Filosofía

Caos, Theos y Cosmos en la obra «La Doctrina Secreta» de H.P. Blavatsky: reflexiones filosóficas

 

Ponencia presentada en el I Congreso de Historia y Mitología, celebrado en Lisboa en octubre del 2015

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Tal y como hemos comprobado en las últimas exposiciones en este Congreso, el tema del Caos, y cómo desde él surge, en base a un rayo de inteligencia, un orden nuevo; es un tema que preocupó seriamente a todas las antiguas civilizaciones. Bien sea el Fiat Lux bíblico, o en la religión babilónica, Marduk luchando contra el dragón Tiamat (una de las primeras versiones del futuro San Jorge, o Horus a caballo); o en la cosmogonía heliopolitana, Atum surgiendo de las aguas inmateriales de Nun, como un obelisco; o en la de Hermópolis (la Khemenú egipcia) Thot ordenando las ocho (cuatro dobles, serpientes y ranas) potencias del Caos. Etc, etc. En todas hay un caos que es necesario vencer, sobrepasar, ordenar, matar, para con él formar la naturaleza entera, que es siempre, pues en ella se refleja la faz de los Dioses, un cosmos de orden y armonía.

Este misterio del Caos, Theos y Cosmos (Homogeneidad caótica-Inteligencia-Orden), clave en la cosmogénesis, se repite desde lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño. La semilla, con su orden implícito, devora la tierra-caos que le rodea, para crear el árbol de vida con sus nuevas floraciones, frutos y la promesa de nuevas semillas. Al alimentarnos debemos romper las cadenas proteínicas que no pueden ser de este modo asimiladas (pues traen un orden diferente del nuestro), y de ese, caos, “caldo proteínico” y con la llave de nuestro propio código genético ir asimilando esta materia para que forme parte del orden-vida de cada uno.

En la alquimia la obra al negro corresponde al caos, y de la materia putrefacta del hombre viejo –simbolizada por el plomo- debemos crear el oro de la perfección luminosa usando el doble mercurio (Agua y Aire). Nuestros conceptos viejos y anticuados, obsoletos, deben ser hecho pedazos antes de asimilar una nueva comprensión. Por ejemplo, para asimilar la teoría heliocéntrica, fue necesario decir que no y “despedazar” la geocéntrica. Todo nuevo paradigma, como nos demostró Thomas Kuhn en su “Estructura de las Revoluciones Científicas”, crece a expensas de la muerte del anterior, y alimentándose de él, quien no ha cedido fácilmente su puesto, pues la inercia es el poder por excelencia del caos, y los zarpazos y dentelladas de lo viejo dejan tras de sí, como el carro del Jagannath una hilera de cadáveres y mártires. Así, el orden viejo ya no es tal, es el caos que debe vencer un orden nuevo. A veces, observamos esto en las situaciones vitales más insospechadas. Por ejemplo, cuando tras el atentado de las Torres Gemelas, un altavoz repetía que todos se quedasen donde estaban, era evidente que ese “orden viejo” estaba en contradicción con el impulso de supervivencia de los que no se conformaron, que se organizaron en un orden nuevo para salir del lugar. Donde el barco, un orden magno se hunde, pequeñas semillas de orden nuevo, las barcas, sobreviven. Toda la legislación, usos y costumbres, jerarquías del barco deben ser adaptadas o sustituidas a la nueva situación, pues ahora son inútiles. El mismo Dalai Lama, exiliándose del Tibet por la amenaza China, les decía a los monjes que le recibían en los monasterios que pasaba, que había que simplificar el protocolo y el ceremonial, había que crear un nuevo orden, pues el viejo, en esta nueva situación vital era ya caótico e inservible. Napoleón, elevándose por encima de las ruinas del caos generado por la Revolución Francesa y el terror de la era Robespierre, y creando una nueva nobleza de méritos, que no de sangre, se ve obligado a escribir un nuevo protocolo de rectos usos y costumbres, diferente del de la nobleza abolida, pero inspirado en los mismos eternos principios de la cortesía (que tan perfectamente formularon los clásicos, un Séneca, por ejemplo), que es en verdad, el cosmos de las relaciones humanas.

Cuando Hegel planteó la dialéctica tesis, antítesis, síntesis evocó, pero también adulteró en cierto modo el primitivo concepto de caos, theos y cosmos, que no es tan pendular, tan de revolución y contrarrevolución, es mucho más evolutivo, no simplemente se sucede en el tiempo, sino que asciende gradualmente, y contiene evocaciones muchísimo más profundas que la simplificación tesis-antítesis-síntesis no llega a captar.

Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) fue uno de los personajes más enigmáticos y sorprendentes del siglo XIX. Considerada “la mujer más sabia de su tiempo” era visitada en su humilde morada por biólogos, geólogos, sanscritistas, físicos, químicos, literatos, que le consultaban cada uno en sus respectivas ciencias, en las que eran generalmente, las máximas autoridades. Edison, Yeats, Alfred Russel Wallace, Annie Bessant, William Crookes fueron sus discípulos directos, entre muchos otros que dejaron una huella profunda en la Historia, otros, como Gandhi, que la conocieron fugazmente quedaron profundamente conmocionados por sus palabras, que fueron suficientes para mudar el rumbo de una vida.

Entre sus obras, verdaderas revoluciones del pensamiento en su siglo y fuentes de inspiración continuas en éste, destacan Isis sin Velo y la Doctrina Secreta. De esta última (editada en el año 1888) hemos elegido uno de sus capítulos que lleva precisamente el título de “Chaos, Theos y Cosmos”, del que vamos a analizar algunos simples párrafos para que nos esclarezca sobre este difícil tema.

Comienza así:

Chaos, Theos, Kosmos, estos tres son el contenido del Espacio, o como lo ha definido un sabio kabalista: El Espacio, el que todo lo contiene sin ser contenido, es la primitiva corporalidad de la Unidad simple… la extensión sin límites”. Pero pregunta él de nuevo: “¿Extensión sin límites, de qué?”; y da la contestación correcta: “El Desconocido Conocedor de Todo, la Causa Primera Desconocida.” Esta es una definición y una respuesta que no puede ser más exacta, más esotérica y más verdadera, bajo todos los aspectos de la Enseñanza Oculta

O sea, que ese proceso gestativo se da siempre desde algo, que es lo viejo y muerto que va a servir de soporte para la vida y el orden nuevo, pero hay un elemento permanente, un Cuarto (Tetraktis) Oculto, como dirían los filósofos pitagóricos, que está “detrás” de todo y sirve de soporte y que podemos muy bien representar como Espacio. Aquí ya hay una diferencia entre caos, que en su proceso gestativo máximo podemos identificar con la materia primordial, y aquello que está aun más allá, que es incondicionado, y que nunca va a tener ningún elemento de relación con todo lo que en Ello se manifieste. Los universos pueden nacer desarrollarse y morir en su seno, sin que el mismo sea nunca por ello afectado. Sería, de este modo lo que los filósofos vedantinos llamaron Eka Advaita (Uno sin Segundo), o sea, la Unidad Absoluta, no la relativa de donde todo surge. Como expresa la misma H.P.Blavatsky varias líneas después:

El Espacio, que los sabios modernos, en su ignorancia y en su tendencia iconoclasta a destruir toda filosófica antigua, han proclamado ser “una idea abstracta” y un “vacío”, es, en realidad, el Contenedor y el Cuerpo del Universo con sus Siete Principios.

En otros párrafos identifica el Caos, con el Espacio mismo, llevando el concepto “caos” no a un encuadramiento relativo, como los que usamos en ejemplos anteriores, sino a un valor absoluto:

El Caos era llamado sin sentido por los antiguos porque representaba y contenía en sí mismo –Caos y Espacio siendo sinónimos- todos los Elementos en su estado rudimentario, indiferenciado.

Detengámonos en esta idea, la del Caos como “sin sentido”. Si le damos a esta palabra el significado ordinario que tiene, es un valor negativo, por ausencia, es “falta de orden”. Y si no hay orden no hay qué es antes y después, qué tiene más importancia y menos, qué valor proporcionado tiene esto con respecto a lo otro, no hay direcciones privilegiadas ni sentido de avance, ni de movimiento, pero tampoco de quietud. Dado que nuestra mente es, según la tradición clásica, una cristalización de la mente universal, encarna su orden implícito, es un microcosmos (o sea un “pequeño orden”) dentro del macrocosmos (“gran orden”); y por lo tanto no podemos concebir el caos sino como ausencia de orden, como privación, y esto en gradaciones relativas, nunca absolutas, pues la mente responde en sintonía con el orden exterior e interior, y se deshace o queda ciega y sorda en el caos. El caos que concebimos siempre es relativo a algo pero no absoluto, somos incapaces de ello, es caos porque antes estuvo ordenado o después lo estará. El concepto más absoluto que podemos imaginar del caos es lo infinito, tanto en el sentido matemático actual como en el del apeiron (sin límites ni medidas) de los presocráticos. La infinitud desafía los números (cuya naturaleza y coordinación armónica es Mente), pasa a través de ellos como la sopa a través del tenedor.

Sabemos, y es fácil demostrar matemáticamente que:

2x Infinito es igual a Infinito (el conjunto de los números naturales tiene los mismos elementos que el de los números pares, o incluso que los primos –como demuestra Euclides-)

El matemático Georg Cantor, a finales del siglo XIX, intentó introducir un poco de orden en el infinito y desarrolló su teoría de los números transfinitos, una tentativa matemática de formalizar el infinito. Trabajó también la hipótesis del continuo, tan vinculada al infinito, pues la homogeneidad pura es la naturaleza misma del caos, y no hay infinitud si no existe lo continuo. Curiosamente cuando, en el nacimiento de la Química Moderna –más específicamente, fue Van Helmont el inventor de esta palabra- se quiso designar a los gases en su propiedad determinante de ocupar íntegramente el espacio en el que estaban, se usó la palabra “caos”. La etimología de gas es “caos”, no el concepto griego arcaico de Abismo Insondable, sino el posterior de la filosofía de “masa de materia sin forma”

La sustancia más elemental, más sin forma que conocemos –sin entrar en las interioridades de los núcleos atómicos- es el Hidrógeno (no como gas, biatómico, sino en su estado disociado, y mejor aún, libre de electrones, ionizado). Y forma, como radiación cósmica, una especie de Fuego Cósmico, la quintaesencia de nuestro universo mismo, pues todos los elementos son formados a partir, precisamente del Hidrógeno.

El filósofo nolano Giordano Bruno, en su obra “Sobre el Infinito Universo y otros mundos” atribuyendo precisamente a nuestro Universo una infinitud que ahora no estamos dispuestos a concederle, dice que, por ser infinito no hay en él un arriba y un abajo, un centro (o sea que dice que ni la Tierra, ni el Sol son el verdadero centro de todo el Universo), en todo caso que el centro está en todas partes y en ninguna, un poco como el centro del universo einsteniano (el de su Teoría de la Relatividad General) que prima en la cosmología en el momento actual. ¡Interesante para un filósofo que fue quemado por librepensador en el año 1600!

Repite H.P.Blavatsky:

Chaos, Theos, Kosmos no son sino los tres símbolos de su síntesis: el Espacio

Y llama a estos Cuatro “el cubo primitivo y perfecto”. Llama también al Caos, Gran Mar, “la serpiente de Siete Cabezas” de las tradiciones kabalísticas.

Brahma es también Theos, que se desenvuelve del Caos o Gran Mar, las Aguas sobre las cuales el Espíritu o Espacio –el Espíritu moviéndose sobre la faz del Kosmos futuro e ilimitado-está silenciosamente revoloteando en la primera hora del redespertar.

Brahma, el dios Creador del hinduismo despierta, actúa en y desde la infinitud de Vishnu para lanzar su mirada e intención en las cuatro direcciones del espacio, y después hacia arriba (en otras versiones hacia dentro, para oír precisamente la voz de la infinitud en que está y reposa), creando así la forma geométrica de la pirámide. Ella es el símbolo de todos los poderes creadores jerárquicamente en acción, es el símbolo de todo orden manifestado, o como decía el profesor Jorge Ángel Livraga, la huella del Logos en la tierra. Brahma surge de, y en cierto modo es, un Huevo o Matriz de Oro (Hiramyagarbha) en el seno del espacio puro, la semilla del futuro universo. Precisamente la raíz etimológica de Brahma es, en sánscrito, brih, que significa semilla; él es la semilla que se convierte, sin dejar de ser él mismo, en el Árbol de Vida del universo entero. Es el Theos (o mejor, Theoi, Dioses), el Triple Logos, la Voluntad-Amor-Inteligencia, que se va a expresar como Ley-Energía vital-Forma que construya el Cosmos u Orden Universal.

“Cuando la creación se hallaba en estado primordial” –dice la Mythologie des Indous, de Polier- “el Universo rudimentario, sumergido en Agua, reposaba en el seno de Vishnu. Brahmâ, el Arquitecto del Mundo, surgido de este Caos y Tinieblas, flotaba (se movía) sobre las aguas, manteniéndose sobre una hoja de loto, sin poder distinguir más que agua y tinieblas”. Viendo un estado de cosas tan aciago, Brahmâ, lleno de consternación, habla consigo mismo así: “¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo?” Entonces oye una voz: “Dirige tus pensamientos a Bhagavat. Brahmâ, levantándose de su posición natatoria, se sienta sobre la hoja de loto en actitud de contemplación, y reflexiona sobre el Eterno, quien satisfecho con esta prueba de piedad,, dispersa la obscuridad primitiva y abre su entendimiento. “Después de esto Brahmâ sale del Huevo Universal [el Caos Infinito] como Luz, pues su entendimiento está abierto, y se pone a trabajar. Él se mueve sobre las Aguas eternas, con el Espíritu de Dios en él; y en su capacidad de Agitador de las aguas, el es Vishnu o Nârayâna”.

Las sutilezas de la filosofía hindú, hacen que él repose en el seno infinito de Vishnu y que cuando entra en actividad (actividad que es la quintaesencia misma de Brahmâ) él mismo se convierta en Vishnu. Claro, la palabra Vishnu viene de la raíz sánscrita vish, que significa “llenar”. Vishnu es quien llena el Espacio Infinito, es este mismo espacio como caos informe, pura homogeneidad. Pero cuando Brahma entra en acción, es él, Brahmâ, ahora quien llena el espacio de SU universo, por eso se convierte en un nuevo Vishnu. La radiación, viento solar genera una vida y orden que abarca hasta donde llega la ahora llamada Helioesfera (o Heliopausa), éste es el Vishnu nuevo irradiado por el Sol (Brahmâ), la sustancia que de él nace y que bien podemos llamar “Éter Solar” (palabra casi tabú para la ciencia pero que vuelve con nuevos nombres y los mismos atributos de antes), que está en el seno del Éter Cósmico (o quizás mejor, el galáctico, o aún mejor, el globular del cúmulo al cual pertenece nuestro sol como estrella), un Vishnu de un nuevo orden. Toda sustancia nutriz es una forma de caos, de Vishnu, y toda es irradiada por un agente superior, Brahma, que a su vez está en el seno de una sustancia más sutil (otra vez Vishnu) en una escala progresiva que si no es infinita, sí tiende a abarcar este mismo infinito, hasta que el pensamiento desfallece.

En el capítulo de la Doctrina Secreta llamado el Huevo del Mundo, H.P. Blavatsky retorna a esta idea del Caos, Teos y Cosmos. Dice:

La “Causa Primera” no tenía nombre. Más tarde la fantasía de los pensadores la figuró como un ave, siempre invisible y misteriosa, que hizo un huevo en el Caos, cuyo cuerpo se convirtió en el Universo. De aquí que Brahma fuese llamado Kalahansa, “el Cisne en [el Espacio y en] el Tiempo”. Él se convirtió en el “Cisne de la Eternidad”, pone al principio de cada Mahamanvantara un Huevo de Oro, que simboliza el gran Círculo, o O , que es a su vez el símbolo del Universo y sus cuerpos esféricos.

En este ejemplo, el Caos es el espacio infinito, el Abismo, el Ave invisible es Theos, y el huevo es el Cosmos, que se convierte en el universo entero.

Este artículo “Chaos, Theos y Cosmos” expone, para desarrollar esta idea, numerosos ejemplos extraídos de la Kabbalah hebrea (donde el Tetragrammaton es el Theos a la cabeza de los Siete Sephirots), de la filosofía platónica, asociando el primogénito o hueste de creadores al dodecaedro; o de las Cosmogonías antiguas donde todo surge de Lo Profundo o Caos y del Primer Punto (Theos), de donde emanan los Antepasados, o Poderes Creadores; en la religión egipcia, refiriéndose a Kneph “el Dios Eterno no revelado, se le representa por una serpiente, emblema de la Eternidad, cercando una vasija de agua, con su cabeza suspendida sobre las aguas, a las que incuba con su aliento”; en los Eddas escandinavos, o aún en los Oráculos Caldeos, obra que tuvo gran importancia en el neoplatonismo.

El artículo es muy denso, en ideas, asociaciones, nombres, culturas aludidas, enciclopédico, pero más como una sinfonía de conceptos que como una compilación seca y estéril de los mismos. Hay quizás un párrafo que resume la idea central, que ella misma extrae de una obra anterior, Isis sin Velo (editada en el año 1877)

Las doctrinas cosmogónicas arias, herméticas, órficas y pitagóricas, lo mismo que las de Sanchoniathon y de Beroso, están todas basadas en una fórmula irrefutable, a saber: que el AEther y el Caos, o en lenguaje platónico, la Mente y la Materia, fueron dos principios primitivos y eternos del Universo, independientes por completo de todo lo demás. El primero fue el principio intelectual que todo lo vivifica; y el Caos, un principio fluídico informe, sin “forma ni sentido”: y de la unión de los dos surgió a la existencia el Universo, o más bien el Mundo Universal, la primera Deidad andrógina, convirtiéndose la Materia Caótica en su cuerpo, y el Éter en su Alma. Según la fraseología de un Fragmento de Hermeias: “El Caos, obteniendo el sentido de esta unión con el Espíritu, resplandeció de placer, y de este modo fue producido el Protogonos, la Luz (el Primogénito)”. Esta es la Trinidad universal, basada en los conceptos metafísicos de los antiguos, quienes razonando por analogía, hicieron del hombre, que es un compuesto de Inteligencia y Materia, el Microcosmo del Macrocosmo, o Gran Universo.

Hay una forma fácil de entender esto, por lo menos para tener una imagen mental que fije la idea. Todo, nos enseñaba el profesor Livraga en sus clases magistrales, está hecho de Luz y Números. Los Números cortan la Luz y generan las Formas que vivifican después la naturaleza (o sea, todo cuanto existe). Si disponemos de un osciloscopio podemos ver una onda que barre su pantalla en dirección horizontal o vertical, esta onda puede ser, por ejemplo, de un ciclo completo por segundo (o sea, un Hertzio), o de 10.000 (tantos cuantos queramos). Se la puede hacer interactuar con otra perpendicular, también de tantos hertzios cuantos queramos. Claro cuando en la pantalla hay una onda de miles de crestas en horizontal, interactuando caóticamente con otra de también miles, lo que se ve es semejante al televisor antiguo cuando no sintonizaba nada, caos. Pero en el momento en que entran ambas ondas, la horizontal y la vertical, en proporción de números simples 1:1, 1:2, 2:3, 4:5, 3: 8, etc; etc; desaparece el caos y se forman las llamadas figuras geométricas de Lissajous, que además, y esto es lo verdaderamente sorprendente, en apariencia giran y se mueven. No son nada más que la infinita ondulación del caos, ajustada a relaciones aritméticas. Aquí se ve clarísimamente como los “números cortan la luz” y la obligan a asumir formas. Pues bien, el Universo no es más que eso, los Números de la Mente Cósmica, obligando a la Materia Primordial a asumir formas luminosas, siendo aquí la Luz misma el impacto del número en la materia. La Luz es la ondulación de la materia primordial, y las interacciones de esta ondulación. Toda ondulación ya está sometida al número (tiene su amplitud, su frecuencia, su longitud de onda, o sea, su ritmo), y toda interacción, si numérica, ya es proporción.

De este modo:

Chaos-Theos-Cosmos, la Triple Deidad es todo en todo. Por lo tanto, se dice que es masculino y femenino, bueno y malo, positivo y negativo; toda la serie de cualidades opuestas. Cuando se halla en estado latente, en Pralaya, no es cognoscible, y se convierte en la Incognoscible Deidad. Sólo puede ser conocida en sus funciones activas; por tanto como Materia-Fuerza y Espíritu viviente, correlaciones y manifestación, o expresión en el plano visible, de la Unidad última por siempre desconocida.

 

Jose Carlos Fernández

Almada, octubre 2015

 

 

 

2 comentarios en “Caos, Theos y Cosmos en la obra «La Doctrina Secreta» de H.P. Blavatsky: reflexiones filosóficas”

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