Filosofía

Viaje y reencuentro

Fotografia de Carmen Morales

En el cielo estábamos unidos, y juntos danzábamos como lenguas de fuego, como rayos de luz en lo vaporoso de la atmósfera. Pero una lluvia fatal a quien nuestra presencia hizo ácida, nos arrastró hasta la húmeda tierra. Y de ella hicimos nuestro laberinto. Y en ella avanzamos en la oscuridad, disolviendo sus ásperos terrones. Corriendo en sus lechos ocultos de arcilla. Como gotas, que ya nos separaban dolorosamente, ya nos disolvíamos felices el uno en el otro. Las raíces de los árboles, como garras, con sus vellosidades asesinas, nos acechaban, y casi nos separaron para siempre, y si no, por un tiempo infinito de imaginar. Y no sólo, todo tipo de gusanos sin ojos o de bichos vermiformes, y las hormigas en sus trabajos incansables, y los topos en sus ciegas galerías… y tantos otros nos quisieron separar una vez y otra, y otra más, tanto cuanto dura la vida de un Dios.

Pero, gozosas y juntas, y también quebradas, llegamos a una inmensa gruta, en un casi perpetuo silencio, sólo interrumpidos por lentos arpegios como de cristal, vibrando musicalmente el agua al ser pulsada y abrazada por sus hijas que a ella retornaban.

Si los poetas antiguos hablaron de la Gruta en que reina Venus, así fue para nosotros también. Yo del cielo queriendo llegar a ti, tú de la tierra, elevándote con grandes dificultades. Queriendo primero abrazarnos, cara a cara, durante miles de años. Y luego besarnos, tan juntos, suspirando de amor, varios miles de años más, sin llegar nunca a consumar nuestro beso de fuego y agua. ¡Oh, la Gruta en que reina Afrodita! ¡Oh, la Gruta de la Paciencia, y de la terrible prueba de una separación en que nosotros, solos, sin ninguna ayuda, debíamos construir un puente de unión, puente de piedra, centímetro a centímetro, siglo a siglo, estremecidos por el deseo insatisfecho que sólo el amor y el latido perseverante de un corazón tierno de piedra sería capaz de redimir. Sólo nuestras lágrimas de amoroso recuerdo, lágrimas también de angustia y dolor, han sido capaces de llevarnos el uno al otro, y si no fundir la piedra sí hacer que suspire y bese, enamorada.

Hoy, por fin somos una vez más uno, la tortura vencida por una eterna paciencia, nos ha erigido, firmes y desafiantes ya ante el ímpetu de los siglos.

Otrora cielo, luego lágrimas de sal, ayer tú ESTALAGMITA y yo ESTALAGTITA, hoy nos has convertido en una columna más del Templo del Amor.

 

 

Jose Carlos Fernández

Almada, mayo del 2017

1 comentario en “Viaje y reencuentro”

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