Ciencia

¿Es el universo entero un sólo átomo? El retorno de Parménides

En cada átomo de los dominios del universo existen infinitos sistemas solares

El Adorno de la Gran Flor, antiguo escrito budista[1]

 

Richard Feynman, impartiendo una de sus clases magistrales
Richard Feynman, impartiendo una de sus clases magistrales

 

Richard Feynman recibió el premio Nobel de Física en el año 1965, por sus famosos diagramas y predicciones en Electrodinámica Cuántica, o sea, en los escarceos amorosos entre electrones y fotones u otras partículas intraatómicas. El “padre” e ideólogo de la Nanotecnología hizo entonces, en su discurso una afirmación verdaderamente enigmática, que transcribimos:

“Recibí una llamada telefónica[2] en Princeton del profesor Wheeler, y me dijo, “Feynman, ya sé por qué todos los electrones tienen la misma carga y la misma masa” “Por qué” “¡Porque, ellos son, todos, el mismo electrón!” Y entonces, me explicó por teléfono, supón que las líneas del mundo [una red de diagramas feynman de transformación de unas partículas en otras] que estábamos considerando normalmente antes, en el tiempo y en el espacio, en vez de ir hacia adelante en el tiempo, fueran un enorme nudo, y entonces, cuando cortamos el nudo, en el plano correspondiente a un tiempo fijo, podríamos ver muchas, muchas líneas del mundo, las que representarían a muchos electrones, excepto por una cosa. Si en una sección es un electrón normal en una línea del mundo, en la sección en que gira sobre sí mismo y está volviendo desde el futuro tenemos el signo equivocado al del mismo tiempo –a las mismas cuatro velocidades-y esto es equivalente a cambiar el signo de la carga, y, de aquí en adelante, en esta parte del camino actuaría como un positrón”

 

Aniquilación del par electrón positrón, con emisión de rayo gamma
Aniquilación del par electrón positrón, con emisión de rayo gamma

Pues el positrón es la partícula de antimateria correspondiente al electrón (es idéntico al electrón, pero con carga positiva). Feynman figuró las transformaciones de unas partículas en otras por medio de unos diagramas, y podemos imaginar los movimientos-cambios de las mismas en dos ejes, uno en el espacio (sin dividir el mismo, para simplificar, en sus diferentes dimensiones) y otra en el tiempo. A lo que el profesor Wheeler, director de tesis de Feynman en 1942 y uno de los grandes físicos teóricos del siglo XX (que acuñó el término “agujero negro”), se refería es que si no consideramos el momento presente, sino todo el pasado y el futuro veríamos la realidad como un inmenso enmarañado o nudo de un solo hilo, creado por una sola partícula. Como sucedía en las televisiones antiguas de 625 líneas, en que un solo punto de luz va recorriéndolas todas ellas y genera la ilusión de la imagen y del movimiento.

¿Será la realidad del universo un solo punto, una unidad simple? Giordano Bruno ya lo sugirió cuando en su “Del Triple Mínimo” dice que podemos entender a éste como un punto en la geometría, como un átomo en la Naturaleza y como la Mónada en el reino de lo Ideal, y a continuación revela que el mínimo debe ser necesariamente el máximo. Y no sólo en el sentido del universo como un gigantesco holograma en que “todo está en todo”, sino también que la Mónada de cada entidad en la existencia es Dios mismo (la filosofía vedanta afirma esto en su “atma es brahmán”), que cada átomo en él es el Universo en su totalidad, que es lo mismo que decir que el universo es un solo átomo, una última y sola unidad indivisible. El alfa y omega (condición inicial y final) de aquello que entra en la existencia convergen, son lo mismo, las dos polaridades del arkhé o causa sin causa misma.

Reflexionemos filosóficamente: la realidad o es una o es múltiple, una tercera opción es necesariamente excluida. Platón, en su Timeo, lo soluciona de modo magistral, simple y elegante, cuando dice que el universo es uno (frente a las alucinaciones de los “multiversos” tan de moda hoy), pues si fueran dos, ya serían tres, y así hasta el infinito. O sea, si hubiera dos universos, habría un tercero que incluye a los otros dos, o los relaciona, y la relación de cada parte o subparte con el todo genera una nueva realidad.

Quizás donde nuestra mente fracasa, desfallecida, la poesía nos devuelve el vigor y la esperanza, como cuando oímos a William Blake sus famosos versos:

3

Ver el Mundo en un grano de arena,

Y el Cielo en una flor silvestre

Sostener la Infinidad en la palma de tu mano

Y la Eternidad en una sola hora

 

El sabio presocrático Parménides –al que Platón dedica un libro entero!!!- unió ambas en su poema filosófico en que explica que si nos aproximamos por el camino de la verdad, o a ella llegamos en un rapto divino, hallamos una sola Unidad, que llama Ontos y que figura como una esfera, por ser esta misma igual siempre desde cualquier perspectiva; pero que si vamos por la senda de la opinión, según los sentidos o los pareceres nos dictan, evidentemente el universo es infinito en su variedad, múltiple, tanto como seres vivos podemos imaginar o ver con el alcance de nuestros ojos, o en sus prolongaciones micro o macro con microscopios y telescopios, etc.

Árbol de la Vida, y Sephirots, surgiendo del rayo de luz de Séphira
Árbol de la Vida, y Sephirots, surgiendo del rayo de luz de Séphira

 

En el Ocultismo Oriental se enseña que toda realidad nace de la ilusión de un punto en movimiento, desde el principio al fin del universo y que éste, al término del mismo, desaparece en el Espacio puro y abstracto desde el que nació. Es el concepto hindú de Fohat, escribiendo en la materia primordial el pensamiento divino, al agitarse, como una llama de fuego en las siete direcciones del espacio; o el islámico del cálamo o pluma divina, escribiendo los dictados de Alá, o el kabalístico hebreo de Séphira, surgido como un punto de infinita luz de la mente-voluntad divina (Kether) y tejiendo el universo con su inefable movimiento. También en las Estancias del Dzyan, según nos revela H.P.Blavatsky (1831-1891): “El Padre-Madre teje una tela, cuyo extremo superior está unido al Espíritu, Luz de la Oscuridad Única, y el inferior a la Materia, su extremidad de sombras. Esta Tela es el Universo, tejido con las Dos Sustancias hechas en Uno, que es Svabhâvat” [la sustancia plástica del espíritu-materia juntos] y luego ella misma comenta:

 

“En el Mandukaya Upanishads se dice: “Así como una araña extiende y recoge su tela; así como brotan las hierbas en el terreno… del mismo modo es el Universo, derivado de aquel que no decae”, Brahmâ, pues el Germen de las Tinieblas desconocidas” es el material del que todo se desenvuelve y desarrolla “como la tela de la araña, como la espuma del agua”, etc. Esto es tan sólo gráfico y real cuando el término Brahmâ el Creador es derivado de la raíz brih, aumentar o extenderse. Brahma “se extiende y se convierte en el Universo tejido de su propia sustancia. La misma idea ha sido hermosamente expresada por Goethe, que dice: “Así al crujiente telar del Tiempo me someto, y tejo para Dios la vestidura con que has de verle.”

Para los Upanishads, el Universo es como la tela de una araña
Para los Upanishads, el Universo es como la tela de una araña

 

Precisamente, el último libro escrito por el Dalai Lama se llama “El Universo en un solo Átomo”, y me deparé con él investigando sobre este tema. El libro es una joya de reflexiones filosóficas sobre la ciencia moderna y su método, especialmente en el ámbito de la Física Cuántica, la Cosmología y los dilemas éticos a que nos conducen los nuevos descubrimientos y hazañas del genio humano. Hace, asimismo, comparaciones realmente valiosas entre los paradigmas y hallazgos de nuestra ciencia y las enseñanzas de los sabios budistas. Una de ellas es, precisamente, cómo el mínimo coincide con lo máximo, cómo hallamos de nuevo al universo en las interioridades del átomo, del mismo modo que un microbiólogo puede hallar un océano de vida en el interior de una gota.

Libro “El Universo en un solo átomo” escrito por el Dalai Lama
Libro “El Universo en un solo átomo” escrito por el Dalai Lama

En su libro hace el siguiente comentario:

“Aun aceptando la teoría atómica básica, otras escuelas budistas cuestionaban la noción de los átomos indivisibles. Algunas incluso ponían en duda las cuatro sustancias derivativas de la forma, el olor, el gusto y la tangibilidad como constituyentes fundamentales de la materia. Por ejemplo, el propio Vasubandhu es famoso por su crítica de la noción de átomos objetivamente reales e indivisibles. Si existen átomos independientes o indivisibles, argumentaba, es imposible explicar la formación de los objetos del mundo cotidiano. Para que tales objetos puedan existir, tiene que haber una forma de explicar la unión de los átomos simples y la subsiguiente creación de sistemas compuestos. Si tal agregación tiene lugar, y debe tenerlo, imaginemos un único átomo rodeado de seis átomos distintos, uno en cada una de las direcciones cardinales, otro arriba y otro abajo. Entonces podemos preguntar: ¿La misma parte del átomo central que toca el átomo oriental toca también el átomo septentrional? Si no es así, el átomo central ha de tener más de una parte y es, por tanto, divisible, al menos, en un nivel conceptual. El átomo central tiene una parte que toca el átomo oriental pero no toca el átomo septentrional. Si, en cambio, la parte oriental toca también el átomo septentrional, nada impide que toque los demás átomos, en el resto de las direcciones cardinales. En tal caso, afirma Vasubandhu, la localización espacial de los siete átomos —el central más los seis circundantes— es la misma, y el conjunto colapsará en un único átomo. Como resultado de este experimento conceptual, concluye Vasubandhu, resulta imposible explicar los objetos del mundo macroscópico en términos de la acumulación de materia simple, como serían los átomos indivisibles.” (…)

La noción fundamental de los teóricos budistas, sin embargo, que sostenía la explicación de hasta los constituyentes más sutiles de la materia en términos de compuestos, parece haber estado en el buen camino. Uno de los motivos principales de la investigación científica y filosófica de los constituyentes básicos de la materia es la búsqueda del componente indivisible de su construcción. Esto no solo es válido para la filosofía india antigua y la física moderna sino también para los físicos de la Grecia antigua, como los «atómicos», por ejemplo. De hecho, se trata de la búsqueda de la naturaleza última de la realidad, se defina esta como se defina. El pensamiento budista sostiene, basándose en consideraciones lógicas, que dicha búsqueda está mal encaminada. Durante un período la ciencia pensó que, al encontrar el átomo, había descubierto el constituyente último de la materia. La física experimental del siglo XX, sin embargo, ha subdividido el átomo en partículas más pequeñas. Aunque la menor incursión por la mecánica cuántica sugiere que jamás podremos encontrar una partícula real verdaderamente indivisible, muchos científicos viven aún con la esperanza de descubrirla.”

 

Una cuestión que es fácil que todos nos hayamos preguntado alguna vez es: ¿si dos cosas, realidades, partículas, etc., son exactamente iguales bajo todos los aspectos, podemos decir que son dos o es sólo una? Si las estructuras creadas con átomos (en el sentido clásico de la palabra, o sea, “indivisible”, sean estos núcleos de hidrógeno, protones, o electrones, o quarks, o fotones) son disueltas y el estado energético de todos los átomos es el fundamental y exactamente el mismo, de modo que todos sean antes o después, exactamente iguales, ¿no serán en ese estado un solo átomo? Recordemos el asombroso fenómeno del entrelazamiento cuántico del electrón: dos electrones en el mismo estado energético o cuántico, con la única diferencia de que su spin o “giro” es hacia la derecha o hacia la izquierda, son en verdad uno solo, como el anverso y reverso de una moneda. Si obligamos al electrón a que cambie su spin, inmediatamente su hermano gemelo lo cambia instantáneamente, aunque esté en el otro extremo del universo, exactamente como si fueran, como dije, el anverso y reverso de una moneda. Esto ha sido probado experimentalmente y es una de las más asombrosas enseñanzas de la Física Cuántica que pensamos nos va a llevar, antes o después a la “teletransportación”, como vemos en Star Treck y otros filmes. Lo que nos hace pensar que partículas idénticas con idéntico estado cuántico son, en realidad la misma partícula.

Orbitales del Electrón de Hidrógeno
Orbitales del Electrón de Hidrógeno
Armónicos de una esfera, comparar con los orbitales del Hidrógeno
Armónicos de una esfera, comparar con los orbitales del Hidrógeno

Richard Feynman consiguió por fin, en los años 50, una explicación al fenómeno de la superfluidez, o viscosidad cero del helio líquido a una temperatura próxima del Cero Absoluto (-273.16 ºC). Al desaparecer el rozamiento entre las moléculas, éstas se deslizan sin disipación de energía, y vemos, por ejemplo, como el Helio líquido contenido en un vaso de vidrio sube por las paredes aprovechando las ranuras microscópicas e invisibles del mismo. Feynman consiguió explicar la causa usando las ecuaciones de la Física Cuántica, y la clave para conseguirlo fue ver, precisamente, que en el Helio, en ese estado básico, si cambiábamos un átomo de Helio por otro, también de Helio que estuviera muy distante pero en el mismo estado, la configuración era la misma, y siendo el estado cuántico o energético el mismo, no había disipación de energía. Llegar a lo mismo desde lo mismo sin salir de lo mismo no requiere ninguna transformación, y sin embargo, el movimiento puede ser continuo, pues no absorbe ni disipa energía, como sucede con el movimiento continuo del electrón en torno del protón, que sólo muda su estado cuántico cuando absorbe o libera un fotón. Esto nos lleva al estado más básico conocido de la materia, y que se suma a los tradicionales de sólido (tierra), líquido (agua), gaseoso (aire) y plasma (fuego); es llamado el “condensado Bose-Einstein, pues fue previsto tanto por el autor de la teoría de la relatividad como por el físico hindú Satyendra Nath Bose.

Efecto fuente del Helio superfluido
Efecto fuente del Helio superfluido

En la obra “Richard Feynman, cuando un fotón conoce a un electrón”, publicada por la National Geographic, su autor Miguel Ángel Sabadell escribe:

“A temperaturas normales, los átomos de un gas se distribuyen por todo el volumen del recipiente que los contiene. Pero a temperaturas extremamente bajas, del orden de algunas mil millonésimas de grado por encima del cero absoluto, los átomos pierden su identidad individual (se hace imposible distinguirlos) y se comportan como si fuesen un único super-átomo: o sea, el condensado de Bose-Einstein (CBE), el estado de la materia que se encuentra por debajo de lo sólido (en 1995, un grupo del Join Insititute for Laboratory Astrophysics en Boulder, Colorado, consiguió enfriar dos mil átomos de rubidio a menos de cien mil millonésimas de grado absoluto durante diez segundos, creando el primer condensado de Bose-Einstein de la historia.”

Es decir todos los átomos se convierten en una unidad. Esto es semejante –aunque no lo misma, ni mucho menos-a la explicación que hace H.P.Blavatsky en su Cosmogénesis, de la estructura de la realidad:

“En el centro de cada átomo [se refiere, claro está al del Elemento Uno o Hidrógeno, del cual surgen todos los otros elementos de la Tabla Periódica] existe un germen [el núcleo o protón simple], y estos colectivamente constituyen el “Germen”; o más bien, como ningún átomo puede hacerse visible a nuestros ojos físicos, la colectividad de aquellos (si el término puede aplicarse a lo que es ilimitado e infinito), constituye el “noúmeno” de la Materia eterna e indestructible.”

Este Germen, con mayúsculas es, según se entiende de lo que dice aquí la autora, la suma total de todos los protones, y, o, electrones del Universo entero. Los que hallándose en el mismo estado fundamental cuántico, serían absolutamente indistinguibles el uno del otro, y serían, por tanto, en cierto modo, el mismo. Y esto que se afirma de los átomos, es equivalentes para las Mónadas o Chispas Divinas. Ambas, al ser indistinguibles, como las gotas del agua en el mar, o las chispas en el fuego, forman la gran esfera u Ontos a que se refiere Parménides.

Volviendo sobre este tema, dice de nuevo:

“Si se tiene presente que tan sólo existe Un Elemento Universal Infinito, innato e inmortal, y que todo el resto –como en el mundo de los fenómenos- son tan sólo múltiples aspectos y transformaciones diferenciadas (correlaciones las llaman hoy) de esa Unidad, desde los efectos macrocósmicos a los efectos microcósmicos; desde los seres sobrehumanos hasta los humanos y subhumanos, la totalidad, en resumen, de la existencia objetiva…”

¿Podrá entonces el universo entero ser reunido en un solo átomo, entendiendo esta palabra en su sentido clásico de indivisible? ¿O quizás hay un solo protón, un solo electrón y un solo fotón? Una especie de “santa trinidad” de la abstracción de la materia, cuyas cualidades la filosofía hindú atribuyó a Rajas, el exceso (en una clave, “electrón”, causa del “deseo”, de los enlaces con lo ajeno buscando la perfección), Tamas, la inercia (en una clave, el protón, punto de perfecta inercia, ya sea a la velocidad casi de la luz, proyectado por las supernovas de estrellas en los rayos cósmicos, o inmóviles en las celdas compactas de los núcleos) y Satva (en una clave, el fotón, la luz, pues este término es, dentro de la materia misma, la condición más armónica, liviana, perfecta). Las modulaciones armónicas de los mismos, interrelaciones, aceleraciones y desaceleraciones, uniones o aparentes desintegraciones, ¿no serán causa de esta vestimenta del Pensamiento Divino que es la Naturaleza misma?

La infinidad de átomos en su estado más simple e imperecedero debe ser como la mitológica “red de Indra”, y Brahmâ mismo la totalidad e identidad manifestativa de esta misma red infinita, que nos recuerda el Dalai Lama que aparece descrita en el libro “Escritura del Ornamento Floral” un tratado del budismo mahayana. Estas “gemas”, además de átomos pueden ser también estrellas o mundos, y así es como las vemos en la noche constelada.

“De modo similar, con unos bellos versos poéticos, el texto compara la intrincada e intensamente interrelacionada realidad del mundo con una red infinita de gemas, la «red de joyas de Indra», que se expande por el espacio infinito. En cada nudo de la red hay una gema de cristal, que se conecta con todas las demás gemas, a las que refleja en sí misma. Ninguna joya se encuentra en el centro ni en los extremos de la red. Cada una de ellas está en el centro, en la medida en que refleja todas las demás joyas de la red. Al mismo tiempo está en el extremo, en la medida en que es reflejada en todas las demás joyas. Dada la profunda interconexión de todo lo que hay en el universo, no es posible alcanzar el conocimiento total de un solo átomo si no se es omnisciente. Conocer plenamente un átomo supondría conocer también sus relaciones con todos los demás fenómenos del universo infinito.”

Profesor Jorge Ángel Livraga en una de sus conferencias en la ciudad de Valencia
Profesor Jorge Ángel Livraga en una de sus conferencias en la ciudad de Valencia

La idea de una red infinita de átomos o mónadas, con vínculos invisibles de todo en el todo, o una Oleada de Vida Eterna –Jiva Prana-, atravesando las matrices laberintos de la existencia, siguiendo la ley y sabia mecánica de la evolución (en su sentido real y más profundo y puro) y sobre la cual actúan los Tres Poderes del Logos Platónico (si es que no son Él mismo), fue descrita en el libro “Ankor, el Discípulo” por el Fundador de Nueva Acrópolis, el profesor Jorge Ángel Livraga (1930-1991), de quien tuve el privilegio impagable de oír y presenciar numerosas enseñanzas en clases, conferencias durante casi diez años. En éste, según él mismo, su mejor libro, y escrito cuando tenía veinte años, expone un conocimiento que debe ser de raíz mistérica. El príncipe de Atlantis, Ankor, está dialogando con su Maestro Sarhimar. Aunque la explicación es abstracta y difícil, qué mejor para cerrar con broche de oro estas reflexiones sobre “el universo en un solo átomo”:

Portada del libro “Ankor el Discípulo” de J.A.Livraga
Portada del libro “Ankor el Discípulo” de J.A.Livraga

“-Muchas veces me has dicho que la gran unidad de todos los seres es el supremo miraje del presente Plan Universal. Y si ello es así, ¿cómo se entiende que estos mismos seres, al pasar sus almas a  planos evolutivos superiores, como el ser del animal al humano, en lugar de fundirse unas en otras se diferencien aún más?

-Muy difícil me es responder adecuadamente a tu pregunta. Tú desconoces aún prácticamente todo el mecanismo de la evolución y de las distintas corrientes y contracorrientes y remolinos que se originan en su seno…

-¿No me puedes dar alguna idea, una noción, aunque muy rudimentaria, de lo que cuando avance en la Iniciación conoceré?

-Trataré de dártela, si bien por el momento tendrá que ser muy vaga y general…

-Te ruego que lo hagas, ¡oh Maestro!

-Así como se te enseña en tus clases de Geometría que dos líneas que se cruzan un mismo  plano determinan un punto, cada uno de nosotros no somos más que la resultante transitoria del cruce de dos o más… -tú no conoces el “idioma”- entidades evolutivas en actividad. Todo se complementa en el universo; hay un “porqué” para cada cosa. El “tono” cuantitativo de cada sistema rige la expresión de las corrientes evolutivas y de los seres que las forman y son formados por ella.

Cuando los seres de una masa evolutiva lo merecen, se “casan” espiritualmente con otros en condiciones y juntos dan a luz una tercera masa evolutiva mejor. Cuando la atracción polar que los mantenía unidos entre sí es satisfecha por los seres del segundo grupo y ya no atrae a sus compañeros, porque su capacidad de relación está cumplida; y entonces se diferencian y cada uno es tan perfecto como antes lo era todo el grupo… ¡Oh Ankor! Estoy hablando de cosas que no puedes entender y que, dichas en las palabras materialistas de un idioma hecho para la guerra y los negocios, suenan como pretender dar idea de la forma de una flor golpeándola contra una tabla.

-Prosigue, Maestro, te lo ruego…

-Bien… Esos seres están ahora separados en el plano que antes los unía, pero continúan unidos en infinidad de otros aspectos.

-Pero ¿llegará un día en que se desunan totalmente?

-Así es; pero el día en que se reconozcan plenamente libres e independientes, destruyen el último lazo que a la vez de unirlos los separaba, haciéndoles en algo distintos unos de otros, como por ejemplo, lo es el cuerpo del hombre y el de una mujer. Ese día, ¡oh Pequeña Serpiente!, todos los seres de ese Plan se vuelven idénticos, se vuelven uno, pues sus límites ya no pueden existir al haber idénticas condiciones fuera y dentro de ellos. En algo absolutamente homogéneo, tú lo sabes, no puede haber ni tenues películas delimitantes, pues, si así ocurriera, ese “algo” ya no sería homogéneo… ¿Puedes ver ahora, a través de este torpe esbozo, algo de luz en la oscuridad del problema?

-Entiendo un poquito, sabio Maestro, y mi corazón intuye algo más… Pero un día, un día de esta vida, ¿podré conocer eso como tú y ya no tener problemas?

-Un día cercano reconocerás todo lo que ya tienes aprendido y aumentarás ese saber con nuevas cosechas… ¡Qué pobres te parecerán entonces mis palabras! ¡Bienaventurado seas, oh Serpiente, que un día te devorarás a ti mismo y ya no conocerás el principio ni el fin!”

 

Jose Carlos Fernández

Almada, 22 de Febrero del 2017


[1] Del libro del Dalai Lama, “El Universo en un solo átomo”.

[2] En el año 1940

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