Filosofía

Jeroglíficos hititas y luvitas, notas filosóficas

El autor en Hatusas
El autor en Hatusas

Para los enamorados de la Historia, ir al Museo de las Civilizaciones en Ánkara y visitar Hattusas, la capital del imperio hitita, es una experiencia única.

El gran reformador de la Turquía moderna, el genial Ataturk (que significa “Padre de los Turcos”, pues el verdadero nombre de este personaje es Ghazi Mustafá Kemal) quiso ir a las raíces más profundas de esta tierra y gentes y no detenerse en la tradición islámica, que ya en su época estaba degradada y cerrada a todo tipo de progreso, sino inspirarse en los grandes imperios que habían florecido en este país: los Lidios, los Carios y más especialmente los Hititas. Quien visite el mausoleo de este héroe de la civilización, se quedará sobrecogido con el parecido a la arquitectura hitita, pero aún más colosal. Cómo una persona fue capaz, a principios del siglo XX, catalizar el alma de todos los turcos, elevar su moral, tan en ruinas como el imperio otomano; y la devoción tan profunda que se le profesa aún hoy en estos tiempos de relativismo, escepticismo y de anticulto al héroe (o incluso, culto al antihéroe, o sea, al depravado y amoral) es digno de reflexión. Y a pesar de las tensiones existentes entre:

  • La sociedad de consumo que quiere entrar, avasalladora y corruptora semejante al ácido sulfúrico, y adormecedora de conciencias como el opio.
  • Pueblos que aunque en tierra turca no se sienten ni son tales, como los kurdos y que, como es lógico, hasta que no tengan su tierra propia, no hallarán la paz.
  • El islamismo arraigado especialmente en las zonas más rurales, y en los suburbios de las grandes ciudades y al que la reforma de Ataturk tocó muy superficialmente, pues psicológicamente, para bien y para mal, muchos de ellos no han salido aún de la Edad Media.
  • Los nacionalistas cultores de las más viejas tradiciones, que incluyen cultos y símbolos heredados de los mismísimos hititas, o de pueblos anteriores, como el saludo y el aullido del lobo.
  • La Turquía moderna y europea, heredera del nuevo rumbo que Ataturk impuso, optimista, esperanzada, trabajadora y laica (sin excluir a ninguna religión, pero no queriendo tampoco que le impongan yugos)

A pesar de estas tensiones, repito, el nombre, hazañas, y gigantesco trabajo de Ataturk sigue siendo, más que un hilo de unificación, sí un gran poder de identidad y cohesión, una bandera de fe en las propias fuerzas para enfrentar los desafíos futuros.

Bien, pero dejemos las reflexiones sociopolíticas y regresemos a los jeroglíficos del país de Hati. En el Museo de las Civilizaciones, en Ánkara, o después, al visitar Hatussas, quedé muy impresionado por los jeroglíficos o pictogramas de estos pueblos: hititas y luvitas (el segundo ha sido llamado neohitita), y aunque ya me había encontrado con ellos en otros artículos, libros y aún documentales, verlos en directo es sobrecogedor. No sabemos, como sucede con los jeroglíficos egipcios, qué magia imprimían a estos signos sagrados, que dejan de ser simples unidades de información y se convierten, además en unidades de poder. Ya que, por ejemplo, aún en sellos como el del rey Uri-Teshup, de Bogazköy, es en el interior del círculo donde están los jeroglíficos o ideogramas, y sólo en anillos concéntricos la elegante escritura cuneiforme añade títulos y explicaciones. Como para todos los pueblos que tuvieron Escuelas de Misterios, los símbolos son mil veces más importantes que los signos. Un símbolo cristaliza una idea, viva y vibrante en el alma de un pueblo; un signo sólo se refiere a ellas, como el dedo índice cuando apuntamos al cielo. El signo alude, el símbolo corporiza. Es así que al estar frente a ellos, es difícil que el alma no sienta una especie de agitación.

Extraído de la página http://www.proel.org/, la Promotora Española de Lingüística, en el artículo sobre escritura hitita
Extraído de la página http://www.proel.org/, la Promotora Española de Lingüística, en el artículo sobre escritura hitita

Es evidente que estos jeroglíficos no tienen la perfección de línea y factura de los egipcios, ni la belleza de su impecable naturalismo y trazado geométrico, pero sentimos en ellos lo sagrado: no fue aquí en vano el esfuerzo del alma humana en petrificar conceptos y relaciones que nacen de lo invisible.

Según los estudiosos, este sistema pictográfico hitita se origina en la mitad del segundo milenio antes de Cristo, en el altiplano de la Anatolia, aunque también dicen que su origen es la lengua cretense, de la que habría derivado, y con la que comparten muchos de sus jeroglíficos.

Cuadro extraído de la página http://www.proel.org/, la Promotora Española de Lingüística
Cuadro extraído de la página http://www.proel.org/, la Promotora Española de Lingüística

El pueblo hitita, místico y guerrero por excelencia (uno de sus Dioses más importantes es el Dios Espada, esculpido en el santuario de Yasilikaya) habría llegado a estas tierras en torno al 2.000 a. C[1]. y en torno al siglo XVIII se habrían asentado en las riberas del río Halis. Entran por la puerta grande de la historia, con Muwatalli, en su guerra contra los egipcios, sobretodo en la famosa batalla de Kadesh, contra Ramsés II; batalla de incierto resultado (los dos dicen que fueron los vencedores) y que se abrió a una paz duradera y de fértil intercambio comercial, y aún dinástico y sagrado (es muy conocida la Estatua Sanadora y mágica del Dios Khonsú que enviaron los egipcios para curar a la princesa de Bakhtán). Este acontecimiento, en torno al 1.300 a.C. señala el auge del imperio hitita y cien años después vemos ya su decadencia y ruina[2], comienzan los llamados Siglos Oscuros (el siglo XI y el X). En ellos hallamos los primeros asentamientos luvios, que heredarían en parte su cultura y pujanza, desde el siglo X, hasta el 708 a.C. en que fueron absorbidos por Asiria, el nuevo poder dominante en esa época. Este periodo luvita es también llamado imperio neohitita.

En su contacto con Mesopotamia, los hititas asimilaron el sistema de escritura cuneiforme, usando su propia lengua, claro está. Pero empleando, al mismo tiempo, la pictográfica o jeroglífica, con unos 300 signos que funcionaban como logogramas, determinativos y como signos silábicos. Hallamos una versión escrita monumental y una cursiva, de más rápido trazado. En los tiempos de esplendor, los signos salen de la roca (son relieves), en los de menos, son inscritos en ella: lo mismo sucederá después con los luvitas. Estos últimos, tienen un sistema de más de 600 signos, con ideogramas, y también fonético con vocales, diptongos y sílabas. Semejante, por tanto, al egipcio. Gran parte de los jeroglíficos hititas los encontramos también entre los luvitas, y en estas notas de simbolismo, los estudiaremos indistintamente.

La escritura es en bustrofedón, es decir, como ara un buey, para un lado y para el otro, aunque a veces no se lee en una línea sino en grupos, dentro de ésta, como hace el egipcio y también el maya.

Analicemos algunos de estos jeroglíficos[3], guiados en el laberinto de los conocimientos, por la antorcha de poderosa inteligencia de H.P.Blavatsky (1831-1991), en su inmortal Doctrina Secreta.

jeroglificos

El primero que nos llama la atención es el de DIOS[4], que precede al nombre de sus númenes adorados, y cuyo diseño geométrico es la circunferencia con su diámetro vertical[5]. HPB explica que el diámetro vertical dentro del círculo es símbolo del primer impulso divino, del MOVIMIENTO, quintaesencia de los Dioses mismos, raíz o ley de todo fenómeno en la Naturaleza. Dice que cuando el diámetro está dentro del circulo mantiene su condición divina intrínseca, es, como Brahma, la semilla de cuanto existe, o como Atum en Egipto, el Pilar que surge de las Aguas Primordiales de Nun, siendo Atum el Ser de todas las cosas que serán. Sin embargo cuando está fuera de él I O es, en una clave, la Década Perfecta, el Número de Horus, la primera unidad propiamente creadora, y también de la Luna y su influjo (la Diosa griega IO) y como JOD hebreo (cuyo valor numérico es 10) puramente fálico. Es un símbolo, el diámetro vertical en el círculo o fuera de él, que encontramos en los más antiguos petroglifos, y por toda la tierra; siendo lo recto y lo curvo los símbolos de la doble naturaleza, Padre-Madre, o Espíritu-Materia, que existe en todo. Los mismos hititas, como casi todos los pueblos, para representar el número 1 hacen un trazo vertical, y esto en sí tiene un profundo significado y no es fruto de la casualidad (hay cientos de cosas que se podrían hacer en vez de un trazo vertical, tan fáciles y cómodas). Después, para expresar el Todo[6], los hititas diseñan una Puerta de un Templo, como si dijesen, “no te podemos decir lo que es, pero si atraviesas esta Puerta que entra en el misterio lo podrás entender tú mismo”, también los egipcios asociaban el concepto de sabiduría al de una Puerta y una Estrella.

Cuadro extraído de la página http://www.proel.org/, la Promotora Española de Lingüística
Cuadro extraído de la página http://www.proel.org/, la Promotora Española de Lingüística

El concepto “vacío”, “nada”[7] lo construyen con el jeroglífico de Edificio[8] y con el de Restar. Como en la versión humorística de Jose Mota, en que Platón dice a Aristóteles, que “la nada es un cuchillo al que le han quitado el asa y ya no tiene filo”, y este último responde, inquisitivo “o sea, que Nada menos Filo es igual a Asa”. Más allá de bromas, la hitita es una perspectiva interesante, pues para ellos la nada no es un concepto absoluto, sino relativo, no es una nada absoluta, concepto ininteligible e imposible por tanto para la mente humana, sino una nada relativa. Retiramos lo que había y lo que queda es nada (respecto a lo que había), retiramos piedra a piedra el edificio, piedra a piedra construido, y lo que queda es nada, no se pierde la forma mental que lo construyó, y ni siquiera los materiales, que están en otro lugar. Antes o después, cuando el universo se disuelva en el espacio puro, éste volverá a ser nada, pero una nada relativa, de la que con el fuego del espíritu, nacerá un nuevo universo. Los filósofos antiguos, que eran muy prácticos, evitaban los conceptos absolutos de los que tan fácilmente derivan paradojas e imposibilidades que a nada conducen.

Nos sorprende también que el jeroglífico con el significado de cruz[9], sea como la nuestra, de brazos desiguales, la cruz que es el desarrollo de un cubo y que representa al Espíritu convertido en Naturaleza, crucificado en ella: la cual es como totalidad, o sea, sin oposiciones, un Cubo, la Piedra Cúbica de los Alquimistas, el Todo en todo.

El jeroglífico de Camino[10] es también sorprendente, y se asemeja a las figuras construidas por los boy scout en la búsqueda del tesoro. Es sencillamente genial, pues indica la idea de avance, de penetrar, de hacer converger los esfuerzos. No podemos diseñar el camino por la tierra que lo forma, pues lo que hace al camino es ser recorrido. Psicológicamente hablando, no hay camino sin caminante ni caminante sin camino: todo es camino cuando nos lleva a la verdad, nada lo es cuando nos hace caminar en círculos o perdernos.

El jeroglífico para Bondad o Bueno[11], es un triángulo equilátero, o sea, bello, perfecto, equilibrado; uno de los símbolos, en casi todas las culturas, para la divinidad, para el fuego espiritual. Como dice Platón, el Fuego está hecho de triángulos. Con un triángulo y dentro una cruz representan al Rey[12], aunque este triángulo es isósceles y debe evocar las tiaras que llevan los gobernantes y sacerdotes, símbolo además de ese cuerpo etérico e invisible, que como un “capuchón” encarna el poder de voluntad dentro del organismo humano. Otro triángulo, lleno, e isósceles es Ciudad[13], dos Región[14] y tres Castro, o Fortaleza[15]; un rectángulo con dos no sabemos qué (¿Pivotes, o columnas?) la Casa[16]; y el signo Casa con el Menos, “Destrucción”[17].

El concepto Vida[18] es evocado con un jeroglífico muy semejante al Ankh egipcio, sólo que en una de sus formas más primitivas, humanizado, con piernas. Tierra[19] es un horizonte quebrado o una especie de camino con desviaciones en 90 grados, muy ajustadas al laberinto de la vida, a lo que los egipcios llamaban “ángulos de Apap”, la serpiente de la materia primordial y de los eclipses. El jeroglífico de Cielo[20] parece un cuenco transparente con agua, y muy semejante en su forma al egipcio NEB 5, Señor. El cayado[21], símbolo de poder, civil y religioso, en la antigüedad, el de los “pastores de hombres”, y luego convertido en báculo de sacerdote romano o de obispo cristiano, es representado del mismo modo que en el neolítico: tal y como podemos constatar en el Cromelech dos Almendoes en el Alentejo, Portugal, en menhires, dólmenes; o en el báculo de pizarra del 3º milenio antes de Cristo hallado en Montemor-o-novo, y que es considerado uno de los grandes tesoros nacionales de este país. Este jeroglífico, CAYADO, junto a otro, una concavidad, la mitad inferior de una circunferencia[22], hacen el de OCCIDENTE[23], y no podemos olvidar que el Dios-Báculo por excelencia (el báculo llamado UAS), Anubis es el Rey de Occidente, guía en las sombras hasta llegar a la Luz.

Hay otro muy enigmático, parece la geometrización del doble Hacha en la cima de una Montaña, y del que se desconoce el significado, y el de MAL[24] o MALO, que es semejante al inverso de MIL[25] (el número mil), como si fuera una mano ocultando semillas que deben ser sembradas. Recordemos que para Platón, en sus Etimologías del Crátilo, el Mal es la fuerza u obstrucción que impide el progreso, el libre curso de la evolución.

Curiosos son también los números: 4[26] son cuatro trazos verticales, como en Egipto, representando los cuatro pilares de la tierra (Geb); 5[27], tres trazos sobre dos, no al contrario (el triángulo, o fuego, sobre el agua, y no al revés, que es una aberración psicológica, ver lo que dice al respecto el formidable libro “Por las Puertas de Oro”); 9[28] es dispuesto como tres grupos de tres (semejante a otro jeroglífico hitita misterioso, el TAN[29], que parece un juego geométrico con 9 casillas dispuestas de este modo e interligadas), pero en el número 8[30] no se hacen grupos van todos los trazos en sucesión. El número 12 es una especie de rectángulo horizontal (o sea, el número hitita 10[31]) sobre dos trazos verticales, formando una especie de Puerta, que es, recordemos el símbolo de Totalidad. Muy apropiado, pues los 12 signos del zodiaco eran la encarnación de todos los poderes creadores en la Naturaleza. La palabra Estela[32], siempre con un valor religioso o sagrado, es el jeroglífico Construcción o Piedra[33] más Cincel; y el que indica Pastor[34] (que insisto, debe ser “de hombres”) es el mismo ideograma hindú llamado Lazo de Shiva o Pasha, y del que H.P.Blavatsky dice:

“De ahí que el lazo cruciforme, o pâsha, en manos de Shiva, (…) como emblema de “puerta, entrada, boca, lugar de salida”, significa “la puerta estrecha” que conduce al reino de los Cielos, mucho más que el “sitio de nacimiento” en sentido fisiológico. Es una Cruz en un Círculo y Cruz Ansata, verdaderamente; pero es una cruz sobre la cual tienen que ser sacrificadas todas las pasiones humanas, antes que el Yogui pase por la “puerta estrecha” el círculo estrecho que se convierte en uno infinito, tan pronto como el Hombre Interno ha pasado el umbral”[35]

El jeroglífico AURIGA[36] no aparece sobre un Carro, tan importantes en el aparato militar hitita, sino que se le representa con la mano sujetando las riendas, pues auriga sólo es el que puede dominar el ímpetu de los caballos, no basta ir en pie subido sobre el Carro.

El jeroglífico TRUENO[37], asociado a uno de sus dioses principales, Teshup, es una especie de doble W, y morfológicamente casi igual a SEÑOR[38], una especie de tridente sin asa, o de letra Shin hebrea (más semejante aún la fenicia), la letra 21 y cuyo valor numérico es 300, y el significado, precisamente “afilado” “cortante”. Mi imaginación, muy calenturienta a veces, no puede dejar de ver en este glifo el movimiento mismo del rayo, que dice nuestra ciencia que baja y sube varias veces del cielo a la tierra, como un diente de sierra, el mismo grafo de la letra Shin. El Jeroglífico FUERZA es evidentemente una estilización del Trueno con dos líneas laterales de las que ni sé ni imagino el significado, aunque el RESPLANDOR[39] del rayo es diseñado de modo semejante.

Si nos vamos a los jeroglíficos que se han convertido en determinativos o vocales o sílabas, destacar el de LÁ, una elipse horizontal y otra vertical entrecruzadas. Cuando Paulina Zelitsky descubrió en el año 2001 toda una ciudad sumergida, a 700 metros de profundidad, en el Caribe, junto a la isla de Cuba, con pirámides y otras construcciones con todo tipo de inscripciones jeroglíficas (después, misteriosamente, no se volvió a hablar de este tema), dijo en una entrevista telefónica que uno de los signos esculpidos en la piedra era precisamente como este signo Luvita, el Lá.

Es también llamativo en esta serie fonética el LA (sin acento), que es la figuración de una lengua[40]. Y es precisamente la onomatopeya, con b, cuando en España queremos decir que alguien habló y habló y habló, haciendo uso imparable de su lengua. Por ejemplo, en la expresión “Luis, después de beber dos tragos, soltó su lengua, nos habló de su vida y milagros, y por más que buscamos una oportunidad de fuga su bla, bla, bla era incansable y sin fisuras”

El jeroglífico de Mujer y Madre[41], es un Huevo, tal y como el de la Diosa Madre, la diosa Isis en Egipto, como Señora de la Vida, que emerge siempre desde lo invisible a lo visible. H.P.Blavatsky nos aclara por qué:

“¿De dónde[42] procede este símbolo universal? El Huevo fue añadido como signo sagrado a la Cosmogonía de todos los pueblos de la tierra, y fue reverenciado tanto por su forma como por su misterio interno. Desde los primeros conceptos mentales del hombre, se reconocía que era lo que representaba más propiamente el origen y el secreto del Ser. El desarrollo gradual del germen imperceptible encerrado en la cáscara; el trabajo interno, sin ninguna intervención o fuerza externa notoria, que de un nada latente producía un algo activo, sin necesitar para ello más que del calor; y el que, habiéndose desenvuelto gradualmente una criatura viva concreta, rompía su cáscara apareciendo a los sentidos externos de todos, como un ser por sí mismo generado y por sí mismo creado; todo esto tiene que haber sido desde el principio un milagro permanente. (….) La segunda razón, para haber sido elegido el Huevo como representación simbólica del Universo, y de nuestra tierra, fue su forma. Era un Círculo y una Esfera; y la figura oviforme de nuestro Globo tuvo que haber sido conocida desde el principio de la simbología, puesto que fue adoptado el huevo tan universalmente.”

Hay otro jeroglífico hitita que nos llama la atención, y al que aún no se le ha encontrado ningún significado[43]. Es idéntico al 6, que es el Aa 13 de la Gramática de Gardiner. Significa, el jeroglífico egipcio, lado, costado, costilla (que es de hecho, lo que representa la imagen), contraparte, mitad y amado(a). Un jeroglífico muy curioso pues da la llave del mito de creación de Adán y Eva. Eva es la contraparte, la mitad anímica, la amada y la costilla de Adán, y surge del costado del primer ser humano. Claro, en[44] asirio, Ad es el “padre” y en arameo “Ad es “uno”, Ad-ad, “uno único”; Adán, representa así el Solus, el único, en latín, o sea, el Sol; y Eva, como “madre de todo lo que vive” sería en una clave la Tierra, y en otra la Luna, cuya forma en creciente dibuja una “costilla”.

El hitita y el luvita van poco a poco desvelando sus secretos, los aparentes y más superficiales, asociados a la interpretación literal de su lengua escrita cuneiforme y pictográfica. Pero, más allá de este primer velo, como en los jeroglíficos egipcios, ¡cuantísimos significados y alusiones ocultos, qué océano insondable de sabiduría y vínculos entre imágenes e ideas, no espera ser conocido y navegado!

 

Jose Carlos Fernández

Almada, 3 de Noviembre del 2015

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[1] Seguimos aquí la Cronología oficial, la que se va moviendo, lentamente a veces, como las placas tectónicas, y otras rápidas como un derrumbamiento de tierras o un tsunami.
[2] Con la destrucción de la ciudad capital, Hattusas y otras ciudades hititas aproximadamente en el año 1.190 a.C. según los historiadores actuales.
[3] La lista completa de los mismos puede encontrarse en la página
http://www.hethport.uni-wuerzburg.de/luwglyph/Signlist.pdf
[4] El 360 de la lista mencionada en la nota a pie de página anterior.
[5] El signo HA (el 215b de la lista), efectivamente, parece una cursiva de éste mencionado, y sí es, exactamente la circunferencia con su diámetro vertical. Aquí, el de Dios, más exactamente es una elipse, y las líneas de la circunferencia y diámetro no son tales, sino bandas. Esto no invalida lo que se está diciendo, sino que le otorga matices aún más esotéricos, asociados quizás a esta figura geométrica, la elipse, que es reina del Cosmos y da la medida, por ejemplo, del Sistema Solar y de todo tipo de giro orbital.
[6] El 430 de la lista.
[7] El 245 de la lista.
[8] El 244 de la lista.
[9] El 309 de la lista.
[10] El 221 de la Lista.
[11] El 370 de la lista.
[12] El 17 de la lista.
[13] El 225 de la lista.
[14] El 228 de la lista.
[15] El 231 de la lista.
[16] El 247 de la lista.
[17] El 248 de la lista.
[18] El 369 de la lista.
[19] El 201 de la lista.
[20] El 182 de la lista.
[21] El 378 de la lista.
[22] El 407 de la lista.
[23] El 379 de la lista.
[24] El 368 de la lista.
[25] El 400 de la lista
[26] El 391 de la lista.
[27] El 392 de la lista.
[28] El 395 de la lista.
[29] El 429 de la lista.
[30] El 393 de la lista.
[31] El 397 de la lista.
[32] El 267 de la lista.
[33] El 244 de la lista
[34] El 438 de la lista.
[35] En el volumen IV de la Doctrina Secreta, en la edición española, en la sección “El Símbolo de los Nombres de Misterio, IAO y Jehovah, en sus relaciones con la cruz y el círculo”.
[36] El 289 de la lista.
[37] El 199 de la lista.
[38] El 390 de la lista.
[39] El 200 de la lista.
[40] El 175 de la lista.
[41] El 79 de la lista
[42] En Doctrina Secreta Vol. 2 de la edición española, en el capítulo “El Huevo del Mundo”
[43] Es el 14446 de la lista de jeroglíficos luvitas que aparece en la página http://www.unicode.org/L2/L2007/07096r-n3236r-anatolian.pdf
[44] Doctrina Secreta , Volumen III 1º Capítulo de Antropogénesis.

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