“Pues con todo esto –replicó Sancho-digo que, para mayor abundancia y satisfacción, sería bien que vuestra merced probase salir de esta cárcel, que yo me obligo con todo mi poder a facilitarlo, y aún a sacarle de ella y probar de nuevo a subir sobre su buen Rocinante, que también parece que va encantado, según va de melancólico y triste, y hecho esto probásemos otra vez la suerte de buscar más aventuras; y si no nos sucediese bien, el tiempo nos queda para volvernos a la jaula, en la cual prometo, a ley de buen y leal escudero, de encerrarme juntamente con vuestra merced, si acaso fuere vuestra merced tan desdichado, o yo tan simple, que no acierte a salir con lo que le digo.”
Don Quijote I, capítulo 49
En la película Excalibur, de John Boorman, notable adaptación del mito artúrico, una de las escenas más conmovedoras es cuando se le pregunta a Parsifal: “¿A quién sirve el Grial?”. Ésta es, en la leyenda de este héroe, la segunda pregunta que debía haber formulado él mismo para salvar al Rey, pues la primera era preguntarle al Rey: “Señor, ¿qué te aflige?”.
La respuesta a esta pregunta, “A quién sirve el Grial?” quizás esté detrás del infinito camino de compasión por todos aquellos que sufren, la quintaesencia del Grial mismo. Y éste es, sin duda, el camino del Quijote en pos de su Ideal. Pues cuando Alonso Quijano se convierte en el Caballero de la Triste Figura es porque un rayo de este Grial ha golpeado o abierto las puertas de su corazón.
Sea el Grial el caldero mágico en que los celtas invocaban a sus Dioses, o el cáliz de la Última Cena, o en el que se recogió la sangre de Cristo; o el de la esmeralda desprendida de la frente misma de Lucifer (Venus, la Estrella de la Aurora y del Amor) o, mejor, lo que todo esto simbólicamente representa, Don Quijote, como Caballero Errante, está vinculado al Grial.
Recordemos lo que dice en el capítulo 9 de la 1ª Parte de El Quijote, cuando explica cómo adquirió la historia de las aventuras del Caballero de la Mancha (qué nadie interprete esto al pie de la letra, es un conocido argumento retórico, decir que lo que se ha escrito fue encontrado en un manuscrito antiguo):
“Estando yo un día en Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como soy aficionado a leer aunque sean unos papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que reconocí ser arábigos…” Y al final, en el título decía: “Historia de Don Quijote de la Mancha”, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.”
Si descomponemos las letras, este último nombre es casi idéntico al de Miguel de Cerbantes (así es como él mismo firmaba, con b y no con v). Que el autor de “Las Novelas Ejemplares” no supiera leer en árabe, siendo quien era y habiendo estado prisionero en Argel durante cinco años es poco creíble. Otra cosa es que quisiera hacer publicidad de ello, de cara a la Inquisición. Hay además grandes semejanzas entre el código moral y vital de El Quijote y la mística sufí de la Futuwah, como mencioné en otro artículo. Alguna de las aventuras del Quijote son idénticas a las de estos caballeros que seguían la vía de la cortesía divina (ver “Los Maestros Andalusíes” de Ibn Arabí).
“Acuérdate siempre de mostrar compasión por los que sufren”
Enseñanza de Gurneman a Parsifal
La clave de la importancia del Grial como búsqueda y en cierto modo alma del Quijote reside en la obra Parzival de Wolfram von Eschenach, trovador medieval del siglo XIII. Este héroe, que en general conocemos mejor como Parsifal por la obra de Wagner del mismo título, es el mismo del ciclo artúrico de la obra “Perceval ou le roman du Graal” del poeta Chrétien de Troyes, a quien muchos reconocen, por esta obra, no sólo como el primer novelista de Francia, sino incluso padre de la novela occidental.
Wolfram von Eschenbach dice también haber escrito su Parzival (como hace Cervantes con el suyo) extrayéndolos de unos manuscritos de un cronista Kyot. Unos historiadores dicen que este personaje, Kyot, es real, un poeta provenzal francés; otros que no, que es sólo un personaje o una licencia literaria.
Lo asombroso no es sólo el parecido KYOT y QUIJOTE, máxime si pronunciamos la J en francés, inglés o portugués. Sino también que es en el Libro 9 (el mismo capítulo o libro en que lo hace Cervantes) cuando Wolfram explica que este poeta provenzal, Kyot, habría descubierto la historia de Parsifal en un manuscrito árabe, vendido como legajo sin importancia en Toledo.
¡Identidad de nombre, de lugar, de circunstancia y de materia![1]
Es así evidente, al menos para quien escribe estas líneas, que el arquetipo o caballero con el que Cervantes identifica o compara al Quijote es, precisamente PARSIFAL, de un modo velado.
El Quijote sería, para Cervantes, el Caballero del Grial, pero deformado por los espejos de un mundo esperpéntico. Del mismo modo que la madre de Parsifal vistió a su hijo como un bufón –pues su esposo, como caballero, había muerto en batalla, y no quería igual destino para su hijo- Cervantes hace lo mismo, como “padrastro”, con su “enloquecido caballero” que es, así, “de la Triste Figura”. Aunque si tantas gestas idealistas ha inspirado durante cinco siglos, en España y en todo el mundo este personaje, es porque aquel que sabe ver, ve el “dedo de Dios” el resplandor de la Gloria (Dulcinea-Shekinah) en este CABALLERO DEL GRIAL.
Jose Carlos Fernández
Almada, 17 de Enero de 2018
[1] Identidad de nombre: Kyot y Quijote. Identidad de circunstancia: Encontró la historia de Parsifal /Quijote escrita en arábigo en un manuscrito. Identidad de lugar: En Toledo. Identidad de materia: En un cartapacio y papeles viejos y sin importancia/ Un legajo sin importancia/ Identidad temática: Es la Historia de un Loco Caballero Andante, recordemos que también a Parsifal le llamaban “el Loco Caballero”