Hace unos días tuve el placer y la alegría de participar, en tanto que Director de Nova Acropole en Portugal, a una actividad organizada por la Asociación Corazón Amarillo de Lisboa. Consistía en un “viaje anímico guiado” a través de algunos de los lugares más emblemáticos del Egipto Antiguo: Abidos, Menfis, Tebas, los Templos de Abu Simbel, el Museo del Cairo. Con sencillas explicaciones sobre jeroglíficos egipcios, su significado y simbolismo, y un poco de iconografía para “leer” las maravillosas obras de arte que nos dejó la civilización hija del Nilo, el viejo país de Kem, y algunas notas de la filosofía egipcia sobre la vida y la muerte; fuimos todos entrando en esa dimensión de lo mistérico que acompaña siempre a todo lo que venga de la Tierra de las Pirámides, o TA MERI, “Tierra Amada” según la llamaban ellos mismos.
Me sorprendió la gran atención de los oyentes, a pesar del calor propio de la estación y la hora, más propicia de una buena siesta regeneradora de neuronas cansadas. Y también las acertadas preguntas, más profundas y difíciles cuanto más sencillas, despojados del aparato intelectual, que muchas veces no es herramienta ni búsqueda o hallazgo del conocimiento sino una veste de vanidad.
Al finalizar fuimos todos ofrecidos con un buen te y pastelería, amenizados por diálogos muy animados en las diferentes mesas. Todos los ancianos que son beneficiarios de esta Asociación y los bondadosos voluntarios que se ocupan de ellos, confraternizaban alegremente, en un acto generoso y dignificador de la condición humana.
En las varias actividades en que hemos podido colaborar con esta Asociación, Corazón Amarillo, he recordado siempre las enseñanzas de Platón en su magna obra “Las Leyes”.
En su Libro XI dice que los ancianos -especialmente si son tales y no simplemente están “cargados de años”- en razón de su experiencia y natural desapego de las cosas del mundo, están más cerca de la dimensión invisible y espiritual. Dice que son como “talismanes vivos” que atraen sobre la tierra, cuando se les honra como es debido, las bendiciones del cielo. Todos sabemos -Platón nos lo recuerda en esta obra, y menciona que ésta es una verdad mil veces experimentada en la Historia- que no hay peor maldición que la de un padre o una madre. Si esto es así, dice, también será verdad que los votos que hagan los padres por la prosperidad de sus hijos deben atraer la mirada bondadosa del Cielo. Platón enseña, entonces, que no hay mejor “estatua de un dios” que la del anciano a quien servimos desinteresadamente: “es verdaderamente un tesoro para los hombres de bien tener antepasados que alcanzan una gran ancianidad”
¡Cuántas bendiciones del cielo puede atraer, entonces esta Asociación, Corazón Amarillo! ¡Se ve en la bondad y atención de sus voluntarios, en su sonrisa y paciencia! Dedican un día por semana, a veces una tarde entera, a dar compañía y trato a ancianos con poca movilidad, o incluso sin ánimo de tal; a ayudarles en varias de sus gestiones, a organizar actividades específicamente para ellos, evitando así el riesgo del propio abandono; a ver cuáles son sus necesidades y cómo pueden ayudarles en ellas. Crean un vínculo con el mundo, o mejor, con lo humano, a quienes muchas veces se estaban cerrando sobre sí mismos, en razón de las circunstancias familiares, de salud, o simplemente de ambiente. Algunos de estos voluntarios dicen que es tanto lo que aprenden, tanto el beneficio que reciben en sus almas, que no son, ni mucho menos, los ancianos los favorecidos, sino ellos. ¡Cuántos tesoros hay en un alma llena de vivencias! ¡Y qué alegría para tales hallar un digno receptáculo de las mismas!
Los que tenemos la oportunidad de colaborar en estas actividades, aunque sea puntualmente, sin el valioso mérito de los voluntarios estables; sabemos que somos nosotros los que debemos sentir gratitud, pues bellas joyas de convivencia llevamos en nuestras manos y corazones.
Una de las senior, que recita maravillosamente bien, nos conmovió con su interpretación del poema de “As maõs” de Manuel Alegre, asombroso cántico, que quería compartir con todos los lectores. Si para todos es así, cuánto más para ella, que es ciega y la sensibilidad de las manos le permite entrar en el universo de lo invisible a través de la lectura.
Com mãos se faz a paz se faz a guerra
Com mãos tudo se faz e se desfaz
Com mãos se faz o poema ─ e são de terra.
Com mãos se faz a guerra ─ e são a paz.
Com mãos se rasga o mar. Com mãos se lavra.
Não são de pedra estas casas mas
de mãos. E estão no fruto e na palavra
as mãos que são o canto e são as armas.
E cravam-se no Tempo como farpas
as mãos que vês nas coisas transformadas.
Folhas que vão no vento: verdes harpas.
De mãos é cada flor cada cidade.
Ninguém pode vencer estas espadas:
nas tuas mãos começa a liberdade.
Con las manos se hace la paz y se hace la guerra
Con las manos todo se hace y se deshace
Con las manos se hace el poema : y son de tierra.
Con las manos se hace la guerra: y son la paz.
Con las manos se rasga el mar. Con las manos se labra.
No son de piedra estas casas, mas
de manos. Y están en el fruto y en la palabra
manos que son el canto y son las armas.
Y se clavan en el Tiempo como arpones
las manos que ves en las cosas transformadas.
Hojas que van al viento: verdes harpas.
De manos es cada flor, cada ciudad.
Nadie puede vencer estas espadas:
en tus manos comienza la libertad.
Y bien podemos decir con los voluntarios de esta Asociación: no son necesarias sólo buenas intenciones, son necesarias manos!
Jose Carlos Fernández
Almada 19 de Julio del 2016