Literatura

La Tempestad de Shakespeare y el camino del mago

Miranda-The Tempest, de John William Waterhouse

Aunque desde el siglo XIX hayan surgido dudas razonables sobre la autoría real de las obras de Shakespeare, nadie puede negar lo gigantesco de este personaje, el mayor escritor de los últimos mil años.

Sería interesante reflexionar cómo la grandeza de Inglaterra ha estado unida a la difusión y vivencia de su obra. Nobles, burgueses y pueblo llano unidos en estas ceremonias teatrales, en estos Pequeños Misterios para hermanarse en la purificación (catarsis) y luego en la concordia.

Pensemos también cómo una sociedad decadente, harta de valores que ya no es capaz de vivir, ahora ironiza, o simplemente se burla o hace muecas al legado de este dramaturgo.

En la novela Estación Once, de Emily St John Mandel, se recrea un futuro apocalíptico, con una humanidad reducida a su milésima parte por el virus de una gripe devastadora. Una compañía de teatro va de un núcleo humano a otro, representando a Shakespeare. Intentan, en más de diez años escenificar otras obras, pero la gente, para salir de la miseria de la simple supervivencia y elevar el alma, sólo quiere a Shakespeare. No imaginamos que el público pidiera a Kafka o a Sartre o a cualquier otro de los que aún envenenan pero que mañana serán olvidados.

Shakespeare es verdaderamente genial, la sucesión de personajes de su pluma, bien podían ser las pruebas del alma en diferentes encarnaciones; y la tragedia se convierte así, según el canon aristotélico, en una catarsis, con la que nos miramos desnudos en el espejo moral y nos conocemos a nosotros mismos, con nuestras miserias y grandezas. Sin conocerse a sí mismo, tarea difícil y nada grata las más de las veces, imposible es superar las pruebas de la vida, y el teatro adquiere aquí una importancia definitiva.

Ferdinand cortejando a Miranda, ante Próspero, William Hogarth

El alma va subiendo, en un tiempo casi infinito, peldaño a peldaño en la escalera que lleva a la Perfección y a la Verdad, y en cada vida, la gran prueba, con mayúsculas, es una. Como dice H.P.Blavatsky (1831-1891) en su Doctrina Secreta:

“Íntimamente, o más bien, indisolublemente unida a Karma se halla la Ley del Renacimiento o de la reencarnación de la misma Individualidad espiritual en una larga, casi interminable, serie de Personalidades. Estas últimas son como los diversos personajes que un mismo autor representa, con cada uno de los cuales ese autor se identifica y es identificado por el público, por espacio de algunas horas. El hombre interno o verdadero, que personifica tales caracteres, sabe, durante todo aquel tiempo, que él es Hamlet, sólo por el breve plazo de unos cuantos actos, los cuales, sin embargo, en el plano de la ilusión humana representa toda la vida de Hamlet. Sabe también que la noche antes fue el Rey Lear, que a su vez es la transformación de Otelo de otra noche anterior a aquella. Y aun cuando se supone que el personaje exterior, visible, ignora esta circunstancia –y en la vida real esta ignorancia es desgraciadamente demasiado verdadera-, sin embargo la Individualidad permanente lo sabe muy bien, siendo la atrofia del Ojo espiritual en el cuerpo físico lo que impide que este conocimiento no se imprima en la conciencia de la falsa Personalidad.”

En este sentido, es evidente que el personaje de Próspero, en la obra de La Tempestad, sería, como mago y perfecto conocedor de los secretos de la naturaleza, el último peldaño de esta Escalera, por lo menos hasta donde podemos ver. No debe ser casualidad que en el First Folio o primera edición de las obras de Shakespeare, aparece en primer lugar, y los especialistas dicen que fue la última que él escribió solo, ya en el año 1611.

First Folio, comenzando, precisamente, con La Tempestad

Como en la Odisea, o en cualquiera de los mitos griegos o en general, en todos los libros sagrados, las escenas tienen una “doble lectura”. La literal, dentro de la narración, en que todo es así coherente, como la letra de una palabra en una oración. Y la simbólica, el significado más profundo, alusivo a misterios de la naturaleza y el alma humana.

Oberon, Titania y Puck y escena de hadas danzando, de “Sueño de una Noche de Verano”, pintado por William Blake

Por ejemplo, la primera escena es la tempestad propiamente dicha, la escena trágica de un naufragio. Pero desde cierta perspectiva simboliza la muerte. Las potencias biológicas, que son aquí el capitán, el contramaestre y todos los marineros, luchan en las últimas horas de vida de una persona, el barco. Los tripulantes que abandonan el barco y se “ahogan” para reaparecer milagrosamente, y “con las vestiduras nuevas” en la Isla Encantada, donde se desarrolla todo este drama de magia y renacimiento; son los principios activos del alma, que abandonan el cuerpo que muere, como los inquilinos de una casa que se mudan a otra, pues ya no quieren o no pueden estar en ella.

Repasemos el argumento de esta obra:

Próspero, legítimo duque de Milán, se entrega a sus estudios de ciencia y magia y delega en su hermano el gobierno de la ciudad. Éste, aliándose con el rey de Nápoles, enemigo de Milán, consigue arrebatar el poder violentamente y con engaño a su hermano, y deja por muertos a él y a su hija Miranda, de tres años, a merced del mar en un barco decrépito. Milagrosamente se salvan en una isla en la que vivía Calibán, un monstruo semihumano, hijo de la bruja Sycorax, ya muerta. Ariel, espíritu del viento, había quedado aprisionado en la hendidura de un árbol, gracias a los hechizos de la bruja, mas Próspero, poderoso mago lo libera y lo sujeta a su servicio.

Próspero y Miranda intentan, amablemente, educar a Calibán, pero éste intenta violar a la jovencita y el padre lo somete con su voluntad y encantamientos y le obliga a trabajar durante todo el día, reuniendo leña en la caverna del mago.

La Fortuna hace que Alonso, rey de Nápoles, su hijo Ferdinand, y el hermano de Próspero, Antonio, usurpador del ducado de Milán, y al servicio ahora del rey de Nápoles pasen en un barco cerca de su Isla encantada. Ahí es donde Próspero, con su magia y con ayuda de Ariel, crea la ilusión de un naufragio. Los tripulantes saltan al mar y llegan todos a salvo a la playa de la isla. El capitán y lo marineros quedan dormidos con un sueño hipnótico en la bodega del barco.

Ferdinand y Miranda en la Isla Encantada, con Próspero al fondo. Cuadro de Angélica Kaufmann

Ferdinand, abatido y creyendo que su padre, el rey de Nápoles ha muerto, sigue unas voces encantadas que le llevan a la gruta del mago. Allí se enamora de Miranda -a quien ve y siente como la diosa de la isla- y ella también de él. Pero el padre, simulando enojo le obliga con su magia a trabajar duramente, para así probar su constancia y el amor por su hija.

El rey de Nápoles también cree que su hijo ha muerto y sigue unas voces encantadas, junto con su séquito y Antonio. Llegan así a donde los espíritus les ofrecen un banquete opulento. Hambrientos como estaban se lanzan sobe las viandas, pero en ese momento estas desaparecen y una harpía los confronta con sus propios crímenes y los enloquece.

Todo esto es gobernado por la magia de Próspero. Al final se muestra a ellos, entrega su hija a Ferdinand, para que así se unan felizmente los reinos de Nápoles y Milán. Perdona a Antonio y a Alonso, deja ir a su espíritu Ariel, que varias veces le había reclamado su libertad. Hunde en el mar su Libro de Encantamientos y quiebra su bastón de poder, volviéndose a Milán con su nueva familia.

El mago Próspero dando órdenes a Ariel, cuadro de John White Abbot

La obra está llena de alusiones esotéricas, y aunque quien todo lo mueve es el mago Próspero –nombre que es traducción del latín “Fausto”, el mismo que asumió Simón el Mago al entrar en Roma –todo gira en torno a Miranda, símbolo, con sus 16 años –la edad de la Diosa del Amor, la Diosa Hathor en Egipto- del alma que despierta. El mismo nombre de la joven significa en latín, “admirable”, la belleza perfecta del alma, pues la raíz “mir” significa, en hebreo, “luz de una estrella” o “estrella”, de ahí que Miriam –antiguo nombre de María -sea “Luz del Mar” o “Estrella del Mar”, o simplemente MR, “amor” en lengua egipcia.

Aquí Próspero asume el lugar de la Llama (Atma, el Espíritu) y ella, su hija es la Chispa Divina que vivifica los reinos de la Naturaleza, el alma que encarna, el hilo de pura plata, de Ariadna que entra y guía en el laberinto de la existencia.

PRÓSPERO- No he hecho nada, sino cuidar de ti, tú, a quien amo, tú, mi hija, que no sabías quien eres ni de dónde yo procedo, que soy más que Próspero, el señor de esta gruta pobre y humilde, y tu padre humilde.

La gruta del mago es el corazón humano, donde se verifica la transmutación alquímica, donde los Dioses viven y son evocados.

Calibán, hijo de la bruja Sycorax y de un demonio marino, es en algunas versiones anfibio, o en todo caso se lo relaciona con un pez. Simboliza el alma humana en su primer peldaño de evolución, brutal, instintivo, que acaba de salir del mar de la materia primordial. Evoca también a la primitiva humanidad, a las relaciones de ésta con los animales, recién despierto el poder y conciencia del sexo, así como los retoños monstruosos de ambos, incapaces de hablar y que después originarían, según la Doctrina Secreta, las razas mudas de los simios antropoides.

Su mente, que despierta con el lenguaje, se vuelve contra él y exacerba sus pasiones, que dejan de ser ya naturales. El destino, representado por el mago Próspero, le hace esclavo, porque es necesario sujetarle, aunque sea con violencia, y es el único modo, con dolor, como va a irse purificando y mejorando.

PRÓSPERO-Mientes! Esclavo mentiroso, que sólo respondes al látigo y no al trato amable. Siempre te traté, inmundo como eres, con afecto, y te di cobijo en mi propia cueva, hasta que intentaste violar la honra de mi hija.

CALIBÁN- Ja! Ojalá lo hubiera hecho. Tú lo impediste. De otro modo habría llenado la isla de Calibanes.

MIRANDA-  Esclavo repugnante! Jamás la virtud dejará en ti huella alguna. Sólo sirves para el mal… Me dabas lástima y puse todo mi empeño en enseñarte a hablar. Y ora te enseñaba esto, ora lo otro. Cuando tú, salvaje, no sabías ni lo que eras; cuando sólo dabas gritos tal una alimaña, yo te proporcioné palabras con que expresar tus propósitos, pero tu instinto vil, por mucho que aprendieras, siempre retenía lo que la virtud jamás podrá tolerar. Por eso fuiste justamente confinado en esta roca, tú, que merecías mucho más castigo que una prisión.

CALIBÁN-  Tú me enseñaste a hablar, y esto es lo que aprendí, aprendí… a maldecir. Que la peste roja te extermine por enseñarme tus palabras!

PRÓSPERO- Fuera tú, aborto de bruja! Tráenos leña para el fuego. Y pronto! Más te vale!

Es claramente de interés, en este estudio, el trabajo de apilar, como una pirámide, leños para el fuego en la gruta del mago. Calibán lo hace, como vimos, maldiciendo, obligado por el dolor y las amenazas de Próspero, que lanza contra él todo tipo de demonios cuando desobedece. Ferdinand lo hace movido y aliviado por el amor a Miranda. En mi opinión es un símbolo del trabajo evolutivo del ser humano, sumando esfuerzos, guiados imperiosamente por el Destino, leños que debe quemar la sabiduría o la experiencia en el atanor del corazón –la gruta del mago- para que éste se ilumine, comprenda, avance, hasta ser ya pura luz, como Miranda, leve como la pluma de Maat en el Tribunal de Osiris.

Otra de las lecciones de Magia está indicada en la relación que Próspero tiene con Ariel y los espíritus de la naturaleza. Tiene que demostrar en todo momento que, ya que los ha convocado, tiene poder sobre ellos, que los sujeta a su voluntad. Si no, le destruirían, por indigno o por débil. Y aunque trata a Ariel con amistad y dulzura, le obliga, y le sujeta cuando trata de rebelarse, llamándole ingrato, y haciéndole recordar su sufrimiento, víctima de la maldición de la bruja Sycorax. Ariel debe ser un Espíritu del Aire, un silfo, al que la ausencia de libertad y movimiento matan. Su mente y sus sentimientos no son humanos, por lo que carecen de compasión, tal y como nosotros la entendemos. Y aun así, según las tradiciones esotéricas –y como expresa el maravilloso libro “Espíritus de la Naturaleza” del profesor Jorge Ángel Livraga- pueden llegar a crear un vinculo de amor y aún descendencia con los seres humanos. Al castigar el mago a los que quiere hacer ver sus crímenes, el Espíritu del Aire casi siente compasión:

ARIEL

(…) El rey, su hermano y Antonio están todavía como ausentes, y los demás lloran todos su desventura, su dolor y desesperación; sobre todo, ese a quien llamáis “el bueno de Gonzalo”, pues corren lágrimas por su barba como lluvia de invierno por techo de juncos. Obra en ellos tu magia de tal forma que, al verlos, se estremecerían tus sentimientos.

PRÓSPERO- ¿Eso es lo que piensas, espíritu?

ARIEL- Sí, y los míos también, fuera yo humano.

PRÓSPERO- Y los míos. Si tú, que no eres sino aire, tienes emociones, sensaciones de su dolor, ¿cómo yo que soy de su misma especie, yo que siento con la misma fuerza sus pasiones, no voy a conmoverme como tú? Aunque sus graves ofensas me han herido en lo más íntimo, haré que la razón prevalezca sobre la cólera, pues más mérito hay en la virtud que en la venganza. Una vez arrepentidos, no he de ir en mi designio más allá de lo que va un leve gesto. Ve, Ariel, libéralos. Romperé el encantamiento y restituiré su juicio para que vuelvan a ser ellos mismos.”

En una escena le pregunta Ariel al mago: “Me amas, Señor? ¿No?” y responde Próspero: “Con todo mi corazón, mi gentil Ariel, pero no vengas hasta que yo te llame.”

Próspero y Ariel de William Hamilton

Los poderes del mago alcanzan a todo lo que sucede en la Isla, su conciencia se difunde en el tiempo y en el espacio, domina a los espíritus de la naturaleza, y ejerce su voluntad a través de su vara como “electricidad” que adormece instantáneamente a Miranda, o paraliza los nervios o fuerzas de Ferdinand cuando quiere luchar contra él, espada en mano. Recordemos las enseñanzas de H.P.Blavatsky, la “Electricidad” (que incluye evidentemente el magnetismo, la luz y mucho más), en todos los planos y dimensiones de la Naturaleza, es el poder director de la misma, y por tanto, del mago que quiera conocerla y dominarla.

Cuando Próspero comienza a narrar su historia a Miranda, se asegura varias veces, tres exactamente, de que está atenta. O sea, aunque ella dice y demuestra que sí, que está atenta, él se lo vuelve a preguntar, como si fuese un ritual. Es, evidentemente una alusión a las narraciones de los Misterios, pues en realidad le va a revelar su origen y cómo llegaron a la Isla. Si ella es el Alma, va a revelarle misterios de su origen y naturaleza.

Pero donde la alusión a los Misterios es definitiva es con la representación teatral que los espíritus bajo sus órdenes realizan, convirtiéndose en la Diosa Juno, en Ceres e Iris, en ninfas y segadores, para que le ilustren en los misterios del amor y el matrimonio, y el más importante, el que fertiliza la tierra y las ninfas-almas, con los poderes del cielo, y el origen del trigo, que siendo de Venus-Ceres es dádiva de la Diosa del Amor. Hace esta representación mágica teatral ante Ferdinand y Miranda, y les insiste en que deben ver y callar, o sea, que son vivencias sagradas para el corazón, no para la lengua. Cualquier revelación de lo que se enseñaba en los Misterios –por ejemplo, los de Eleusis o los de Dionisos-estaba penada con la muerte. El silencio, además, mantenía pura la vivencia, sin la deformación mental de las opiniones.

PRÓSPERO- NO TONGUE! ALL EYES! BE SILENT! (…) “No lengua! Todo ojos! Permaneced en silencio”

¡SILENCIO, O SE ROMPERÁ EL ENCANTAMIENTO!

Es en esta escena cuando el mago, al enterarse de una conjura de Calibán y sus cómplices contra él en que quieren asesinarlo, deshace la obra de teatro que los espíritus representaban en el aire. Ahí es donde dice la famosa afirmación de que “estamos hechos de la misma sustancia que nuestros sueños”, de la naturaleza mayávica o ilusoria de todo lo que creemos real, pues el tiempo todo lo deshace y disuelve.

PRÓSPERO- (…) Alegraos, señor, que ya terminó la fiesta. Los actores, como ya os dije, eran espíritus y se desvanecieron en el aire, en la levedad del aire. Y de igual manera, la efímera obra de esta visión, las altas torres que las nubes tocan, los palacios espléndidos, los templos solemnes, el inmenso globo, y todo lo que en él habita, se disolverá; y tal como ocurre en esta vana ficción, desaparecerán sin dejar humo ni estela. Estamos hechos de la misma materia que los sueños y nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño.

En los Misterios, las sublimes enseñanzas eran representadas teatralmente, por ejemplo, en la noche sagrada de los Misterios de Eleusis, cerca de Atenas, en el Telesterión, la gran sala de Iniciación, un templo colosal que quedaba herméticamente cerrado y que podía acoger a más de tres mil ciudadanos. Éste es el verdadero nacimiento del teatro, seguramente, más allá de lo que Aristóteles prudentemente diga.

Y sin embargo, según ciertas tradiciones esotéricas, más de mil años antes del periodo clásico, el Sumo Sacerdote de Eleusis era un gran mago que podía, con su voluntad, generar ese teatro en el aire, y con su poder taumatúrgico hacer aparecer a los Dioses, con ayuda de los Espíritus de la Naturaleza, exactamente como muestra Shakespeare en esta obra. El impacto en el alma debía ser sobrecogedor, cuando ya en época romana –donde es de suponer que sería más teatro mistérico que magia propiamente dicha- Cicerón dice que quien ha pasado por los Misterios ya no tiene miedo de la muerte.

La Isla Encantada de Próspero es un lugar y tiempo del alma, donde todos se encuentran con ellos mismos y con sus fantasmas. Para el erudito Harold Bloom, Calibán representa la Tierra y el Agua, Ariel sería el Aire y el Fuego –estos son los Elementos en que claramente actúa en el drama- y Próspero, como mago, sería un 5º Elemento, y añadimos nosotros, Miranda, la clave del enigma, el alma como rayo de luz y belleza que lo traspasa todo.

Escena del banquete preparado por los espíritus de la naturaleza, de La Tempestad

Es curioso, también, nos dice el erudito, que el público nunca se identifica con Próspero y la plebe últimamente reivindica la importancia y se queja de las injusticias cometidas contra Calibán, cuyo lema, muy de nuestra época, es: “nada por amor, todo por miedo o deseo”. Es que en Próspero no se siente casi el pathos, el alma de la tragedia, porque lo domina con la gran fuerza de su voluntad. Ya no es una hoja abandonada movida por el viento del destino, es él quien gobierna sus astros, y aparece ante nosotros frío, sereno, imperioso.

Este papel es casi inaccesible para el vulgo, hay que llegar, imaginamos, a la altura de un Mago, o ser un verdadero Filósofo, con mayúsculas, para comprender los terribles vientos y tempestades en lo alto de la montaña en que el mago está, y la soledad divina de su gruta. Pues el Mago guarda sus vivencias y manifiesta sus poderes. Quien sí debió entender al Mago, fueron los sacerdotes egipcios, cuando en el Libro de la Oculta Morada, escribieron:

“¡Sólo existo!… ¡Solo!… ¡Solo!… Solo recorro las

soledades cósmicas. Una irradiación de luz fluye de todo

mi Ser. Yo soy un Ser circundado de murallas, en medio

de un universo también circundado de murallas.

Yo soy un solitario inmerso en mi Soledad.

Yo soy un ser pleno de savia del Océano celeste.

Mi madre es la Diosa del cielo Nut, ella es quien ha

modelado mi forma. Yo estoy inmóvil. Algunos rayos de

mi ser llegan a nuestros pechos;

pero las formas las oculto en mí.”

 

Jose Carlos Fernández

2 comentarios en “La Tempestad de Shakespeare y el camino del mago”

  1. Buenas noches, Don Jose Carlos.
    Una vez más me ha “encantado” con la densidad de su síntesis.
    Nada ocurre por casualidad… ya lo advierte Gautama. Tampoco fué el pimero ni el único.
    Epigenesis o La Magia de un ADN.
    Mientras, vuela en La Nada, La potencia de un Presente, un átomo hecho 99% de Vacío.
    Templarios en contradictoria existencia y eneagrama surgido de un octógono, el de Fushi… pero… ¡ Solo!… Solo… ¿ Quién genera a quién?… Universo en expansión; colapso de El Vacío…
    Todo son medias verdades porque Todo Es Movimiento… y es que como es arriba es abajo, siendo arriba dentro, siendo abajo fuera…

    Un sincero saludo. Muchísimas gracias una vez más, por su tiempo y vocación.
    Salud, sea!
    Á. Ponte

  2. Cada vez que leo los articulos de Jose Carlos Fernandez , me deleitan más, son sublimes!.
    Como logra conectarse con el simbolo de la obra de Shakespeare, que sin duda fue un filósofo que conocía de los Misterios Iniciáticos. Gracias, Gracias, Gracias!

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