Filosofía

«Antes de que sea tarde», el Bosco y un impuesto sobre el carbón

jardim delicias bosco

El 30 de octubre de este año, 2016, Leonardo DiCaprio actor y Mensajero de las Naciones Unidas para la Paz en el 2014 por sus trabajos en pro de la ecología y la biodiversidad, presentó un filme documental realizado por Fisher Stevens. Es “Before the Flood”, “antes del diluvio” (que ha sido titulado en el mundo hispánico como “Antes de que sea tarde”). Él es coproductor y actor principal y entrevista a personajes notables como Obama y el Papa Francisco, a John Kerry y a Sunita Narain, entre otros. Es un alegato sobre la imperiosa necesidad de sustituir en un tiempo mínimo (menos de diez años será ya un desastre) el uso de combustibles fósiles (entre los que se incluyen el carbón, petróleo y derivados) por fuentes alternativas de energía, como la solar y la eólica. En un viaje de tres años por China, Indonesia, el Ártico y por muchos otros rincones del mundo, testimonia los desastres medioambientales que parecen augurios de un Apocalipsis climático, si no se hace un firme movimiento de timón que cambie el rumbo que llevamos, drásticamente.

El documental ha sido emitido por la National Geographic de forma gratuita y los que lo deseen pueden verlo en alta definición en youtube. Leonardo DiCaprio explica cómo en su infancia tenía junto a la cama un cuadro del Jardín de las Delicias, del pintor El Bosco, que observaba detenidamente todos los días y del que aparecen escenas visuales de gran belleza en el filme mismo, enlazándolo con el tema y mensaje de esta película.

Aunque el nombre de “Jardín de las Delicias” es posterior y en realidad dicho cuadro o no tenía título o se desconoce, es evidente que trata de la Creación e Historia del Mundo en la versión bíblica, con tres paneles, siendo el primero la escena del Paraíso y la áurea inocencia, el segundo el Mundo, con todos sus pecados y tentaciones grotesca y oníricamente expresados, muy en el estilo del pintor holandés, y el Infierno, con sus castigos. Las proporciones de estos en la tabla pintada son las habituales, el Mundo es la suma de la medida de la Inocencia y el Castigo, curiosa metáfora métrica. Si fuera un hindú que la observase diría que representan los tres Poderes Divinos: Brahma, el Creador; Vishnu, el Conservador de la existencia, tensionando y sometiendo a prueba, para su aprendizaje a todo lo que vive y ama, y Shiva, la destrucción asignando el peso de las efectos a las causas, y purificando y regenerando, casi necesariamente a través del sufrimiento. En la escena del Paraíso Dios aparece como Cristo –algo inusual en la iconografía de la Edad Media- junto a Adán despertando de su sueño y Eva, también vemos la Fuente de la Vida y los animales, plantas, y criaturas acuáticas, viviendo en paz y armonía. Detrás de ellos aparece el árbol Draco, signífer de las Canarias, un árbol curioso, no sólo por su forma casi perfecta de pirámide invertida, sino también por su savia roja- la sangre del dragón, muy usada en la medicina antigua-, por lo extremamente lento que crece y porque carece de anillos al ser cortado, no pudiendo ser determinado de este modo su edad.

En la escena del Infierno, las máquinas del castigo son instrumentos musicales. Paradójica alegoría: Es la armonía quebrada la que nos hiere y castiga, pura filosofía hindú donde se enseña que el Karma, la reacción que ajusta la Ley es necesaria para el retorno de la Armonía, que en los planos más elevados de conciencia se identifica con la Justicia misma. O quizás también significa que la maldición del Alma-Armonía es precisamente, no haber hecho uso de la misma, como en los versos de Becquer: “Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veíase el arpa. Cuánta nota dormía en sus cuerdas, como el pájaro duerme en las ramas, esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas”

En la parte de encima de la tabla derecha, la del Infierno o Destrucción se ve, en la noche, una ciudad en ruinas, incendiada, con nubes de vapor y hollín sobre un fondo negro, y donde la angustia y la desolación reinan. Una escena pavorosa pintada por El Bosco con precisa y delicada maestría.

Fragmento superior del panel derecha, del cuadro El Jardín de las Delicias de El Bosco, extraído de la Wikipedia
Fragmento superior del panel derecha, del cuadro El Jardín de las Delicias de El Bosco, extraído de la Wikipedia

En el documental, es entrevistado el economista Gregory Mankiw, catedrático de Economía en la Universidad de Harvard, y que fue presidente del Congreso de Asesoría Económica durante el gobierno de Bush hijo. Propone un “impuesto sobre el carbono”, es decir, un impuesto que grave toda aquella actividad que emita carbono a la atmósfera. Dice: “cuando creas un impuesto aumentas el valor de las cosas y la gente consumirá menos; esa es la lección número uno de la clase de Economía.” Bien no creo que en un sistema complejo con todas sus interacciones posibles, la cosa sea tan sencilla, pero lo que sí es cierto es que las actividades lucrativas de algunos están suponiendo la desolación futura de casi todos. En Economía se habla de “costes marginales”, los que soporta la sociedad con la acción empresarial de unos pocos beneficiados. En este caso, el coste marginal es insufrible, ¡estamos hablando de medidas de emergencia, que no admiten “paños tibios”! En el mismo documental se dice, sin pelos en la lengua, cómo un número suficiente de senadores han sido comprados –dice incluso los nombres!!!- por la industria petrolífera para vetar toda ley medioambiental que dificulte sus intereses miserables y mezquinos, esencialmente vampíricos, y no sólo contra el progreso sino contra la más elemental supervivencia del género humano. El mismo Obama, se explica en el documental, no quiso, en sus campañas, ni mencionar este “impuesto sobre el carbono”. Pero, como vemos en varias escenas, del mismo modo que Obama se manifestó contra el matrimonio gay como senador, pero lo hizo a favor como presidente siguiendo o la nueva comprensión que había iluminado su espíritu, o simplemente el juego de intereses para contentar a sus votantes; una presión social muy fuerte obligaría a los diferentes jefes de Estado a tener que incorporar este “impuesto del carbono”. Y es que deberían hacerlo ipso facto, no sabemos siquiera ya si el proceso es irreversible, pero sí que puede serlo en cualquier momento.

Hagamos un poco de historia: hasta los mismos egipcios conocían la existencia del petróleo y lo usaron ocasionalmente, pero era un producto tan asqueroso y que generaba tanto humo que no lo promovieron, ni mucho menos.

Hagamos aún más historia, esta vez “Historia Natural”: los yacimientos de carbón (que aún impulsan gran parte de la economía mundial, especialmente para mover la fábrica del mundo que es China) son las masas de bosques arrasadas y petrificadas en catástrofes geológicas naturales. Los de petróleo son semejantes, pero con masa no sólo vegetal sino también animal, en estado oleaginoso de descomposición. Todos estos detritos y restos de cadáveres vegetales y animales –y que deberían quedar en el interior de la Tierra para continuar su proceso de depuración y transformación alquímica, que los convierta de nuevo en rocas magmáticas o metamórficas -después de usarlos “energéticamente” los lanzamos a la atmósfera, donde quedan en suspensión coloidal o directamente como gases. Este carbón que debería ser, en la raíz, el soporte de la vida –pues toda la química orgánica, o sea, la vital, tiene como base el carbono- se convierte en una sustancia peligrosa, sucia, contaminante, que perturba el equilibrio natural de efecto invernadero de la Tierra. Perdone el lector la comparación, pero dada la gravedad del tema, creo que es necesaria. Imaginemos que todo el desecho de la combustión de los elementos, acumulada después de la digestión en el intestino grueso y que debería fertilizar la tierra, enterrada en ella, o sea, las heces fecales, fueran lanzadas, pulverizadas a la atmósfera que respiramos todos los días. El proceso es semejante y venenoso para la salud del hombre y de la tierra. La industria petrolífera ha sido durante más de un siglo dueña del mundo, ha forzado y fuerza políticas insanas, adulteradas, corrompe gobiernos, crea guerras y revoluciones, promueve las más brutales injusticias, y ni siquiera permite a los países beneficiarse de sus depósitos energéticos, pues sitúa o mantiene en el poder a tiranos de todos los colores que usan un bien común, o por lo menos una riqueza del país para depravar sus almas con el lujo sin mesura y la injusticia, aplastando brutalmente las cabezas de sus súbditos, que ya no son tales, sino esclavos. Infinidad de cadáveres y víctimas yacen, despedazados, en la gruta de este dragón enemigo de la humanidad, que es la industria del petróleo, y ahora a campo abierto quiere terminar su labor desolando la Tierra entera, sin ningún Sigfrido o San Jorge que agujeree su panza hedionda, o clave su espada en su corazón de hulla o antracita no convertida en diamante. Evidentemente el problema siempre es el egoísmo brutal de los deshumanizados, la codicia, que como dijeron los egipcios, es una enfermedad incurable, un pozo de petróleo que se traga el alma colapsándola en su oleaginosa suciedad. Si el petróleo está envenenando el planeta como ya ha envenenado tantas almas excitándolas a la codicia y a la corrupción, no es por culpa de ser la sustancia que es, pues forma parte de la naturaleza, es un eslabón de un proceso de la misma; si lo está envenenando es por lo que hacemos con él y en qué medida, por cómo paraliza otras iniciativas luminosas y liberadoras, y por cómo se resiste hoy a ser naturalmente sustituido, aún a precio de convertirse, como un jinete del apocalipsis, en muerte y desolación, angustia y destrucción física y moral de miles de millones de seres humanos, que por serlo sueñan e imploran al Cielo un futuro mejor, más digno y acorde con sus naturalezas. Igual que toda alma que no se haya convertido en un cáncer para sí misma, sueña una Tierra descontaminada y limpia, donde todos sus hijos seamos como hermanos, los unos para con los otros, hijos de una misma Madre.

 

Jose Carlos Fernández

Almada, 21 de noviembre del 2016

1 comentario en “«Antes de que sea tarde», el Bosco y un impuesto sobre el carbón”

  1. Hermoso artículo. Quiero compartir este video que amplia el documental de Di Caprio (y le cambia también el enfoque…). Lo considero fundamental. Muchas gracias José Carlos por tu arte y por difundir toda esta información tan importante. Abrazos desde Guatemala!

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