la Tierra fueron, por ejemplo, Lactancio (siglo IV d.C.) y San Agustín (finales del IV y principios del V d.C.). Por desgracia eran grandes oradores, cuando no ardientes demagogos.
Para Lactancio era fácil combatir esta doctrina espúrea de la redondez de la Tierra. Y más ante oyentes incultos:
“¿Habrá alguien tan necio que crea que hay antípodas con los pies opuestos a los nuestros, gente que anda con los talones hacia arriba y la cabeza colgando? ¿Que hay una parte del mundo en que todas las cosas están al revés, donde los árboles crecen con las ramas hacia abajo, y donde llueve, graniza y nieva hacia arriba? La idea de la redondez de la Tierra fue la causa de inventar esta fábula de los antípodas con los talones por el viento; porque los filósofos que una vez han errado mantienen sus absurdos, defendiéndolos unos con otros.”[1]
San Agustín argumenta de un modo semejante, dice que si la Tierra fuese redonda, los que están hacia abajo se caerían, que si gira saldríamos despedidos, que si andamos al revés tendríamos dolores de cabeza constantes. A él no le supuso esfuerzo ni pudor, aceptar la verdad absoluta de la nueva religión (bien mezclada con la antigua hebrea, adulterada), simplemente porque pidiéndoselo, Dios le curó un dolor de muelas. ¡Cosas veredes…! Y arrastrar con sus discursos y libros a la insensatez (por lo menos en cuanto a Ciencia se refiere) a las multitudes. Ya lo dijo el Eclesiastés, hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar. Y también uno para recordar y otro para olvidar. Había llegado ese momento.
Aun hoy millones de personas niegan la esfericidad de la Tierra, y un buen porcentaje dentro de las llamadas sociedades civilizadas, por ejemplo en Estados Unidos. Y se aferran a sus argumentos (con los que uno no sabe si reír o llorar), le enseñan a sus hijos que la Tierra es plana, y prohíben todo argumento o enseñanza contrario. Los vemos pulular por Internet, como sombras del pasado que vuelven, como malos augurios, fruto de la descomposición moral, y oscuros presagios de una nueva Edad Media.
Pues bien, uno de los debates ya medievalistas de nuestro siglo es sobre si el hombre llegó o no llegó a la Luna.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el imperativo sociopolítico fue la conquista del Espacio. No por razones místicas, ni románticas, ni por un exceso de energía vital (bastantes problemas había aún en el mundo), sino con objetivos estratégicos militares, como había sucedido con la liberación del poder del átomo.
¡Qué bien lo aprendieron los Estados! Quien gobierna en el agua, domina la tierra (ver la Guerra Chino Británica del Opio), quien domina en el aire, vence en la tierra y el agua (II Guerra Mundial), quien domina en el espacio es señor en la tierra, el agua y el aire. Y quien domina las ondas de información, el “espacio virtual”, vence en todos los demás. Y sin embargo, más poderoso que todo ello, aunque tarde en manifestarse, es el poder acerado de la Verdad, y la luz indeclinable de la Justicia, ¡pero ambos necesitan sus heraldos, que son sus servidores, pues las sucias manos del egoísmo no llegan a alcanzar su pureza y designio!
La tecnología perfeccionada de los misiles V1…V5, con Von Braun, permitió construir los modernos cohetes de la astronáutica actual, aparatosos, y que han llenado de chatarra y basura metálica lo que antes era el elemento incontaminado, el espacio.
Gracias al impulso dado por John F. Kennedy, los americanos, con un ritmo progresivo e imparable, se hicieron sueños del espacio, alcanzando el 21 de julio del 1969 la Luna, posando el módulo lunar Eagle en el Valle de la Tranquilidad. Menos de 20 años después el pulso económico y teatral de un exactor presidente Ronald Reagan, al presidente soviético Gorbachov, en la llamada “guerra de las galaxias” –que no era para tanto, pues nunca se salió de la magnetosfera de la Tierra- hizo colapsar la Unión Soviética y sentimos por todas partes el batir apestado de alas de harpía y desolación del neoliberalismo económico. La entronización de la mentira –que hizo que muchos sociólogos llamen a este periodo que vivimos la “era de la postverdad” –sembró gérmenes de dudas en las conciencias, y por dudar y dudar, se llegó a dudar que el hombre hubiera llegado a la Luna.
En plena Guerra Fría, y ante la necesidad de vencer en el imaginario del mundo, ¿no habría sido todo un montaje teatral, un fraude, el más grande de la Historia? Esto pensaron.
Hoy mismo, el 11 % de los norteamericanos, según una encuesta realizada por la NASA, cree que el alunizaje, en verdad, fue un fraude, y que se filmó en el Desierto de Nevada, a 150 kms de Las Vegas.
“Bill Kaysing, uno de los más férreos defensores de la teoría de la conspiración respecto a la llegada del hombre a la Luna, trabajó en 1956 y 1963 como redactor técnico en las misiones Apolo. “Durante este tiempo la NASA realizó un estudio de viabilidad que indicó que sólo tenían un 0.0017 % de posibilidad de situar un hombre en la Luna y devolverlo a la Tierra” –dice Kaysing, y asegura que es imposible que para 1969 hubiesen alcanzado un éxito del 100%”
Los incrédulos o conspiranoicos dijeron:
¿Por qué no se ven las estrellas en las fotos? Y se les responde que su luz es insuficiente en fotos con tan corta exposición.
¿Por qué hay sombras en ángulos y medidas imposibles? Los expertos las analizan y explican una a una, sabiendo que toda superficie reflectora se convierte en foco de luz.
¿Por qué ondea la bandera de la USA, si en la Luna no hay viento? En realidad no ondea, pero tiene una varilla que la sostiene, y los propios pliegues hacen parecer que ondea, pero en el video se ve perfectamente que está fija.
¿Por qué nunca más se volvió a la Luna? Es muy caro y muy peligroso. Y hay muchos factores entonces desconocidos que no se controlan, como por ejemplo las erupciones solares, que podrían fulminar a los astronautas, fuera de la protección de la Magnetosfera (afortunadamente no hubo ninguna especialmente violenta durante los precedentes viajes).
Además, los primeros que habrían denunciado el fraude habrían sido los soviéticos, pues quedaron vencidos, humillados y arruinados, y hubieran “peinado” todos los datos buscando la más mínima posibilidad de fraude o impostura.
Quien quiera investigar bien el tema encontrarán pruebas abundantes y detalladas, muchas de difícil o imposible falsificación.
El rastro de las ruedas, y los objetos dejados en el desierto lunar son ya visibles con los telescopios del espacio. Se dejó un espejo para determinar constantemente, gracias a un impulso laser enviado desde la Tierra, la distancia con precisión milimétrica entre ésta y la Luna. 400.000 trabajadores estuvieron implicados en las diferentes etapas o partes del proyecto de la NASA, demasiados, para mantenerlos a todos engañados o silenciados. El cohete espacial Apolo XI y el módulo lunar y sus emisiones fueron seguidos por varios radiotelescopios, en diferentes lugares de la Tierra, entre ellos, España. Además, ¿habría sido posible conseguir tal cantidad de rocas lunares buscadas de entre los poquísimos meteoritos que nos llegan de Ella desde el espacio?
Y para mí, la prueba más definitiva es el movimiento del péndulo en la Luna, que oscila más lentamente. Y si fuera falsificación obligaría a los astronautas a movimientos imposibles, como se puede ver en la siguiente página
https://www.youtube.com/watch?v=HVxmMP4iF0E
En fin, negar negar, hasta San Pedro negó tres veces al Salvador, y después lloró amargamente. Seamos más sensatos, más cultos, más filósofos, examinemos los hechos, los argumentos y aún la verosimilitud. No basta negar lo que no queremos que nos convenza, pues así, en cien años más acabaremos negando todos de nuevo que la Tierra es redonda o que las enfermedades o el embarazo tienen causas naturales, etc. Si esto fuera así, nos hallaríamos de nuevo en lo más profundo de una Edad Media, o aún peor, de Piedra.
Jose Carlos Fernández
Almada, 26 de Enero del 2018
[1] Extraído del libro “Vida del Almirante Don Cristobal Colón” de Washington Irving, pag. 49 Ediciones Istmo.
… y fíjese, aunque ya lo ha demostrado en reiterados artículos, los paralelismos, o mejor, perfectas semejanzas entre los “descubrimientos” recientes de La Astrofisica y de La Física Cuántica y los conceptos, es verdad que retóricamente descritos, que asesoran sobre los límites a los que ha sido capaz de llegar El Misticismo, como técnica de exploración… ese Misticismo, con mayusculas, que no tiene miedo de romper dogmas, ni de saltar “el horizonte de sucesos”, aunque el lenguaje, las imágenes, que utilice venga determinado por el contexto cultural (espacio/ tiempo) de uno u otros, en fin, tales místicos…
Y digo, en humilde opinión, que parece que es ahora “La Ciencia” la que desenvaina sus antorchas inquisitorias contra toda propuesta que ose ir un algo “más allá” de la mera acumulación de datos registrados, eso sí, por maquinarias de multimillonarios costes y, eso también, sin conciencia y por tanto, sin capacidad de maniobrar imaginativa-mente….
… Pero no pasa nada.. La Grandeza de El Universo está en su infinita diversidad…
“ ¿ La verdad?; ¿ Cuál es La Verdad?. La mia ven a buscarla, la tuya guárdarela”.
¿ Qué es el éxito para un pez?; ¿ Qué es el éxito para árbol?; ¿ Qué es éxito para un aspirante al Premio Nobel?; ¿ Qué es el éxito para un explorador?…
Un saludo sincero y con plena admiración.
Á. Ponte.