Por Carmen Morales
El 29 de junio de 2017 José Carlos Fernández, escritor y director nacional de Nueva Acrópolis en Portugal, fue galardonado con el nombramiento de Miembro Honorario del Círculo de Escritores Mozambicanos en la Diáspora por su contribución a la promoción y difusión de la cultura. El premio fue entregado de manos del Presidente de la Matriz Portuguesa, João Micael.
El acto que estuvo organizado por el Círculo de Escritores Mozambicanos en la Diáspora (CEMD) se celebró en la sede de la Unión de las Ciudades Capitales de Lengua Portuguesa (UCCLA) y contó con la presencia de Delmar Maia Gonçalves (presidente del CEMD), Vítor Ramalho (Secretario General de la UCCLA) y Enoque João (Presidente de la Casa de Moçambique en Portugal) entre otros asistentes destacados.
El Círculo de Escritores Mozambicanos en la Diáspora es una organización independiente que tiene como objetivo dar a conocer la cultura mozambicana en el extranjero y la presencia de autores mozambicanos en la diáspora así como fortalecer las relaciones entre autores y especialistas literarios mozambicanos y portugueses.
La entrega de premios se realizó en el ámbito de su Encuentro anual de Poetas, que este año celebraba su décima edición. Algunos de los premiados fueron: Waldemar Bastos, músico angolano residente en Portugal; Lívio de Morais, profesor de Historia del Arte; Gisela Ramos Rosa, escritora y Manuel de Araújo, Alcalde de la ciudad de Quelimane.
Lea el discurso de agradecimiento que el profesor José Carlos Fernández pronunció tras recibir el galardón:
«Estimados Señores y Señoras.
Es para mí un privilegio, y agradezco la honra de ser aceptado en el Círculo de Escritores de Mozambique en la Diáspora, y agradezco esta consideración, especialmente al profesor Delmar Maia Gonçalves a quien me une una amistad filosófica, como la de los antiguos pitagóricos.
¡Cuántas veces un Círculo de Escritores es un círculo de guardianes de la memoria del alma, de la memoria subjetiva, no sólo histórica, de las marcas que dejan los acontecimientos, como un hacha invisible en la vida íntima de una sociedad. Y que reclaman comprensión, justicia, y que trazan, aun con su dolor, el natural dolor de esta aventura que es la vida, un camino hacia lo alto.
Porque lo que necesitamos NO es una cultura que sólo tenga de tal la etiqueta, una cultura superficial, snob, al servicio de los intereses creados o de la vanidad, o que desvíe nuestra mirada de los problemas reales del ser humano, adormeciéndonos, o desquiciándonos enervados.
Lo que necesitamos es una cultura palpitante de vida, una cultura VIVA, con mayúsculas, que haga vibrar las fibras más íntimas del alma, que nos estremezca con verdades, como tiembla un gong al ser golpeado, que nos llame como un clarín a la batalla por la dignidad humana. Una cultura viva que nos hermane a todos, que sea como un fuego en la noche fría que a todos da luz, que a todos acoge, que a todos ampara. Una cultura que haga brotar lágrimas de felicidad, de reencuentro, de profunda emoción y gratitud y que dé esperanza al corazón humano. Una cultura viva, que como el teatro de Esquilo o de Sófocles en la Antigua Grecia, nos purifique, en una catarsis, aunque dolorosa quizás, siempre renovadora. Una cultura -como al leer Shakespeare o al oír Mozart o al ver los cuadros de Turner- que nos recuerde la humildad de lo que somos, pero también la grandeza que nos espera. Que nos haga experimentar el misterio de lo sublime, del terror sagrado de abrir la puerta de nuestra prisión y ver las montañas nevadas de la Pureza Eterna, y el titilar, como el arpegio musical de una Lira Celeste, de los mil ojos de la Noche, de estos ojos de Eternidad, Soles de Luz espiritual en la infinitud, que el filósofo Platón llamó Arquetipos.
Shakespeare, el más grande de los poetas así lo dijo, en su Hamlet:
“¡Qué admirable obra es el ser humano! ¡Qué noble en razón! ¡Qué infinito en sus facultades! ¡Qué expresivo y maravilloso en su forma y movimientos! ¡Qué semejante a un ángel en sus acciones! ¡Y en su espíritu, qué semejante a un Dios! ¡Él es, sin duda, lo más hermoso de la tierra, el más perfecto de los animales!”
Y también el más terrible y peligroso cuando se pervierte y adultera. Y si Platón dijo que la Filosofía es la música que se hace con el alma, danza de vida y música de ideas, una bella Filosofía debe ser el soporte de una cultura saludable. El profesor Jorge Ángel Livraga (1930-1991), fundador de la Organización Internacional Nueva Acrópolis, nos enseñó que sin Ideal no hay verdadera Filosofía, pues el Ideal es esa Luz que ilumina nuestro pensar, querer y sentir. El Ideal es quien da alas al alma, es el Pegaso de la inspiración que nos lleva a las más altas cimas, el que nos une a todos en la Gran Concordia, corazón con corazón, que a nadie excluye, que a todos abraza, y a todos espera.
Cultura viva-Filosofía Verdadera-Ideal Eterno, bello triángulo perfecto, bella nave para bogar en el mar de la vida y en el mar del amor, en dirección hacia el Sol de nuestro Destino.
Como dijo el profesor Livraga: “Agiganta tu Alma, da cabida a la Luz, desaloja las sombras, sé nauta celeste en los mares del Amor”.
¡ESA ES LA VERDADERA CULTURA!»
Jose Carlos Fernández
Almada, 29 de Junio del 2017
Enhorabuena querido sobrino por TU PREMIO HONORARIO, así, con mayúsculas y por tu magnífico discurso. Tu padre estaría orgulloso de ti y tu madre seguro que lo está. Un fuerte abrazo y que lo disfrutes en compañía de Maria del Carmen