Filosofía

Mensaje filosófico en la canción «Piedra Filosofal», de Antonio Gedeão

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Como ya dijimos en un artículo anterior, esta obra de Antonio Gedeão, Piedra Filosofal, es un verdadero poema filosófico. La formación científica seria y disciplinada del autor, como Físico y Químico, unido a una naturaleza filosófica y poética -pues con diez años emuló a Camões dispuesto a continuar su vasto poema histórico de Los Lusíadas- dieron nacimiento a este poema, una de las joyas de su vasta producción lírica.

Cuando Antonio Gedeão se refiere al Sueño lo hace a la capacidad de imaginar del alma humana, a su fuego creativo, al don de Prometeo que nos diferencia de las bestias, y nos permite abstraer, razonar, anticipar, modelar en lo invisible. Vamos a analizar en detalle estos versos, que un profesor de Filosofía en Portugal, oí decir, usaba durante medio curso académico para hacer que sus alumnos amasen esta disciplina, demasiado áspera si no se sabe enseñar bien.

El Sueño es una constante de la Vida:

Es como una de las constantes que estudia la Física, como una Ley de la Vida (pues el río, como dijo el profesor J. A. Livraga, antes de correr, sueña que corre; y todo, antes de ser, sueña que es), como la constante que rige la atracción de los cuerpos, que llamamos gravedad, o la de las cargas eléctricas, magnetismo. Nada existe, nada es antes de ser pensado, soñado, querido; y todo lo que emerge de las Aguas Primordiales lo hace desde el Sueño, buscando la luz. Podemos decir, ciertamente, que la Imaginación es la “Red de Indra”, que sostiene el Universo, y en la cual los mundos están engarzados, como las cuentas de un collar. La vida corre fertilizando sueños.

Sólido, “como esta piedra gris en que me siento y descanso”, es lo que imaginamos, para el alma, y lo que imaginamos es lo que la sostiene. De ahí la importancia de los símbolos en que los sueños cristalizan verdades universales. “Como esta piedra” pues es sobre esta calzada de piedras por donde camina el Alma

“Como estos regatos mansos”, así de puras son las imágenes que sueña el Alma, así calma la sed del peregrino que sabe que ésta no es su tierra y morada, sino sólo un confuso recuerdo de la misma.

“Como estos pinos que en verde y oro se agitan”, ávidas raíces tienen los sueños, buscando a aquellos que duermen, en la tierra oscura y húmeda, para llevarles, como savia, al sol de Verdad, y convertirles en corteza, en rama, en hoja, en flor y en fruto del Árbol de la Vida. Qué diferencia hay entre un sabio iluminado y el hombre común: la misma, se responde, que hay entre un puñado de barro y una flor perfecta, como la rosa, la violeta o el loto azul.

“Como estas aves que gritan embriagadas de azul”: Platón nos dijo, en las Leyes, que honrásemos a los Dioses, pintando en los templos las imágenes de aves que vuelan en el azul, pues estas aves representan los sueños del Alma, su anhelo de luz y libertad, y cuántas veces los carros de los Dioses son impulsados, simbólicamente por el vuelo de las águilas, el de Zeus, el poder bondadoso; las palomas el de la diosa del Amor, etc. Como un ave prisionera, dice Platón, es nuestra alma sometida al imperio de los sentidos, sólo en sueños concibe su libertad.

“El sueño es vino”, es la “sangre de la tierra”, que destila alquímicamente la luz y el calor del Sol, y la entrelaza como azúcares a las sales minerales del suelo, y fermenta, año a año, dándole cada vez más cuerpo. Lo que soñamos con el Alma es como vino que nos alimenta y embriaga, y si las almas brindan es que comparten los mismos sueños y esperanzas. Al soñar, como en el primer sorbo de vino, nos vamos despojando de las máscaras que asumimos temerosos ante los vientos inclementes de la vida. In vino veritas (en el vino, la verdad), dicen los clásicos, y en la medida de los sueños del alma vive nuestra verdadera medida. El vino encarna la “sangre de Cristo”, el sueño: la sangre que vigoriza al ser humano, y para qué respirar si no soñamos; o sea, si no queremos ver con los ojos del alma es como si estuviésemos muertos.

El sueño es espuma

El trono de Afrodita, la diosa del Amor, canto de victoria, donde el agua pierde su peso y se convierte en aire, donde la emoción sutil pierde su magnetismo animal y se convierte en blanca conciencia, y espejea la blanca luz del Sol, la mariposa del sueño se convierte en el águila de la Idea, el alma vence a la muerte.

Pues con el Sueño las experiencias, las semillas del Karma, molidas en harina, se convierten en pan de vida, o sea en vivencias, en aprendizaje: ¿cómo haríamos esto sin imaginación, cómo sin imaginación leeríamos el libro de la Naturaleza?

Bichito risueño y sediento

Pues así es la imaginación, que nos arranca amablemente de la comodidad de querer sólo comer, beber y dormir, nos lanza hacia adelante. Desmenuza lo que vemos y lo convierte en monstruos cuando desordenada fantasía; o penetra en la urdimbre de la vida, cuando imaginación inteligente, ordenadora y de ojos abiertos. El Sueño, la imaginación del alma, no se conforma con lo que parece, quiere lo que es, y ella misma se convierte en puente entre ambos.

De hocico puntiagudo

Inquieto, “que todo lo perfora”, pues va abriendo caminos para el alma, como los gusanos, que hacen permeable la tierra, aireándola, quebrando la dura piedra de la insensibilidad y la ceguera interior, y convirtiéndola en tierra fértil. El alma que no sueña es como una piedra que no espera, y cuántas veces en los tiempos antiguos, como en la religión hitita, los Dioses han tenido que luchar contra una columna de una piedra dura y negra que crecía y crecía, amenazando devorar tierra y cielo.

En un perpetuo movimiento

Pues la imaginación no sabe, pero quiere saber; el sueño no posee, aún no ha conquistado, pero quiere poseer y conquistar, no ha llegado aún, pero quiere llegar. Así, salvo que el sueño haya sido adulterado por la fantasía o sea enfermizo, satisfaciéndose en el soñar por el soñar en sí; da alas para hacer, para crear, para llegar, para conquistar. Nos dice Aristóteles que “el movimiento es el tránsito de la potencia al acto”; y este mismo tránsito es el Sueño, un puente creado entre lo que sabemos y no, entre lo que somos por naturaleza y lo que somos por méritos, o sea entre lo que hacemos y lo que podemos llegar a hacer; sin imaginación, cómo podemos recorrer ese camino. El Amor, nos dice Platón es hijo de la insaciabilidad y la plenitud, o sea, del no Ser y del Ser, una necesidad (Penia) de Plenitud (Poros) que nos pone en movimiento.

Es lienzo, es color y es pincel

Pues el ser humano, antes de poner manos a la obra, trabaja, proyecta, crea en el lienzo de la imaginación, traza el plano; pero la verdadera imaginación nace desde una emotividad, llama a esa emotividad, que da color al pensamiento. El color es la emotividad, según qué color, y qué graduación y brillo, así son nuestras emociones, emociones que arrastran la vida y la necesidad de acción tras ellas; pues no hay acción sin un motivo detrás, y el reino de las motivaciones no es el de los pensamientos ni los raciocinios. Aunque no hay pensamiento que no proyecte como una estela tras de sí una emoción asociada, y no hay emoción en torno a la cual no giren, atraídos por su magnetismo psíquico todo un torbellino de pensamientos, que pierden su cualidad más pura de este modo, sus perfiles nítidos, su objetividad. Y la imaginación, el sueño es también pincel; y con él escribimos en el alma, o el alma escribe en el lienzo de vida, abriendo un camino que será electrizado por la voluntad, el Fiat Lux bíblico.

Base, fuste, capitel

Pues la imaginación sostiene el templo de nuestra vida interior, sujeta con sus líneas de fuerza la inercia de la materia, su pasividad y peso, para crear un espacio sagrado en el que el alma puede, y sólo en él, vivir. Sin imaginación, no existe ni la posibilidad de la vida interior, de la vida del alma. Es la base, pues no podemos imaginar sin apoyarnos en las sensaciones, que son siempre del mundo, o sea, de la tierra que nos sostiene. Es fuste, pues como el fuste de la columna, abstrae de estas sensaciones materiales, las eleva, verticalmente, hacia el Reino de las Ideas, como una cuerda, que al estar en tensión, puede hacer música. Capitel, pues se abre en el reino de las ideas, de la vida íntima, de lo sagrado como una flor; abre al cielo su mensaje de belleza. Pues aunque el Sueño trabaje con imágenes, y estas sólo pueden ser del mundo, por más sutil y divino que sea; el poder oculto que se halla detrás, la semilla que busca el cielo, la voluntad oculta es de naturaleza espiritual. Es el espíritu que yergue y levanta la materia, con la imaginación, liberándose de ella, como el fuego se libera del abrazo maternal de la madera, ascendiendo y perdiéndose en lo alto. La línea horizontal busca y se convierte en un punto en lo alto, ahí nace el triángulo, símbolo geométrico del fuego espiritual, del Logos.

Arco en ojiva

De nuevo la imagen del Sueño como un triángulo, esbelto y delicado en la gracia de su curva, o como una puerta que nos lleva a los caminos del alma. El arco en ojiva, es, la simbolización arquitectónica de la Llave de la Vida egipcia, del Ankh, pues por encima de la Tau de sus jambas, símbolo de lo material y estable, se eleva, sutilizándolo; más si es en ojiva, que parece que se convierte en fuego. En el arte islámico, la palabra arco (en la Arquitectura) es la misma que la palabra “belleza”, lo que indica la importancia que al mismo le dieron: sus arcos circulares, pero con el centro de la circunferencia por encima de la horizontal que forman la línea de los capiteles, parecen un sol naciente, máxime si, como sucede en la Mezquita de Córdoba, alternan el rojo ladrillo con la blanca caliza en rayos que brotan de la vacuidad del arco.

Vitral

La luz divina o luz del mundo que llega a nuestra caverna o recinto interior, llega siempre filtrada por el cristal alquímico de nuestra imaginación. Y así la imaginación puede hacer de, o ver en, un infierno aparente un cielo real y en un cielo aparente un infierno real, y siempre el mosaico de colores de la vida es el que percibimos a través de la imaginación. Los imbéciles no sueñan ni quizás los Budas tampoco, los primeros son impermeables a la luz del alma y de la vida, los Benditos no necesitan vidrios de colores para acceder a la Verdad, llega a ellos directamente, iluminándolos, con toda su majestuosidad. Como bien dijo Shakespeare, ninguno de los dos teme a la muerte.

Pináculo de Catedral

Como los pináculos de catedral parecen fecundar el cielo con su audaz verticalidad, así hace lo que soñamos, lo que imaginamos con el alma. Cuanto más suben más livianos deben ser, más esbeltos; así los Sueños. Y la máxima altura con que podemos ver el mundo lo es siempre con la altura y sutileza de las imágenes de nuestros sueños del alma. Hasta ahí podemos llegar, más no. Lo demás es el cielo infinito, sin perfiles ni sombras, sin números ni medidas.

Contrapunto

Pues sobre la melodía que es nuestra vida cotidiana, o, simplemente, lo que conocemos, traza una nueva melodía más o menos armoniosa y sorprendente según sea nuestra capacidad de imaginar. Y esa es, finalmente la vida del alma o vida interior, en consonancia cuando estamos vivos, pero no igual a la del cuerpo. En realidad el alma, sobre la vida de los sentidos modela una nueva que es la que llamamos vida interior, y que ya no depende del mundo, aunque es abstraída desde el mundo. Como dijo el divino Chopin, la vida es un ruido que el alma debe convertir en armonía y belleza.

Sinfonía

Nuestros ojos ven impulsos lumínicos, en diferentes gradaciones y tonos, diferentes longitudes de onda, el cerebro los convierte en quasilíneas y colores; un ojo nos da una perspectiva, otro nos da otra; y la imaginación con todo eso compone formas, que sólo existen en la mente, pues la línea, la curva, la esfera, la sucesión, el sí y el no, el dentro y el fuera, etc… sólo existen en la mente, y por tanto, en el reino de la imaginación.

Del mismo modo hace la imaginación con todo lo que llega a nuestra conciencia, y aún más allá de ella, con lo que vemos, oímos, olemos, tocamos, gustamos, con nuestros recuerdos y esperanzas, con las divinas intuiciones, todo ello movido por los vientos de las pasiones, o las suaves vientos de las emociones temperadas, o las brisas perfumadas de los sentimientos; con todo ello, como si fueran los diferentes instrumentos musicales de una orquesta, compone una sinfonía. Un alma sublime, sublime, un alma adormecida, con los mismos instrumentos de orquesta, más o menos afinados, un ruido caótico; y entre ambas, todos los grados en que las almas suben por la Escala de Oro que se eleva desde la inconsciencia hasta la plena sabiduría, desde el ruido amorfo hasta la perfecta armonía.

Máscara griega

Pues uno es el rostro que nos ha dado la naturaleza, y otro el que asumimos, gracias a la imaginación, como una máscara. No hablo del “rostro de mentiras” con el que creemos defendernos del mundo, sino la “máscara de actor”, o mejor aún, “máscara de guerrero” que asumimos y con la que nos identificamos en la acción. No es el río de la vida material quien construye, con el barro que arrastra, esa máscara; es el poder del alma, que recuerda su naturaleza, o que asume un deber. El maestro que se siente responsable y quiere ser ejemplo de sus discípulos, lleva esa máscara de amabilidad y comprensión; el padre que educa a sus hijos asume ese deber pues quiere lo mejor que ellos. Para darles seguridad, protección y amparo, se convierte en un Zeus todopoderoso que todo lo sabe. Crece al esforzarse por cumplir ese deber, que se convierte en un ideal, como los sacerdotes de Anubis, al llevar sus máscaras, asumían el poder del Dios, y aún hoy, en la religiones ancestrales del África, cuando los jóvenes llevan las máscaras de Iniciación. Pero no es la máscara, solo, quien otorga el poder, es la imaginación como poder del alma, que al asumir la responsabilidad, nos hace crecer. Al identificarnos con nuestra misión, gracias al poder del sueño, y al compromiso que con él asumimos, llevamos la “máscara de un Dios” y temporalmente él nos guía. Los filósofos indos decían que es necesario hacer el fuego (interior, de la voluntad, con la imaginación) en el fuego (del sacrificio, en el altar), y el caballero debe forjar y hacer encarnar la espada de su voluntad en la espada que porta, pues si no esta se vuelve contra uno, en el peor momento. La de la voluntad es la verdadera espada (la otra es una sombra e imitación de la primera), el espiritual es el verdadero fuego, el otro es la sombra terrena del mismo, la imaginada es la verdadera máscara en el teatro de la vida, no la máscara que los otros nos ponen, como una mordaza, al querernos decir lo que somos.

Magia

Pues ya dijo Paracelso que la verdadera magia, su fundamento, es la imaginación, y no es casualidad que la etimología de esta palabra, “imagen” venga de la raíz sánscrita mag- poder, conocimiento. Este médico alquimista suizo escribió la Magia es sabiduría, es el empleo consciente de las fuerzas espirituales, para la obtención de fenómenos visibles, o tangibles, reales o ilusorios, es el uso bienhechor del poder de la voluntad, del amor y de la imaginación; es la fuerza más poderosa del espíritu humano empleada en el bien.

La imaginación es el poder para trabajar en lo invisible, y desde ahí, según las leyes de causa y efecto, se operan cambios en lo visible, como cuando una persona, enamorada, camina más liviana.

Retorta de Alquimista

Pues en la imaginación se mezclan los simples y los compuestos, las experiencias de la vida, las vivencias del alma, lo que llega a nuestros sentidos, lo que recordamos y lo que intuimos, lo que esperamos y lo que sabemos, cada uno de los estados emocionales y reacciones psíquicas ante el mundo; todo ello es trabajado por la conciencia que es el verdadero alquimista. La imaginación es la retorta donde aplica su fuego el alma, con todas estas sustancias, y de ahí puede nacer un monstruo, como el golem de la Cábala hebrea, o ascender el fénix del espíritu resurrecto, hijo del Sol y que a él quiere volver.

Mapa del mundo distante

Esta es la diferencia entre la imaginación y la fantasía. La fantasía nos pierde en el laberinto, pues es un mapa de mentiras, en realidad no es mapa de nada. Pero la imaginación sí, es un plano de lo que vamos a hacer de verdad, o una reconstrucción de lo que va a suceder, o una descripción de lo que aún no conocemos, tan necesaria, por tanto para el científico como para el artista y aún para el filósofo. La imaginación es un mapa de todo aquello que aún no conocemos y existe en este mundo distante de nos, y aún de los “mundos que están en este”, aquí, pero lejano aún a nuestra conciencia. Cuántas veces la imaginación del genio, o del idealista guía a generaciones enteras hasta que conquistan, objetivamente una verdad que el filósofo había conquistado con su imaginación. Como cuando Demócrito nos descubre un mundo de átomos, sus movimientos y relaciones, lo que luego, más de dos mil años después fue conquistado por la Ciencia.

Rosa de los Vientos

Pues nos traza las direcciones del espacio desconocido, nos orienta en él, evita que nos perdamos en lo invisible, traza los 4 ejes primeros (Norte, Sur, Este y Oeste), y luego, como los pétalos de una rosa o de un loto, los intermedios, y aún los que vinculan a estos y los otros, definiendo los ángulos, y por tanto las líneas de acción o conocimientos, y aún las medidas o rumbos ideales. Nos dice por dónde debemos ir, según hacia dónde queramos llegar, define líneas estratégicas, y aún formas tácticas, aunque estas están más cerca de la experiencia.

Infante

Se refiere al Infante Don Henrique, que desde el promontorio de Zagres ideó todo el plan de los futuros viajes que convirtieron a Portugal en un Imperio, el primero cristiano, tras la oscura Edad Media que se extendió por el orbe entero. Gran Maestre de la Orden de Cristo, heredera de conocimientos y aún de cierta mística de los templarios, creó, con su poderosa imaginación, el nuevo concepto de Caballería de los Mares, donde el capitán del barco cabalgaba, no un corcel sobre Tierra, sino un Leviatán sobre los mares; pero hijo y sucesor de los viejos códigos de honra de la Caballería.

Carabela Quinientista

Ciertamente, pues diferente de otros barcos de mayor calado, destinados a llevar un amplio cupo de mercancías; es la carabela, esbelta, larga, alta y liviana, y, con el casco afinado. Como la imaginación es para explorar, quiere deslizarse sobre las aguas, es rápida; más que el raciocinio, más pesado y seguro (si bien dirigido), que es como una nao, o como un galeón. La carabela es fácilmente movida por el viento y sólo excepcionalmente lleva remos, y ligera como es, puede llevar sin embargo grandes mercancías. Así la imaginación, que no depende sólo de la fuerza humana, sino también de vientos divinos, los Ideales, que la impulsan y conmueven, y le hacen gestar los grandes proyectos. Los tres mástiles de la carabela son también un símbolo de su ascendencia, de su naturaleza y de su búsqueda de lo divino, el tridente del Dios Shiva o el del que habla el mago y cabalista Eliphas Levi.

Que es Cabo de Buena Esperanza

La visión del mundo, para Occidente cambió, al pasar, tras muchos intentos frustrados, el Cabo de las Tormentas, que se convirtió en Cabo de Buena Esperanza. Esta hazaña del genial Vasco de Gama, precedida de tantos esforzados “caballeros de los mares” está muy bien ilustrada en el poema de Fernando Pessoa sobre el Adamastor, el gigante monstruoso que quiere devorar las naves enviadas por el rey Don Juan II, estas naves que no sólo se enfrentan a lo desconocido, sino a todos los temores cristalizados de su siglo simbolizados por dicho engendro infernal. Así es la imaginación cuando sueño del alma, es una “puerta feliz”, una ventana a la luz. Sumidos en la oscuridad de la inercia de todo lo que pensamos, erróneamente, y que Platón llama “Caverna”, la imaginación es la “salida a la luz”, la victoria sobre Adamastor, la conversión del Cabo de las Tormentas nacidas de nuestros egoísmos y miedos, en Cabo de Buena Esperanza. Atravesando esa “puerta feliz” cambian los vientos, serenándose, las corrientes marinas ya no impiden avanzar, pues ahora lo hacen en dirección a la verdad, a lo bueno, a lo bello, atrás quedaron los engendros ya muertos del inconsciente, las naves enarbolan sus velas hacia donde sale el Sol.

Y la imaginación no sólo permite traspasar el Cabo de Buena Esperanza y poner rumbo al Oriente desconocido, sino también traer los tesoros que éste guarda. Ella misma es dichos tesoros: Oro, pues la verdadera riqueza es la de la imaginación, y quien se siente un príncipe lo es, porque da, generoso, lo que tiene, aunque sea una sonrisa, y con ella, toda la luz del alma; y quien se siente un mendigo también lo es, aunque nade en riquezas, su alma cubierta de harapos pide, como los espíritus hambrientos que menciona el budismo tibetano. Canela, pues da sabor a la vida, ésta, sin imaginación es insulsa, a nada sabe. “Piedra Filosofal” llama Cristo a sus enviados cuando les dice que son la “sal de la vida”. Marfil, ese “oro blanco”, pues la imaginación convierte los dientes de presa que desmenuzan la carne en instrumento de belleza, o sea, en dientes del alma que atrapan sus presas, las aves de eternidad de los ideales, los animales de las virtudes.

La imaginación, el sueño del alma, es florete de espadachín, pues a diferencia de otras espadas, ella es extremamente liviana y penetrante, ágil como la llama de fuego. Penetra en la “carne” de lo que estudia la mente, para llegar a su quinta esencia, a su corazón oculto, y no se detiene en la superficie de las cosas como lo hacen los sentidos. Bastidor, pues con ella, con la imaginación, tejemos los sueños, la vida, los planes, son las manos del alma con las que modelamos lo que luego con las del cuerpo vamos a trabajar, aportando impulso nervioso, movimiento, y la sal, con el flujo de nuestra misma vida material. Paso de danza, pues la imaginación, los sueños, los símbolos, son el ritmo que hace danzar al alma, sin tales queda petrificada en la cruz de carne y hueso del cuerpo en que vive prisionera. Columbina, porque es la tierna “paloma” (esto significa la palabra) y porque este personaje de la Comedia del Arte representa, como dice una enciclopedia a la “compañera y musa entre los sirvientes, tentación y cebo para los viejos y confidente y aliado de las jóvenes amas”. Sí, ciertamente, la imaginación es la musa de los que sirven en la tierra, la belleza celestial desposada con el barro de la materia, la gracia misma en vestidos coloridos, intentando redimir un mundo de pobreza y caracteres mediocres. Arlequín, pues la imaginación es como este acróbata y saltarín, con su vestido siempre remendado pero estampado con la dignidad intemporal de los rombos; necio, porque no sabe, pero astuto, porque sabe encontrar los caminos; intrigante, pues crea vínculos y abre puertas; e indolente pues necesita del motor de la voluntad que la electrice y la haga salir de la comodidad del sueño que se satisface como tal y no necesita plasmarse; sensual, pues la imaginación, por más sutil y perfecta que sea siempre depende de los sentidos, con los que no puede cortar los lazos, pues todo lo que imaginamos, extrae sus materiales de lo que percibimos con los sentidos. Como dijo Aristóteles “nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu” (nada hay en la inteligencia que antes no haya estado en los sentidos). Quizás Aristóteles se refería más a la imaginación que a la inteligencia, a la que su Maestro llamaba “Ojo del Alma” que, precisamente para ver, debe separarse más y más del juego calidoscópico de los sentidos que se convierte en el juego aún más calidoscópico de la imaginación, la veste misma de Arlequín. Arlequín, también por su amor a Colombina, que lo dignifica: la imaginación ama la belleza, tiende a ella, y, al mismo tiempo, como Arlequín, está poseída de un poderoso instinto de supervivencia, y si la esperanza es lo último que se pierde, es porque va asociada indisolublemente a la imaginación.

Pasarola voladora, pues estos dirigibles, tipo zeppelín, fueron los primeros útiles en volar, y si Europa los redescubrió y usó, los chinos ya lo habían hecho miles de años antes. La imaginación nos permite volar, ver desde encima o desde cualquier dirección del espacio, entrar y salir. Y aunque más pesado que el “aire mental”, es arrastrado hacia el cielo por la potencia ascensional de los anhelos, por el fuego del espíritu.

Pararrayos porque atrae los poderes ilimitados del espíritu, del cielo; pero al mismo tiempo ampara y protege, para que estos no fulminen al que, como Ícaro, quemó sus alas postizas con el fuego del Sol, o al que, como Semele, la madre de Dionisos, quiso ver a Zeus en todo su esplendor y quedó fulminada. Pues no estamos preparados para las Grandes y Eternas Verdades y nuestra mente las debe ir asimilando poco a poco viéndolas reflejadas en los espejos, cada vez más nítidos de la imaginación: a través del velo de las alegorías o de las ventanas de los símbolos, que permiten acercarse a la verdad, que ellos al mismo tiempo encubren y velan.

Locomotora, pues, ¡cuán grande es el poder de los sueños del alma!, y cuando ha llegado la hora de un Ideal, nada hay que pueda detenerlo. Suavemente comienza a moverse, pero después la energía cinética que arrastra es enorme. La imaginación o la entrada de los ideales en el mundo es como la lluvia, que comienza con unas pocas gotas y después se convierte en torrente que todo lo arrastra; o como un alud de nieve, o una bola que desciende por la montaña y se va haciendo cada vez más grande. Pues la altura de los sueños e ideales indica ya su poder, que aunque al principio sea aparentemente mínimo, pronto demuestran cómo pueden hacer girar la rueda del mundo. Como sucede con las palabras, que aunque aéreas y aparentemente insustanciales, generan, cuando son las ciertas y dan en el blanco, grandes transformaciones históricas; o como la semilla que desgaja la roca para convertirse en árbol.

“Barco de proa festiva”, pues van abriendo paso entre las aguas de la vida, altos, erguidos, portando la esperanza, anunciando la victoria y la alegría del triunfo del espíritu sobre la materia y la inercia.

“Alto horno” pues en ella se forjan las piezas de metal que sostienen el mundo, y porque en la imaginación, cuando los sueños son forjados a alta temperatura y enorme presión, surgen las herramientas para trabajar un mundo nuevo. El taller de forja de Hefaistos, donde el dios del fuego creaba las armas de los Héroes y Dioses, es en una clave, el poder de la imaginación, el poder de los sueños que después van a ser armas para luchar en el mundo por el bien, la belleza y la justicia; cuando no se convierten en pesadillas y generan justamente lo contrario.

“Generador”, pues en la imaginación, el giro de la existencia se convierte en la electricidad del espíritu; y también motor, donde la corriente fohática-eléctrica del espíritu y la voluntad son convertidos en giro de la rueda del mundo, como el aliento del Sol se convierte en gravedad y giro de los planetas a su alrededor.

“Fisión del átomo” pues la energía de los sueños y la imaginación es tan sutil como poderosa y produce transmutaciones alquímicas, en el seno profundo de la materia. ¿No enseña esto la nueva medicina, cuando afirma que tantas veces las transformaciones orgánicas y la enfermedad misma es producida por nuestros estados de conciencia y lo que imaginamos, que la mujer en la menopausia, al imaginar que ya no va a ser amada, va deshaciendo los huesos en lo que llamamos osteoporosis? Cuántos ejemplos hay del poder de la mente sobre la materia, y si los Alquimistas, con la Piedra Filosofal (precisamente) convertían el plomo en oro, no era sólo con elementos químicos, ritmos y poderes estelares y fuego cósmico; trabajaban también con su propio fuego interior, con el poder de la imaginación para cambiar el estado mismo de los elementos. Aquel que vuela en el corcel de la imaginación y cultiva estados mentales luminosos, irradia luz, y todos sienten esto, aunque no sea medible con nuestros instrumentos físicos. Aquel que repta en el barro de la materia, se va haciendo opaco, oscuro, pesado, vampírico, rígido, en una alquimia inversa que nos devuelve al estado animal; y esto se refleja en lo físico y material también. Todo esto no sería posible sin una “fisión atómica” que no sabemos ni cómo ni cuándo ni dónde opera exactamente. Pues las fusiones y fisiones, o sea, los cambios internos del núcleo atómico, eran el verdadero trabajo de la Alquimia, cuando decían que se podía mudar la naturaleza misma de los elementos, no sólo producir con ellos nuevas apariencias.

Radar, ultrasonido, pues también la imaginación nos permite, aún sin llegar a conocer lo desconocido, sí trazar puente para adentrarnos en ello, sí nos da la forma y el perfil vago, a la distancia de aquello que ahí está pero que aún no percibimos, ni está energetizado por la corriente de vida y percibido por los sentidos, como la parte de futuro que ya existe y ya no podemos cambiar, pues es un efecto insobornable del pasado.

Televisión, pues como la misma palabra indica “vemos a distancia”, distancia tanto física como temporal. Y la imaginación convierte en formas, perfiles y colores la ondulación de causas, que agita la Luz Astral, la información codificada por la naturaleza misma en ella: presente, pasado o futuro. A la imaginación del pasado la llamamos memoria, a la del presente, creatividad, y a la del futuro, profecía.

Alunizaje, en cohete espacial, en la superficie lunar

Como la Luna es el espejo de luz del Sol en la noche, la imaginación es el espejo de la luz de la verdad en la noche de la materia. ¡Cuán vinculadas están la luna y la imaginación! Y con la fantasía, cuando ésta es desordenada por las pasiones animales: engendros o recuerdos, en cierto modo de la Luna. Es por el poder de la imaginación convertida en ciencia que hemos llegado a la Luna, convirtiendo pedazos de roca de la Tierra en una nave espacial: ¡qué proeza! La Luna siempre fue la “Señora de los Sueños” tanto como Reina de la Noche, y el poder de sus terribles encantamientos (o sea, el fruto de la actividad de la imaginación) fue representado por la Diosa de Tres Formas, Hékate; así como la facultad de soñar por Selene; y la pureza virginal de la luz de la inteligencia reflejada en su seno, como un espejo de plata, por la Diosa Artemisa o Diana. Las tres formas de la imaginación, la activa, creando formas en el mundo, y desatando el poder de los elementos; la vigilante, como un ojo en la noche viendo lo invisible y distante, penetrando en el sentido íntimo de las cosas del mundo, liberando todo lo que está prisionero en la materia; y la divina, espejo puro de la verdad celeste, absorbida en la contemplación de la verdad.

Ellos no saben, ni sueñan,

que el sueño comanda la vida,

y que siempre que un hombre sueña

el mundo salta y avanza

como pelota colorida

en las manos de un niño.

A este Niño, que con su imaginación mueve los mundos y que reina en el alma humana con su más puro entusiasmo, los griegos lo llamaron DIONISOS, y dijeron que sería el nuevo (el sexto) Cosmocrator, Rey del Universo, sustituyendo a ZEUS, o sea el poder divino regente de una nueva Humanidad, cuya virtud más poderosa será, por tanto, la IMAGINACIÓN.

 

Jose Carlos Fernández

Almada, Portugal, 13 de diciembre del 2014

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